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Sociedades abiertas contra regímenes cerrados: la batalla bajo la amenaza climática

EL PAÍS

¿Cómo podemos comprender las circunstancias actuales? Debemos encontrar una manera de distinguir entre lo que es importante y lo que no lo es tanto. Permítanme comenzar con una afirmación atrevida. Mientras que dos sistemas de gobierno están enzarzados en una pugna por dominar el mundo, nuestra civilización está en peligro de colapsar debido al inexorable avance del cambio climático. Esta es una afirmación muy corta, pero creo que ofrece una imagen precisa de la situación actual.

Siempre me ha parecido fascinante la capa de hielo de Groenlandia, que mide varios kilómetros de espesor y que ha tardado más de mil años en formarse. En julio de 2022, la temperatura subió tanto que los científicos podían jugar al voleibol en pantalones cortos y camiseta.

El derretimiento de la capa de hielo de Groenlandia produciría un aumento de siete metros en el nivel del mar. Esto supone una amenaza para la supervivencia de nuestra civilización. El mensaje está claro: la interferencia humana ha destruido un sistema que antes era estable, y será necesario echar mano del ingenio humano, tanto a nivel local como internacional, para restaurarlo.

En la actualidad, prácticamente todas las iniciativas para luchar contra el cambio climático están enfocadas en la mitigación y la adaptación. Estas son necesarias, pero no suficientes. El sistema climático está averiado, y es necesario repararlo. Este es un mensaje urgente, porque estamos peligrosamente cerca de sobrepasar el límite de 1,5 grados centígrados establecido en el Acuerdo de París de 2015. Ya hemos alcanzado los 1,2 grados y, si seguimos por el camino actual, el calentamiento global superará los 2,5 grados para 2070.

Esto nos llevaría mucho más allá de diversos puntos de inflexión, como el derretimiento del permafrost ártico. Llegados a este punto, la cantidad de dinero necesaria para reestabilizar o corregir el sistema climático se dispararía exponencialmente. Este fenómeno no es muy bien comprendido.

El ritmo acelerado del cambio climático también producirá una ola de migración a gran escala, para la cual el mundo no está preparado. A menos que cambiemos la manera en que abordamos el cambio climático, nuestra civilización se verá severamente afectada por un aumento de las temperaturas, que hará que grandes regiones del mundo se vuelvan prácticamente inhabitables. Debemos reorientar a nuestras instituciones financieras internacionales, particularmente al Banco Mundial, para que se enfoquen en el cambio climático.

Ahora, deseo abordar el tema geopolítico. Existen dos sistemas de gobierno que están luchando por dominar al mundo. Me refiero a las sociedades abiertas y cerradas.

He definido la diferencia entre ambas de la manera más sencilla posible: en una sociedad abierta, el papel del Estado es proteger la libertad del individuo. En una sociedad cerrada, el papel del individuo es servir a los intereses del Estado. Como fundador de Open Society Foundations, está claro que las sociedades abiertas son muy importantes para mí, y las considero moralmente superiores a las cerradas.

Al hablar de superioridad moral, siempre surge una disyuntiva: ambos sistemas se consideran superiores al otro. Por tanto, las sociedades abiertas deben destacarse mediante la protección real de los derechos humanos e individuales en general. Esto ciertamente atraería a aquellos que viven en sociedades cerradas. Por supuesto, siempre existe la posibilidad de que los Estados represivos prevalezcan, porque podrían simplemente obligar a sus súbditos a servirles. El hecho es que ambos sistemas tienen tanto fortalezas como debilidades. Si las comprendemos mejor, podremos mejorar también nuestra comprensión del mundo.

He resaltado las diferencias entre las sociedades abiertas y las cerradas. Esto deja por fuera a muchos países que se han desvivido para evitar amarrarse irrevocablemente a un bando u otro.

El caso de la India es interesante. Es una democracia, pero su mandatario, Narendra Modi, no es un demócrata. Uno de los factores que más influyó en su meteórico ascenso fue la incitación a la violencia contra los musulmanes. La Turquía de Erdogan es todavía más interesante. Está activamente involucrado con ambos bandos de la guerra de Ucrania y se ha afianzado como un intermediario neutral entre estos. Erdogan tiene mucho en común con Modi. Pero, si bien Modi parecía estar firmemente atornillado al poder hasta hace poco, Erdogan ha gestionado mal la economía de Turquía y tendrá que someterse a elecciones en el mes de mayo. Todos sus esfuerzos están dedicados a ganar las elecciones.

