Síndrome del bebé sacudido: zarandear a un niño no es un juego


El zarandeo de un niño de menos de dos años de edad puede acabar con su vida, provocarle graves daños cerebrales, como el desarrollo de la epilepsia o traumas emocionales. No en vano, se trata de una de las formas de maltrato infantil más habituales, a la que se ha bautizado como Síndrome del niño zarandeado o sacudido. Se trata del “conjunto de consecuencias derivadas de sacudir con fuerza a un niño pequeño, que más allá de las emocionales, tienen que ver con el cerebro. Es una forma grave de maltrato infantil, que, por desgracia, es muy habitual. Se calcula que se producen entre 20 y 25 casos por cada 100.000 menores de dos años en el mundo. En España, se estima que cada año, alrededor de unos 100 recién nacidos lo pueden padecer, lo cual es una cifra intolerable”, explica Iván Carabaño, pediatra y editor de la Revista de Pediatría de Atención Primaria y profesor asociado de la Universidad Complutense de Madrid.

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Agitar enérgicamente a un bebé puede tener consecuencias muy graves para su salud. “El cerebro de un recién nacido es muy frágil, y sus vasos sanguíneos se lesionan con facilidad. Si alguien zarandea con violencia a un niño, el cerebro va a golpearse contra la pared del cráneo, con lo cual puede hincharse y sangrar. También puede lesionarse la médula espinal al chocar contra los huesos del cuello. Las secuelas del Síndrome del niño zarandeado, pueden llegar a ser tan graves que desencadenen la muerte del niño. De hecho, un 10% de ellos fallece y el 50% de los supervivientes puede desarrollar epilepsia, problemas visuales graves, retraso mental, disfunciones en la conducta o parálisis cerebral”, añade Carabaño.

¿Cuál es el detonante de para que un adulto zarandee a un niño?

El llanto prolongado e inconsolable de un bebé puede provocar en “el cuidador su frustración y la pérdida de control y serenidad que le impulse a agitar al niño. También puede producirse, aunque menos habitualmente, en relación con intentos de reanimación de un lactante, como cuando se detiene su respiración. Por último, aunque menos frecuente, puede aparecer en el contexto de un juego potencialmente peligroso, como es el lanzamiento hacia arriba de un bebé, siempre y cuando sea ejercido con demasiada fuerza, como elevarle a más de 25 centímetros por encima de la persona que lo sostiene en brazos. Por desgracia, muchos pediatras hemos visto casos de este síndrome, en el que la evolución del niño depende de lo que se valore precozmente la situación y se le aísle de los agresores. Dado que la mayor parte de las veces es una forma de maltrato, se adoptarán por parte de las autoridades judiciales las medidas pertinentes para preservar la integridad del niño”, comenta el pediatra Iván Carabaño.

Zarandear a un niño no es un juego

Vapulear a un niño, aunque sea con intención lúdica, puede tener graves consecuencias para su salud. Los adultos pueden hacerlo por “desconocimiento del peligro que conlleva para un niño menor de dos años. Pero, este zarandeo también se puede dar como una forma de maltrato cuando el adulto pierde los papeles y se produce un secuestro emocional por estrés, debido a situaciones como que el niño llore continuamente por la noche o no quiera comer. Un niño zarandeado entra en pánico y se paraliza, por esa cesa el comportamiento que está estresando al adulto, pero las consecuencias psicológicas son graves, como el desarrollo de conductas antisociales, inseguridad o falta de rendimiento escolar”, explica María José Lladó, psicopedagoga del centro Acimut Bienestar.

La información y difusión de información sobre las consecuencias del Síndrome del niño zarandeo entre los padres y los profesionales de centros donde se trabaja con niños, como las guarderías “es fundamental para evitar las graves secuelas que conlleva para la salud de los pequeños, incluso en situaciones como cuando un niño se atraganta y se le zarandea para ayudarle. Por ello, también resulta fundamental la seguridad de los niños en los coches para viajar, con el fin de minimizar las lesiones en caso de accidentes, sobre todo en el cerebro”, concluye Lladó.

Cómo denunciar el caso de un niño maltratado

Cuando se presencia que un niño es zarandeado de manera sistemática y habitual o sufre cualquier otro tipo de maltrato estamos en la obligación de denunciar para proteger su vida en “los teléfonos 092, 091 ó 112, donde derivarán el aviso a los profesionales correspondientes, como el médico o el equipo de servicios sociales”, aclara Carlos Picazo, policía local de Leganés del Grupo de Intervención Social, específica de menores.

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