Los días de Schrödinger
“Mis días están pasando lento y rápido, tengo la sensación de que cada día es muy largo pero cuando me doy cuenta ya se ha pasado”, arranca Eva Hache. José Mota está “harrrrrto” de hacer turismo de interior, “me conozco todos los rincones de la casa y tengo la sensación de haber pasado ya por allí antes, es como el día de la marmota”. Javier Coronas ha descubierto la droga dura de los boletines informativos y ahora tiene que estar cerca de una radio cuando suenan las señales horarias. Luis Piedrahita lo lleva “entre mal y muy mal, pero bien, que es como hay que llevarlo”. Santiago Segura ha aprovechado para sacarse dos carreras y suplemento, “ingeniero y abogado. Aparte de mamarracho”. “Dibujando, como Hannibal Lecter, pero sin comer personas”, está Toni Martínez. Susi Caramelo se ha dedica a postergar todo lo que puede, “me he dado cuenta de que soy super vaga”. Y Lorena Castell ha probado suerte con el latifundio y los tractores. Pero a eso volveremos más adelante.
La nueva anormalidad
Partiendo de la generosa premisa de que antes de que todo esto empezara éramos normales, ¿cómo se imaginan la nueva normalidad?
Diserta Piedrahíta: “Tengo la sensación de que estamos toda la vida llegado a nuevas normalidades. Nací en Coruña, aprendí a conducir en Coruña, y venir a Madrid y conducir aquí era una nueva normalidad. Estás soltero, te casas, y es una nueva normalidad. Tienes un hijo y es una nueva normalidad. Tienes un tractor, y es una nueva normalidad. Nos vamos adaptando constantemente y cuando nos hayamos adaptado, vendrá otra peor. Este es un mensaje tranquilizador para todos. No os preocupéis, porque lo peor está por llegar. Ahí lo dejo”.
Recoge el guante Mota: “¡Yo quiero volver a la antigua anormalidad, con todos los defectos que tenía! Es que no valoramos lo que teníamos. La sensación era maravillosa. La primera cosa que haré será salir de casa y volver a entrar, por hacerlo porque quiero, no porque estoy encerrado. Encierros prefiero los de Pamplona”.
“Que duran cuatro minutos”, apostilla Piedrahita.
Habilidades, manualidades y un tractor
La palabra clave es lijar. Unos días antes del confinamiento, Coronas recogió una silla de la basura “con el objetivo de restaurarla. Cuando comenzó la cuarentena, empecé a lijarla, lijarla y a lijarla… y la silla es hoy un centímetro más estrecha por todos sus barrotes. Se está quedando muy delgadita”.
Reyes trabaja con un material más sensible (a priori): “Vosotros lijáis cosas, yo me lijo a mí mismo. Me cincelo. He elegido lijarme y cincelarme. No sé cómo será la nueva normalidad, pero yo voy a ser nuevo, desde luego. Voy a estar magro, pero magro magro”
Segura ha mezclado artesanía y deporte: “He estado lijando sillas, cultivando glúteos. También he vuelto a las manualidades: ahora me masturbo mucho más”
Castell ha abierto el campo de visión. Lorena Castell. “Me he hecho ruralita. He aprendido a plantar tomates, calabacines, patatas a saber cómo funciona un tractor…”.
¿Tienes un tractor?, pregunta el coro.
“Sí, sí, pero lo que no sabíamos era que las baterías del tractor se cargan igual que las de un coche pero se ponen al revés. No había un tutorial de YouTube sobre el tema…”.
“¿No sabías eso, Lorena? es una cosa taaaan evidente…”.
El dinero
Salta la pregunta: ¿Existirá el dinero en el futuro?
“El dinero físico desaparecerá”, dice Caramelo.
“Será solo dinero psíquico”, agrega Piedrahita.
Y lo alcanzará todo. También la magia, claro, a ver a qué niño le interesa ver cómo desaparece algo que ya ha desaparecido.
“Luis, a lo mejor en la nueva normalidad tú dices: ‘Tengo aquí un bitcoin, como podéis ver, es un bitcoin normal y corriente como el que tenéis vosotros”, le plantea Reyes.
“Ahora vamos a encriptar esta criptomoneda y la vamos a desencriptar en vuestros bolsillos”, termina el prestigio, Piedrahita.
Salir, beber, ¿el rollo de siempre?