La situación actual presenta algunas similitudes con la Guerra Fría, pero sus diferencias con esta son mucho mayores. Actualmente se está librando una guerra de verdad en Ucrania, y esto lo ha cambiado todo. Hasta el mes de octubre, Ucrania estaba saliendo victoriosa en el campo de batalla. Después sucedió que Rusia, con el apoyo de Irán, implementó el uso de drones a gran escala. Su objetivo era privar a la población civil de electricidad, calefacción y agua potable, para socavar su moral. Esto ha puesto a Ucrania a la defensiva.

El ejército regular ruso está en graves apuros. Está mal liderado, peor equipado y muy desmoralizado. Putin se dio cuenta de esto, y se decidió por una apuesta desesperada. Acudió a Yevgheny Prigozhin, propietario de un ejército mercenario llamado Grupo Wagner, que está deseando demostrar que son superiores al ejército regular. Prigozhin tiene antecedentes penales y sabe cómo tratar con criminales. Putin le permitió reclutar presos de las cárceles. Esto va en contra de las leyes rusas, pero Putin no obedece ninguna ley.

Y la apuesta dio resultado. Con la ayuda de los presos, los Wagner comenzaron a ganar territorio. El ejército ucranio ralentizó su avance, pero estaban perdiendo más de cien soldados entrenados al día, cosa que no podían permitirse. Ucrania se enfrentaba a una decisión estratégica: quedar atascados manteniendo a raya al grupo Wagner, o proporcionar a Rusia una victoria propagandística y preservar sus limitadas fuerzas para un contraataque.

El 22 de diciembre, el presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, voló a Washington para conversar con el presidente Biden acerca de la situación. Estuvieron de acuerdo en que la única manera de acabar con esta guerra es ganarla. Pero Biden le advirtió a Zelenski de que su disposición a colaborar no es ilimitada. Es fundamental evitar una Tercera Guerra Mundial a toda costa, y es necesario preservar el apoyo de Europa a Ucrania.

La Administración Biden está suministrando a Ucrania todo el armamento (defensas antiaéreas, tanques y gran cantidad de municiones) que necesita para rechazar un ataque ruso y también para disuadirlos de lanzar futuros ataques. Pero la oposición de la Cámara de Representantes, que está liderada por los republicanos, hace poco probable que se apruebe otro gran paquete de financiación por parte de EE UU. Zelenski emprendió una ofensiva diplomática en diversos países europeos para instarlos a que le suministraran tanques más rápidamente. También les solicitó aviones, y los países europeos han acordado comenzar a entrenar a los pilotos ucranios para volar aviones de última generación.

Putin ha ordenado a Prigozhin que obtenga una victoria antes del aniversario de la invasión, el 24 de febrero. Es posible que salga victorioso, pero lo considero poco probable, porque el ejército ucranio está oponiendo una fuerte resistencia, y una vez que Ucrania pueda usar las armas que les han prometido, cambiarán las tornas.

El 11 de febrero, en una entrevista concedida a The Guardian, Prigozhin habló de que harían falta entre dos y tres años para ocupar la región de Donbás. Esto le brindaría a Ucrania una estrecha ventana de oportunidad a finales de la primavera, cuando reciban el armamento prometido, para montar un contraataque que bien podría determinar el destino de la invasión de Rusia a Ucrania.

Los países de la antigua Unión Soviética están deseando que los rusos sean derrotados en Ucrania, porque quieren declararse independientes. Esto significa que una victoria ucrania podría causar la disolución del imperio ruso. Si así ocurriese, Rusia ya no supondría una amenaza ni para Europa ni tampoco para el resto del mundo. Esto sería una mejora cardinal. Brindaría un enorme alivio para las sociedades abiertas, y crearía unos problemas tremendos para las cerradas.

Abordando el tema de China, Xi Jinping sería uno de los perdedores más evidentes. Su estrecha asociación con Putin le perjudicaría. Pero podría ser que en China ya se esté gestando una revolución. La mayoría de los problemas que aquejan a Xi Jinping se los ha provocado él mismo. Comenzó a manejar mal la economía desde el comienzo de su mandato, cuando se dedicó a desmontar todos los logros reformistas de Deng Xiaoping.

