SRS-NB10 y LSPX-S3, a prueba: dos altavoces marcianos que aspiran a ser algo más


¿A cuántos dispositivos distintos se ha conectado el bluetooth de su móvil? El mío recuerda 41 cacharros diferentes. Algunos los reconozco: son mis auriculares, el minialtavoz con forma de oso panda que me llevo a los viajes, el asistente virtual del salón, el que tiene mi tío en casa de mi abuela… Los demás se entremezclan en un mar de recuerdos vagos de altavoces genéricos. Pero hay dos, los más recientes, que están llamados a dejar huella, aunque solo sea por lo raros que son.

Para bien o para mal, dos de los dispositivos que acaba de lanzar Sony no tienen parangón en el mercado del sonido: el SRS-NB10 es un híbrido entre un altavoz y unos auriculares que se coloca en el cuello para sonar en estéreo. El LSPX-S3 es más reconocible en su función de altavoz tradicional, pero bastante indescriptible en su apuesta estética: un tubo de vidrio corona su base metálica con la doble función de alcanzar agudos literalmente cristalinos y emitir una leve luz que titila como una vela. ¿Son tan útiles como marcianos? Los hemos puesto a prueba para descubrirlo.

El teletrabajador solitario

El altavoz inalámbrico para el cuello –así lo describe su embalaje– está pensado para la oficina remota y solitaria. Es el complemento ideal para quienes quieren evitar las molestias de llevar auriculares durante demasiado tiempo, pero no quieren renunciar al sonido en estéreo y además buscan poder moverse por la casa si están en una llamada. Una vez colocada en torno al cuello, descansando sobre los hombros, sus dos altavoces laterales quedan alineados con las orejas. El sonido es correcto cuando se sitúa en niveles medios, pero los volúmenes mínimos y máximos resultan menos útiles: los primeros, por inaudibles, y los últimos, por estridentes.

Los distintos botones quedan fácilmente accesibles, aproximadamente a la altura del esternón: entre sus funciones están los clásicos controles de volumen, pausa y reproducción, y la más novedosa y bastante práctica posibilidad de silenciar el micrófono. El conjunto es ligero hasta el punto de que es fácil olvidar que lo llevamos puesto.

El SRS-NB10, de Sony

Tiene una utilidad clara, pero hiperespecífica. No sustituye a la escucha privada que permiten los auriculares, pero tampoco reemplazaría a un altavoz si lo que se busca es una experiencia compartida. Sí que resulta muy práctico poder circular por la casa oyendo música o conversando por teléfono con alguien sin desconectar por completo de los demás sonidos: si otra persona nos habla o suena el timbre, se escucha sin problemas. Frente a la alternativa de activar el altavoz del móvil, el micrófono de este altavoz cervical consigue mejor calidad que la que obtenemos cuando dejamos el teléfono en cualquier lado con la intención de movernos por la habitación.

El SRS-NB10 tiene una autonomía de hasta 20 horas y una carga rápida de 10 minutos que proporciona una hora más de escucha. Con un precio de venta de 150 euros, no es el dispositivo más barato del mercado, pero tampoco es el más caro, independientemente de que estemos hablando de altavoces o auriculares. Su principal limitación es precisamente su naturaleza híbrida. Aparte del teletrabajo, ¿hay más escenarios en los que encaja un altavoz así? Es cuestión de imaginación. Podría tener sentido, por ejemplo, para montar en bici en un entorno tranquilo donde no haya que competir con mucho ruido del tráfico. O para alguien que trabaja en un despacho sin nadie a quien molestar y con la necesidad de tener cierta noción de lo que ocurre a su alrededor…

A la (falsa) luz de la vela

Sin pistas, el LSPX-S3 es un objeto extraño. El hijo estilizado de un mechero Bunsen y una lámpara de lava. Solo de cerca y si nos fijamos en el tejido que rodea su base podemos empezar a intuir que estamos ante un altavoz. En esa franja se concentran el puerto de carga, el botón de apagado y encendido y los controles de volumen, y una cuarta tecla que nos permite responder llamadas. Sobre estos comienza el cuerpo metálico del altavoz, que incorpora el botón para controlar las funciones de iluminación que desempeña el cilindro de cristal de la parte superior.

El otro papel de esta última pieza es potenciar el altavoz. El sistema, bautizado por su fabricante como Advanced Vertical Drive –unidad vertical avanzada–, utiliza tres accionadores que entran en contacto con el extremo del cristal, que vibra para ayudar a distribuir el sonido en todas las direcciones. El resultado es, efectivamente, un sonido cristalino. Mantiene la misma nitidez desde los volúmenes más bajos hasta los niveles más altos, que, por cierto, superan ligeramente lo aceptable para un ambiente de buena convivencia vecinal.

El LSPX-S3, en modo vela

La lámpara emite una luz de intensidad ajustable en 32 niveles, pero bastante tenue. Es ideal para las últimas horas del día, aunque un poco escasa si el plan es leer durante más de media hora. En el modo vela, la bombilla varía la intensidad a cada instante, imitando con sorprendente fidelidad y agradable resultado el modo en que titilaría una llama. En cuanto al rango del micrófono, en una llamada de prueba, el interlocutor entiende sin problemas desde todos los puntos de una habitación mediana y aún alcanza a escuchar, ya con menor calidad, si se habla desde la estancia de al lado.

La rareza del LSPX no supone un sacrificio estético. El altavoz bien podría parecer un elemento decorativo más en cualquier mesa o estantería, pero se adapta mejor a los ambientes minimalistas. Esta pieza decorativa con luz y sonido tiene una autonomía de aproximadamente 8 horas y se vende por unos no desdeñables 350 euros. ¿Quién podría estar dispuesto a pagarlos? La gente de oído fino que ni se plantea reutilizar los auriculares que regalan en Renfe para algo que no sea una cuestión de vida o muerte, los amantes de las velas que temen el riesgo de incendio o aquellos que estén buscando un altavoz que no se guarde solo entre los recuerdos del móvil.

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