Los bares, esa forma de ser tan española que además es un negocio. Castell tiene uno. “Ahora, cuando esté la gente tomándose una copa con distancia, empiece la interacción y haya un poco de retorno… porque ahí alguien acaba comiendo la oreja fuertemente. ¿Y qué hago? ¿Pongo dos policías y un camarero? ¿Una mampara de metacrilato?”, se pregunta.
“Y la gente que bebe mucho y te da la brasa en la oreja ¿qué vamos a hacer con esa gente? ¿Vamos a ponerles un límite de beber?”, plantea Caramelo.
“A mí me viene bien que esa gente que bebe mucho venga al bar, para compensar”, responde Castell.
“Pero en las fases todo eso va a estar controlado. Habrá un número de personas por rol. Fase 1: un borracho, un pesado…”, desescala Reyes.
Toni Martínez se imagina los bares “como una película de Buñuel. Cada uno en una esquina y sin tocarse”.
“Es que habrá profesiones no homologadas que desaparecerán. Por ejemplo: el restregador de cebolleta”, dice Hache. “Y los hosteleros se han quedado sin guiris a los que estafar, tendrán que dar un giro al negocio”.
“Se está hablando de estafar a los locales”, añade Segura.
De izquierda a derecha, Lorena Castell, Luis Piedrahita, Javier Coronas, Susi Caramelo, Joaquín Reyes, Santiago Segura, José Mota, Eva Hache y Toni Martínez.
¿Bailar pegados será bailar?
Segura pertenece “al grupo de riesgo”. Lo cual puede tener sus ventajas. “Ahora me invitan a bodas, bautizos y comuniones y digo que no, claro”. Se librará del riesgo que supone una conga, pero le surge la duda sobre lo que pasará con el perreo. “Soy un poco viejuno, pero el perreo no tiene peligro porque se hace de espaldas, ¿no?.
“Lo duro es el cheek to cheek”, dice Reyes.
“¡Ahora lo duro será bailar pegados!”, cierra Segura.
Dab Bunny, por cierto, ha sido un visionario: su último éxito se llama “Yo perreo sola”.
Los viajes y Javier Krahe
“Los viajes serán contados”, dice Mota. Pero en todas las crisis hay alguien que podría salir ganando. En esta, de momento y a falta de que el azar lance sus dados, es Caramelo: “Como van a limitar el aforo, van a subir los precios. Viajo con Ryanair, ahora voy a tener muchas más posibilidades de ganar el rasca rasca”.
A Coronas le preocupa la gente que está en su casa y no sabe lo que se le puede venir encima. “Esa gente que está tan tranquila en su pueblo de Teruel durante todo el año, que no se ha acordado nunca nadie de ellos Y ahora va la peña y como no puede viajar dicen, venga, vamos a ver este pueblo a ver cómo está.
“¡A lo mejor ahora Puertollano se pone así!”, propone Reyes barriendo para casa y repitiendo el gesto de cómo estaba la plaza.
Hache viaja hasta Venecia: “Oye, ¿y lo a gusto que estará allí la gente? Hacía décadas que no podían disfrutar de su ciudad. Aunque si piensas en el capitán de los cruceros, que cada noche tiene que cenar con unas personas distintas. ¿Qué harán con él? ¿Lo plastificarán?”.
Castell, que ha pasado la covid-19 y que en las últimas semanas ha cancelado vuelos a diferentes sitios, entre ellos a Milán. Tal vez, como sugiere Coronas, iba a una feria de tractores. El caso es que “por lo que fuera”, lo canceló. “Ahora solo sueño con ir a la playa”.
“Pero, ¿sabes que las olas van a llevar también una distancia de seguridad?”, le plantea Reyes.
“Cada dos metros. Las olas juntas ya no podrán estar juntas”, matiza Segura.
“Ya lo decía Krahe, mal mirado el mar es una redundancia”, remacha poéticamente Hache.
Servicio completo en el aeropuerto
Caramelo es de las que lo tocan todo. “De las que en el duti free se rocía de perfume como si no hubiera un mañana. Y claro, va a ser muy violento porque la dependienta nunca me lo va a echar tanto como me lo echo yo. Va a ser como cuando me echo el cubata, que siempre pido “un poquito más, cielo”.