La política de covid cero de Xi ha sido su mayor error. Ha sometido a graves penurias a la población, y los ha llevado al borde de la rebelión abierta. Después, en respuesta a la presión popular, Xi abandonó repentinamente la política sin implementar nada que la sustituyese. Y el resultado fue un apocalipsis. La primera ola urbana de infecciones llegó a su clímax en enero; la segunda ola, que es rural, está haciendo lo mismo justo ahora, pero hará falta alrededor de otro mes entero para que el sistema de salud comience a funcionar con normalidad.

La caótica estrategia de Xi Jinping para eliminar la política de covid cero sacudió la confianza del pueblo chino en el Partido Comunista. La situación actual cumple con todas las precondiciones para un cambio de régimen o una revolución. Pero esto no es más que el comienzo de un proceso opaco, cuyas repercusiones seguirán sintiéndose durante mucho tiempo. En el corto plazo, lo más probable es que Xi permanezca en el poder, porque tiene un control firme sobre todos los instrumentos de represión. Pero estoy convencido de que Xi no estará al frente del Gobierno de por vida y, mientras esté mandando, China no se convertirá en la fuerza política y militar dominante que él querría.

Afortunadamente para Xi, él no está personalmente amenazado desde el extranjero, porque Biden no está interesado en un cambio de régimen en China. Todo lo que quiere es restablecer el statu quo en Taiwán. Debido a lo precario de su posición en su propio país, Xi respondió positivamente a la oferta hecha por Biden en Bali, de reducir tensiones entre Estados Unidos y China. Pero el descubrimiento de un globo aerostático chino de vigilancia atravesando el espacio aéreo de EE UU ha agriado las relaciones entre ambos países, y es posible que esto termine por envenenarlas del todo.

En cualquier caso, un viraje de Xi Jinping hacia la cooperación internacional solo habría sido de naturaleza temporal y táctica. Él no sería quien es si de verdad pudiese desprenderse de sus convicciones profundas así de fácil. El hecho es que estamos viendo un proceso histórico en China, cuyo significado no es todavía ampliamente reconocido.

Para completar la imagen geopolítica, también debo examinar cómo está funcionando la democracia en los Estados Unidos. Obviamente, no muy bien. Cuando Donald Trump fue electo presidente en 2016, se constituyó en una amenaza muy real para nuestra democracia. Trump es un personaje profundamente viciado, un embaucador cuyo narcisismo se ha convertido en una patología. No tiene compromiso alguno con la democracia; esta simplemente le ha proporcionado un escenario sobre el que actuar. Como presidente, estuvo más interesado en posar con dictadores que en promover principios democráticos. Trump quería llegar a ser como Putin, quien amasó una fortuna mientras se hacía con el control total de su país.

Trump logró atraer a una gran cantidad de seguidores entre los ciudadanos blancos y sin estudios, pero sus mayores partidarios fueron los megarricos —y vaya si les reportó beneficios—. Primero, redujo sus impuestos. Segundo, nominó para la Corte Suprema a ideólogos adheridos a una versión extrema de la agenda republicana. Tercero, se hizo con el control del partido republicano mediante amenazas a todos aquellos que no le juraran lealtad con un desafío en las primarias. Por último, alentó a los Estados gobernados por los republicanos a que introdujeran medidas escandalosamente obvias para entorpecer a los votantes, para así garantizar que su partido permaneciera en el poder indefinidamente. Esa estrategia casi le valió la reelección en 2020.

Mi esperanza para 2024 es que Trump y el gobernador de Florida, DeSantis, se enfrenten entre sí para lograr la nominación republicana. Trump se ha convertido en una figura lastimosa, quejándose continuamente de su derrota de 2020. Los grandes donantes republicanos lo están abandonando en masa. DeSantis es astuto, despiadado y ambicioso. Es probable que se convierta en el candidato republicano. Esto podría inducir a Trump, cuyo narcisismo se ha vuelto patológico, a presentarse como candidato independiente, lo que llevaría a una victoria aplastante para los demócratas y obligaría al partido republicano a reformarse. Pero es posible que mi opinión sea un poco sesgada.

Para concluir, permítanme repetir lo que he dicho al principio: mientras que las sociedades abiertas y las cerradas están en pugna por la dominación mundial, nuestra civilización corre peligro de colapsar debido al inexorable avance del cambio climático. Creo que esto es un buen resumen del estado actual de la situación. También me parece que la sociedad abierta es superior a la sociedad cerrada, y me aflige pensar en todos aquellos que tienen que vivir bajo regímenes represivos.


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