Tartessos, la civilización perdida de la península ibérica

Las civilizaciones antiguas que ha habido en el mundo a lo largo de la historia son prácticamente incontables. Pese a tener indicios de algunas, hay otras que han desaparecido por completo. En la península, la más característica de este tipo es la de Tartessos, de la  que solo se tienen menciones en los libros antiguos. Fue una civilización muy próspera que tuvo su momento álgido entre el 1000 a.C. y el 500 a.C., para después desaparecer sin dejar rastro.

La civilización de Tartessos ha tenido siempre fascinados a multitud de historiadores, no solo actuales. Los viajeros griegos fueron los primeros en recabar información sobre Tarsis, la ciudad principal. Aunque según el Antiguo Testamento fue Salomón el que se benefició del comercio con la ciudad que proveía cada tres años de oro, plata y marfil al rey. El Libro de Reyes, donde hace mención a este hecho, fue escrito en el siglo VII a.C., y Salomón es de 300 años antes.

Según las leyendas, Tarsis se encontraba más allá de las columnas de Hércules, nombre que recibía el estrecho de Gibraltar. En esa zona, el río Guadalquivir es el único navegable y el que daría acceso a la ciudad. Esa época fue de gran importancia para la península, pues se hicieron importantes revoluciones en la metalurgia.

¿Es Tartessos la Atlántida?

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Mapa de la ubicación de la civilización de Tartessos

La Atlántida siempre ha sido el sueño remoto de los historiadores y arqueólogos. El gran premio que espera a ser descubierto y que parece que nunca llegará a verse. Varios historiadores han apuntado que ambas civilizaciones pudieron tener contacto sino ser la misma, aunque no hay pruebas sobre ello.

Lo que sí se sabe con certeza es que Tartessos existió y estuvo al sur de la Península. Ahora bien, puede que la historia haya decidido crear una civilización que nunca existió, pues podrían tratarse de fenicios. Otros investigadores afirman que sí hubo dos civilizaciones, pues los fenicios estaban en la costa y los tartesios en el interior. A pesar de ello, la unión entre ambas culturales fue tal que hace imposible distinguir los restos arqueológicos.


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