A Reyes, cualquier nueva norma de seguridad le sabrá a poco: “Ya me encantaba el trámite de pasar por el arco. Lo de descalzarme, el cinturón, unas cosas en una bandejica, otras en otra. Voy a recibir muy bien hacer más cosas. Empezar a quitarte prendas, que te den con una vaporetta, Todo lo que podamos añadir a ese trámite que se me hacía corto, por mí, fenomenal. Que me gradúen la vista, que me tomen la fiebre…
“Que nos tomen la fiebre analmente”, propone Segura.
“No sabía que se podía tomar en otro sitio”, contesta Reyes.
Las mascarillas, un must antigorrones
Gafas de sol y mascarilla puede ser una combinación ganadora en este tiempo. Tapando tanto porcentaje de cara será complicado no resultar, al menos, interesante. Pero, como todas las prendas, tendrán que adaptarse al ser humano. Castell pronostica que será parte del “total look. La mascarilla irá a juego con el pantalón. Habrá que acostumbrarse a que sea así hasta finales de año por lo menos”.
“Tendrá que haber un formato para fumadores. Como una trampilla como la del gato.”, propone Coronas.
“Con una pajita para beber la copa”, añade Hache.
Nos vamos acercando a la mascarilla ideal.
“Hay que hacerlas con tubo de escape, si no, es como un coche en invierno, que se empaña”, dice Piedrahita.
Vamos a la gama alta, ocurrencia de Reyes: “La mascarilla petaca. Que la gente se meta ahí lo que quiera. Se las pone. Se lo van administrado. Va a ser gente que a lo mejor esté más contenta o más triste según lo que lleve allí”.
Aunque nadie de los presentes ha pasado nunca un porro, parece ser que la mascarilla traerá ciertas ventajas en el mundo de lo ilegal. “Tendrán que ser unipersonales. Y esa persona que decía: ah, yo una caladita y no más…”, imagina Coronas.
Sin embargo, ayudará a muchas parejas que ya no tendrán que discutir por compartir el postre.
Y servirá para curar la humildad. Para Piedrahita, “está muy bien que cada uno se huela su aliento”.
La personalidad
“Las mascarillas dificultan la cordialidad”, lanza Martínez.
“Pero puedes sonreír con la mirada”, contesta Caramelo.
“O con el niño que llevas dentro”, cierra Hache.
Que te reconozcan con la mascarilla es “batir el récord de famosismo”. Le paso el otro día a Segura.
A Caramelo le hace menos gracia: “Yo estoy jodida. Acababa de dar el pelotazo y llega el confinamiento. Necesito una mascarilla transparente”.
“En general está bien que la gente se tape la cara. En mi caso no, porque tengo una boquita hecha para el pecado, pero en general veo a la gente bien tapada. Pero otra cosa que voy a decir es que nos abrazamos muchísimo. Mucho abrazo, mucho beso, a mí me gusta ahora. Ni lo del codo. Levantar una ceja, y eso quiere decir te he echado de menos, te quiero mucho o lo que tú quieras, pero vamos al gesto mínimo. Venga besos y venga abrazos, ahora te encuentras a alguien y a lo mejor es tu madre o tu padre, pero un movimiento de ceja y ya está”, Reyes dixit.
El final de la fila de los mancos
“¿Quién va a ir al cine a comer palomitas con mascarilla?”, se pregunta Segura.
“¿O a enrollarse?. Ahora habrá que ir a ver la peli”, plantea Caramelo.
“¿Cortarán las escenas de besos y abrazos?”, añade Reyes.
“En la fase 1 se permiten los tríos, pero solo con un tercio de los asistentes”, incorpora Piedrahita.
“Yo estoy felicísimo con el estreno de mi película el 7 de agosto. Es un poco temerario, pero quiero estrenar”.
“¿Será un nuevo pelotazo”, pregunta Mota.
”Yo veo un pelotazo al 30%. Es lo que se llama el nuevo pelotazo. La nueva normalidad, el nuevo pelotazo. Estoy hasta los huevos”.
Usos y costumbres
“En el supermercado”, cuenta Mota, “saco el metro de carpintero y venga para atrás. Pero se te arriman y tocan la misma fruta que tú, ¿te ha pasado, Luis?”.
“Sí. Sí, de estar lamiendo el pasamanos del metro y venir gente a decirme que no lo haga, que puede estar mal”.
