Los mentideros de los científicos de la computación hierven estos días a fuego vivo en la convicción de que Google está preparando un anuncio sensacional, uno de esos trabajos que aparecerán en Navidad en los top ten de la ciencia del año. El Goliat de Silicon Valley cree haber demostrado la “supremacía cuántica”, la demostración empírica de que un ordenador basado en la enigmática física que impera a escalas atómicas puede ejecutar operaciones que no están al alcance de los computadores convencionales más formidables que existen. De confirmarse, sería un avance bien notable.
¿Se confirmará? Es probable que sí, y la pequeña historia de la filtración tiene su gracia. El manuscrito del paper (artículo científico) apareció la semana pasada colgado de la web de la NASA. La razón, seguramente, es que Google ha colaborado con científicos de la NASA en este proyecto, pero el caso es que la agencia espacial retiró el paper de su web en pocas horas, alegando un descuido técnico. En nuestros tiempos, sin embargo, secuestrar una publicación, como se hacía antiguamente en los quioscos y librerías, es poco menos que imposible. El manuscrito preliminar ha aparecido en la bandeja de entrada de mucha gente relevante, incluidos dos periodistas del Financial Times de Londres y el científico de la computación Scott Aaronson, de la Universidad de Texas en Austin.
El fondo de la cuestión es algo espeso. Se trata de saber si los generadores de números aleatorios que usamos en los ordenadores son verdaderamente aleatorios, o solo lo parecen. Comprendo tus bostezos, desocupado lector. Pero el problema no ha sido elegido por su interés práctico o su punch mediático, sino para que sirva como prueba de principio. El superordenador más rápido del mundo, una máquina creada por IBM para el Laboratorio Nacional Oak Ridge del departamento de Energía de Estados Unidos, tardaría 10.000 años en resolver el problema de los números aleatorios. El ordenador cuántico de Google tarda tres minutos, veinte segundos.
Puede que la diferencia entre tres minutos y 10.000 años carezca de relevancia filosófica —basta esperar lo bastante para obtener el mismo resultado—, pero supone un nuevo mundo para la tecnología. Un mundo que deja muy atrás la célebre ley de Moore (la potencia de un chip se duplica cada año y medio, una función exponencial como dos elevado a x) para sustituirla por una “ley exponencial doble” (como dos elevado a dos elevado a x). Esta función crece mucho, mucho más deprisa que la ley de Moore. Quien piense que vivimos en tiempos acelerados, mejor espere a la computación cuántica para sentir nostalgia del año 2019, cuando las cosas eran tan apacibles. Lo mejor y lo peor están aún por llegar, y esto no acabará nunca.
Entre las aplicaciones previsibles de la computación cuántica están la criptografía, la química, el desarrollo de fármacos, la agricultura, la inteligencia artificial y la invención de nuevos materiales. Las más importantes, sin embargo, serán las que ahora no podemos ni imaginar. Mi favorita es una idea de Richard Feynman, unos de los mayores físicos del siglo XX, y un pionero de los principios de la computación cuántica. Puesto que el universo se rige en lo más profundo por una lógica cuántica, razonó Feynman, solo un ordenador cuántico nos permitirá fabricar una simulación solvente del cosmos. Las poderosas matemáticas de la física cuántica se podrán encarnar en un computador para crear un cosmos a partir de la nada. ¿Qué será entonces de los místicos?
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