SOS, Twitter

Una persona navega por la red social Twitter.
Una persona navega por la red social Twitter.Unsplash

Anteayer, entre prisa y prisa, entré en Twitter para ver de qué se hablaba y me llevé tal sopapo que aún ando sonada. Entre la montaña de basura onanista, el alud de fotos de recién vacunados y la trifulca entre partidarios y detractores de cualquier causa, una chica se despedía del mundo en un tuit que había programado antes de quitarse la vida para dejar de sufrirla. No era un farol ni, ojalá, un fake de los que suelo tragarme doblados. La joven había logrado su objetivo y sus seguidores se debatían entre el horror de constatar sus peores presagios y la impotencia de no haber podido evitarlos.

Espantada, corrí a ver cómo seguían los míos. Mis tuiteros en el filo, como yo los llamo. Ellos no lo saben, pero, aunque no me tocan nada, les echo más cuenta que a muchos primos hermanos y, cada noche, ausculto sus tuits a ver cómo respiran. Los hay desesperados en paro pidiendo trabajo. Enfermos gravísimos contando su día a día hasta el último. Descorazonados solísimos sin querer estarlo. Mensajes de socorro lanzados al aire en el insoportable hastío de un sábado por la tarde con película de niñera asesina de fondo. Llamadas de auxilio desde el limbo de las cuatro de la madrugada. Almas frágiles, cuerpos rotos, aves raras en el guirigay de escándalos del siglo y vanidad de vanidades. Ese es el Twitter que más me apela. Puede que la línea entre la compasión y el morbo sea tan fina que ni yo misma sepa trazarla sin retorcerla en excusas y autoindulgencia. Lo que sé es que hoy escribo, además de con el estómago en la boca por la joven suicida, con el corazón en un puño por la joven Noah. Paciente de siete males raros, bellísima por fuera y por dentro, entró ayer por enésima vez en quirófano y prometió noticias suyas en cuanto tuviera fuerzas de tuitearlas. Esta noche buscaré su bengala de regreso a la vida como un faro para guiar la mía cuando la malgasto en chorradas. Me quejo de vicio.


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