Otras quieren cambiar incluso las tradiciones. Los vecinos de Caramelo dejan los zapatos en las puertas. Escena costumbrista madrileña en un acto:
“Hoy voy a llenárselos de caramelos y de carbón, para que piensen que han venido los Reyes Magos en mayo. Voy a ir a Caramelos Paco, a ver si encuentro”.
“Sí, va a estar abierto para ti Caramelos Paco” (Segura).
“Deja que el perro cague en alguno de los zapatos, como una fiesta sorpresa”. (Coronas).
“Si pudiera amaestrarlo para eso, pero es que no sabe ni dar la pata”. (Caramelo).
“Bueno, pero cagará” (Coronas)
Balcónicos anónimos
En un país con más de 40 millones de entrenadores de fútbol, con la pandemia han surgido nuevas opciones.
Martínez apunta al “doble grado de entrenador de fútbol y experto en pandemias. Expertos de expertos en cualquier cosa”.
También se ha profesionalizado el insulto. “En este país se ha insultado poco en este país. A mí si me insultan, que sea desde el balcón. Y deberíamos ampliarlo a otras temáticas. ¡Qué mal combinas los colores, vete a tu casa! Que ya todo lo que veamos y que no nos gusta a los demás, lo digamos desde el balcón”, propone Reyes.
“Eso es un poco Twitter”, replica Segura, “Twitter abalconao”.
Para Caramelo, esta gente “lo va a pasar muy mal cuando lleguemos a la fase 3. Tienen una falsa sensación de autoridad. Habrá dos tipos, los que se queden cucu y en la fase 4 seguirán gritándote ¡que todavía no son las ocho! Y luego estarán los que bajen poco a poco e irán incumpliendo todas las normas que ellos mismos acusaban de incumplir desde el balcón”.
Ojo, que arranca la cosa:
Martínez: “Puede que alguno evolucione hacia un superhéroe que a través de una mutación, se convierta en superbalcón. Desciende con su capa y ataca a los que incumplen. Un balconazi”.
Segura: “Balcónicos anónimos”
Fernando Simón y Bob Esponja
Segura solo pide que desaparezcan de su televisión Fernando Simón y Bob Esponja. Lo que plantea un profundo -entiéndase el juego de palabras- debate sobre si son la misma persona o no. El hecho de que nunca se los haya visto juntos levanta las sospechas. Puede que sea un bulo.
Pasar el virus o no
Para Coronas, lo ideal sería que el test que determina si has pasado el Coronavirus o no fuera como el de las revistas del corazón.
A Mota, meterse en la información del virus le genera una “paranoia absoluta”. Y surge entonces el lugar común de la Covid-19, que ya tiene edad para tener el suyo propio: el de la gente que está segura de que lo ha pasado.
Para Reyes, “hay gente que ha pasado como quien veía El árbol de la vida, de Terrence Malick. La he visto y no me he enterado”.
Llegar a casa y salir desnudo
Volver a casa ya no será lo mismo. Según Caramelo, ya hay ascensores con pegatinas en las que prohíben a los vecinos subir juntos en el ascensor. Todo el mundo a favor.
“Es que antes entrábamos a lo loco, dejábamos las llaves, tirábamos el abrigo”, rememora Reyes.
“Ha llegado mi madre, se ha quitado los guantes, le ha dado un abrazo al chiquillo…ya, mal”, relata Castell.
“¡Una abuela abrazando a su nieto, que asco que me da. ¡Desinféctese y desinfecte al chiquillo primero! Y luego ya veremos”, grita Reyes.
“Habrá que pasar la lejía por toda la ropa. Desnudarte entero y luego te das una vuelta en cueros por dos manzanas del barrio, para despejar”, propone Mota.
Desayuno en la cama
“Lo que va a estar muy bien es que ya no habrá buffet libre en los hoteles. A mí, que me traigan el desayuno a la cama sin pagar el suplemento me parece una maravilla. Lo único que tengo miedo de enamorarme del camarero, porque eso nadie lo ha hecho por mí jamás”, sueña Caramelo.
“Eres una romántica”, la despierta Castell.
¿Quién limpia el grifo con el que te limpias las manos?
“Yo firmaba quedarme otros dos putos meses en casa, pero que ya se ha acabe. La paranoia de lavarse las manos. Pero joder, si el grifo lo he abierto con las manos sin lavar. Me he visto lavando el grifo”, recuerda Segura.
