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Simples pecados de juventud

La facilidad para encumbrar de boquilla a algunos de los cachorros que vienen destacando en las categorías inferiores del Athletic es directamente proporcional a la dificultad que encuentran estas mal llamadas ‘perlas de Lezama’ llegado el momento de empezar a rendir en el primer equipo. El salto a la elite suele llevar implícito una fase de adaptación y aprendizaje que solo se supera a base de confianza, minutos, trabajo, constancia y perseverancia. Lo más complicado no suele ser llegar, sino mantenerse.

El equipo de Marcelino ha disputado dos encuentros en San Mamés durante los últimos días. Ambos se saldaron con idéntico resultado. 1-1 frente al Valencia en Liga, 1-1 contra el Levante en Copa.

Dos nombres propios en uno y otro compromiso respecto a esta reflexión en torno a la dificultad que entraña jugar en Primera.
Oihan Sancet tuvo una inmejorable ocasión para firmar el 2-0 ante el conjunto che y tiró al muñeco. Unai Vencedor, poco después de su merecida renovación, se durmió en los laureles y para cuando se despertó Melero ya había batido a Unai Simón
.

Tanto el navarro como el bilbaíno, sin embargo, están llamados a dar muchas alegrías a la afición de San Mamés. Este tipo de situaciones vienen a ser gajes del oficio. Errores o despistes de principiantes.

De lo que se trata es de ser equilibrado en el juicio. Ni antes eran para tanto, ni ahora son para tan poco. Hablamos de dos chavales de 20 años, dos futbolistas que empiezan a dar sus primeros pasos en la elite.

Lo peor que les puede pasar, sobre todo a Sancet que juega en posiciones más avanzadas, es que pierdan la confianza, que les atenace la presión. El ‘sal y disfruta’ se impone porque el que vale, vale. Todo, eso sí, a fuego lento y paciencia, mucha paciencia


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