El fentanilo se ha vuelto un problema difícil de ignorar. El potente opioide, causante de la última ola de muertes por sobredosis en Estados Unidos, se ha instalado como una preocupación en el resto de las agendas antinarcóticas de América. Pese a la poca información oficial sobre el tema, la adulteración de drogas con diferentes tipos de fentanilos se ha ido colando en las noticias. El caso más reciente es el de Argentina, donde 24 personas murieron por consumir cocaína mezclada con carfentanilo, un opioide sintético que se utiliza para sedar elefantes. “El fentanilo se está vendiendo en todas partes. México ya es productor y consumidor”, asegura Silvia Cruz Martín del Campo (Ciudad de México, 1961), doctora en Farmacobiología e investigadora del Centro de Investigación y de Estudios Avanzados del Instituto Politécnico de México. “La adulteración de las drogas tradicionales con fentanilos es una práctica que llegó para quedarse”, agrega.
Hasta hace 15 años la droga se adulteraba con un objetivo: aumentar el volumen para aumentar su rendimiento económico, explica Cruz, coautora del libro Lo que hay que saber de drogas. Pero desde entonces el mercado se ha ido expandiendo y ha incorporado nuevas sustancias psicoactivas producidas de manera sintética. La académica asegura que fue así que apareció un nuevo fenómeno, el de adulterar la droga con el fin de ofrecer una sustancia novedosa que pudiera competir con las drogas tradicionales. “Frente a esta realidad de nuevas sustancias psicoactivas en el mercado, la meta es la competencia: ofrecer nuevas sustancias que tengan nuevos efectos, y entonces empieza la adulteración”.
Como se trata de un fenómeno relativamente nuevo en México, aún se desconoce su dimensión. Mucho se ha hablado de las consecuencias del alza del fentanilo en Estados Unidos y la crisis sanitaria que ha producido la adicción a esta droga, pero por debajo de la frontera el escenario es una incógnita. Naciones Unidas advirtió el año pasado en un informe de que el aumento de las sobredosis de consumidores de heroína en México estaba relacionado el fentanilo.
“Puedes tener indicios: uno es el aumento en el número de sobredosis dentro de los consumidores habituales, el segundo es que hasta hace pocos años el consumo de opioides estaba prácticamente confinado a la frontera norte y ahora hay evidencia de que se da en todos los Estados, esto tiene que ver con los fenómenos de migración, de regreso de migrantes [desde Estados Unidos]. El tercer indicio es que se encuentran cada vez más lugares de producción de fentanilo en nuestro país y nadie puede realmente ya sostener que somos solo productores, donde se produce, se consume”.
El panorama es muy difícil de pintar porque la adulteración de las drogas lleva a que el propio consumidor desconozca muchas veces que está usando estos tipos de opioides, asegura Cruz. “Una cosa es lo que dice la gente que consume y otra cosa es lo que consume. El consumidor que compra cristal no se imagina que tiene fentanilo y no lo está buscando, si tú le preguntas qué consume, dice heroína o cristal, entonces no lo vas a poder registrar”, explica. Se necesitarán años para que el consumo de esta sustancia se vea reflejado en las estadísticas nacionales de adicción, afirma la investigadora.
Otros indicios que sostiene la hipótesis de que el fentanilo ya se vende en todo México se encuentran en el área de salud. “La gente empieza a tener problemas respiratorios que no tenía o se enganchan mucho más que antes”, dice Cruz. Es el caso de muchos consumidores, comenta la investigadora, que compran una droga pensando que se trata de una sustancia experimental, pero acaban enganchados al fentanilo, mucho más adictivo que otras sustancias. “Si está el fentanilo entre los estimulantes, es mucho más probable que empiecen a utilizarlo de manera repetida porque se activa el síndrome de abstinencia”.
Cruz llevó adelante con un grupo interdisciplinario de académicos el estudio El fentanilo es utilizado en la frontera norte de México: actuales desafíos para las políticas sanitarias de drogas, publicado en diciembre de 2019, sobre la adulteración de las drogas que se comercializan en la frontera con Estados Unidos. El equipo analizó 59 muestras de polvo blanco obtenidas a través de consumidores de heroína y cristal en ciudades fronterizas. El resultado señaló que el 93% contenía algún tipo de fentanilo.
Ante la preocupante cifra, el grupo trabaja en actualizar esos datos en un nuevo estudio subsidiado por el Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología. La investigadora y coautora de la publicación Clara Fleiz, del Instituto Nacional de Psiquiatría, explica que el proyecto incluye distintos estudios. “Uno va encaminado a la detección de adulterantes y otro hacia ver cuáles son las consecuencias a la salud, siguiendo de cerca tres muy importantes: VIH, Hepatitis C y abscesos cutáneos, muy vinculados a estas prácticas de consumo”, cuenta. El enfoque estará puesto en identificar grupos susceptibles al ser alcanzados por esta sustancia, como trabajadoras sexuales o migrantes.
La práctica de adulterar las drogas debe llevarnos a cambiar la forma en la que se piensan las sobredosis, aseguran las especialistas. Cruz desarrolla que la atención médica primaria debe comenzar a tratar los pacientes que lleguen con sobredosis bajo la idea de que pueden haber consumido algún tipo de fentanilo. Para eso, asegura, es necesario que se distribuya libremente la naloxona, un medicamento admitido por la Organización Mundial de la Salud para tratar intoxicaciones agudas con opioides pero catalogado por las autoridades sanitarias en México como psicotrópico.
“No tiene el más mínimo efecto sobre las emociones y el estado de ánimo, es un antídoto y al estar clasificado como una sustancia psicotrópica, solo la puedes conseguir con receta”, dice Cruz. Una medida que impide se utilice masivamente para atender sobredosis. “Si le das naloxona a una persona que no ha consumido fentanilo, no pasa nada. Pero si se lo das a una persona que sí ha consumido, tendrá síndrome de abstinencia, pero le salvas la vida. Tiene que estar disponible en todas partes y debe que entregarse a las personas que tienen posibilidades de ser testigo de una sobredosis”, agrega.
En un segundo estudio publicado por Cruz en agosto del año pasado, llamado Inyección de cloruro de sodio para tratar sobredosis de opioides: ¿funciona? Un estudio preclínico, la investigadora analiza con un equipo cómo la inyección de agua con sal, un método popular usado para evitar muertes por intoxicaciones severas, dejó de surtir efecto a causa de la adulteración de las drogas. “Si a una persona en sobredosis le inyectan el agua con sal extraordinariamente concentrada, hay una situación real en donde la sal retrasa un poco el tiempo de muerte, pero hemos visto que cuando hay heroína combinada con fentanilo, no tiene ninguna ventaja en la inyección de sal”. Un método y un problema que se evitan, sostiene, con la naloxona.
Puedes seguir a MATERIA en Facebook, Twitter e Instagram, o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter semanal.