“Yo tengo una persona que me abre y me cierra el grifo”, presume Reyes.
“Una persona potencialmente sana, se entiende”. Aclara Hache.
Un mundo a caballo
Coronas pide que no se vayan los policías a caballo. “No quiero que se vayan porque es un detallazo. Sales a tu bacón y los oyes y dices, como mola joder el Far West. Quitaría los coches y dejaría a todo el mundo a caballo. Sería mucho más divertido, las persecuciones. El Glovo o deliveroo a caballo… o en tractor. Atando el caballo a la puerta de tu bar. Haciendo controles de alcoholemia. Una bolsita para cuando caga. O cuatro”.
“¿Para cuando caga la policía o el caballo?”, le interpelan.
“¿No podíamos volver a la normalidad y dejarlo todo limpio, como ha quedado?”, plantea Hache.
Sex in your city
Martínez añora la queja sobre lo que nos pasaba antes, aunque la vamos recuperando a partir de las ocho. Vas paseando, esquivando gente y todos al mismo sitio. ¿A la playa, ¡a la playa!, como si el flautista de Hamelin viviera en la playa. Llegas a casa estresado”.
Mota vi algún hueco libre en los primeros días de permiso para pasear. “Todavía cabía alguien más. Yo vi calvas”. Por alusiones contesta Segura: “Pues yo no salí”.
“¿Cómo pones un orden? Pues si todo el mundo decide salir a las ocho, es un chocho”, se indigna Castell.
Piedrahita propone un plan cultural: “Ver los museos de tu propia ciudad. El sexo en el matrimonio es como visitar los museos de tu propia ciudad”.
Todos coinciden en las ventajas de vivir en Madrid. Por aquello de la cantidad y calidad del número de museos, se entiende.
Conocimiento personal
Muchas personas han aprovechado el confinamiento para recolocarse interiormente.
Reyes: “No tenía nada que recolocar. Me confiné siendo un ser humano maravilloso. Lo que he hecho es no empeorarme. Siendo una persona de luz, mi familia puede disfrutarme más todavía”.
Coronas se mantiene firme. “Yo me he colocado y me sigo colocando igual que antes. Pero me he recolocado en la cocina. Me he dado cuenta de que soy mi madre con perilla. Más de 40 tuppers vacíos y utensilios oxidados que ocupan un armario vacío y que no he utilizado en mi puta vida. Un másterchof en mi cocina. He tirado todo lo que estaba mal y ahora solo utilizo tuppers y utensilios oxidados”
Segura: “He estado llamando a la gente para decirles que les quiero, incluso a gente desconocida. Eres un ser humano y quiero dar mi amor al mundo. Te quiero mucho y el 7 de agosto estreno película”.
Caramelo: “ A mí me han llamado y no he cogido el teléfono. Pero claro, no puedes poner excusas. ¿Qué les dices?, si estás confinada en casa”.
Flora y fauna
El paisaje urbano ha cambiado hasta límites insospechados. La naturaleza recupera su espacio:
“En un pueblo de Albacete se ha visto a dos concejales apareándose en la plaza, que hacía tiempo que no se veía”, relata Reyes.
“¡Y en el centro de Madrid hay halcones!”, exclama Castell.
“El otro día un halcón se llevó a un niño de un parque”, cuenta Segura.
“Y sin lavarse las manos”, añade Piedrahita.
“Los halcones son de Vox, las palomas de Podemos”, dice Reyes poniendo rostro (más) angelical.
“Las palomas no se comen a los chiquillos, solo los cagan”, concluye Segura.
Nuestra misión como especie
Para Hache, el ser humano puede dar su misión por cumplida. “Si el ser humano existe como especie es para transportar bacterias y virus. Así que chicos, enhorabuena, lo hemos conseguido”.
“Es que tu analizas cualquier animal y dices, sí, qué repugnante insecto, pero sirve de alimento a la rana; la rana es asquerosa, pero le da de comer a la rata comedora de ratas; qué asco la rata, pero le da de comer al halcón… el único animal que tú lo quitas y todo lo demás mejora, es el ser humano”, explica Piedrahita.
“El humano es necesario para comer murciélagos y transmitir el virus”, le replica Segura.
“Menos tofu y más cianuro”, concluye Piedrahita.