Tatum arregla su esperpento para forzar el séptimo partido y arruinar a 'Philly' su día

La traca final de Jayson Tatum con cuatro triples en los últimos cuatro minutos surcando el cielo del Wells Fargo Center y cayendo como losas sin piedad sobre la desbordada multitud ‘sixer’ aplazó los fuegos artificiales en Philadelphia al domingo. O al año que viene ya o mucho se teme eso ya la tan golpeada ‘Philly’, que, como si fuera por decirlo muy alto que esta vez sí, que esta vez caían las Finales de Conferencia que no vive desde 2001, se vino abajo al final como siempre, claudicando ante unos Celtics firmes al final (86-95) que se llevan tan felices el desenlace de la serie a su casa (3-3). Habrá séptimo partido en el TD Garden.

Presos de su cúmulo de miedos y complejos, su maldición de franquicia y la de Doc Rivers, el Embiid que se hace pequeño al final -sólo 6 de sus 26 en el último cuarto y ninguno en los últimos 5 minutos-, los Sixers siguen poder tener su gran noche, esa que gire la página en la que llevan atrapados casi todo el siglo XXI, víctimas incluso hasta de sucesos dignos de ser considerados fenómenos paranormales por insólitos, desgraciado encadenamiento de infortunios siempre en el mismo momento o recuperaciones milagrosas.

Porque ha visto de todo ya todo ‘Philly, desde un tipo en su propio equipo que se negaba a ganar -la infame acción de Ben Simmons asistiendo contra los Hawks en los playoffs de 2021 cuando estaba solo ante el aro para anotar él-, pasando por las recurrentes lesiones de Embiid llegada la postemporada hasta llegar a lo de Tatum.

Ningún equipo -ni en estos Celtics en el que la fuerza de su colectivo puede aguantar esperpénticas actuaciones individuales-, puede soportar un 5/21 en tiros de su estrella en una noche como la de ayer. Ni 3 puntos en los tres primeros cuartos. Salvo que, como hizo Tatum en resurgimiento esplendoroso e incrédulo, tanto para los que gritaron de alegría como los que se echaron a llorar, irrumpa para clavar la daga final.

Con una exquisita y maquiavélica precisión y don de la oportunidad, el ‘0’ fue sacando todo lo que se había guardado y con cuatro triples en los últimos 4 minutos cuando ‘Philly’ lo veía posible (83-81) arregló su horror para acabar con 19 tantos -y una noche que amenazaba con ser triste y larga en Boston. 12 puntos del alero en los últimos 5 minutos mientras no hubo réplica de Embiid, nada de nada. Uno agitando el asunto y el otro temblando. He aquí el ‘quid de la cuestión’.

Pero tan ídolo caído o más fue James Harden justo en el día en el que no le podía fallar a una Philadelphia que esperaba todo. Cumplió con su parte Tyrese Maxey -26 puntos con un 9/20 en tiros y un 3/9 en triples-, y Joel Embiid por lo menos en lo que a números concierne -26 tantos con un 9/19 en lanzamientos y 10 rebotes-, pero no así la ‘Barba’.

El base-escolta estuvo horrendo en el tiro -13 tantos con un 4/16 en lanzamientos y un 0/6 desde el perímetro-, y vacilante en la dirección -9 asistencias pero 5 pérdidas-, pero, lo peor, es que no anotó ni un mísero punto en el último cuarto, cuando se supone que los jugadores de su percha tienen que dar un paso al frente y cuando él ha acelerado normalmente esta temporada.

En un partido con tan marcado acento defensivo, no podía ser otra que Marcus Smart el que acabara como máximo anotador de Boston -22 puntos-, con 17 para Jaylen Brown y 16 para Malcolm Brogdon.

El maleficio de los Sixers se ha ido a juntar con el de Rivers, conocido por ser el entrenador que más veces ha desperdiciado un 3-1 en unos playoffs -en tres ocasiones-, y quien suma 8 partidos seguidos perdiendo cuando su equipo tiene la oportunidad de alcanzar las Finales de Conferencia según dato de Cancha NBA. La tensión del momento le superó al final como a sus jugadores pero un solo movimiento de fichas en la constante partida de ajedrez que son los ajustes puso en jaque el ataque de Philadelphia.

Joe Mazzulla le echó hormigón al aro ante Embiid, Harden y Maxey introduciendo a Robert Williams III por Derrick White al lado de Al Horford y ello alteró sobremanera la ofensiva de los Sixers, que empezó con un 3-13 del que pudo no obstante recuperarse. Aseguraba Rivers en la comparecencia previa al duelo cuando le preguntaron por ello que esperaba que el quinteto titular de Boston trajera la novedad de ‘Time Lord’ pero, o fue un decir, o la entrada del pívot tuvo un impacto inesperado para el experimentado técnico.

El efecto de Williams III en la ayuda interior blindó la defensa de los Celtics, prácticamente unos cuando estuvo el pívot en pista y otros cuando no, utilizando sólo dos jugadores de banquillo anoche con Brogdon y White. Si Embiid o Harden superaban a Al Horford tras el pick and roll, les esperaba como último protector del aro ‘Time Lord’, que les obligó a tomar tiros muy complicados.

Rivers pudo mitigar en algunos tramos el efecto de ayuda del pívot pero a costa de sacrificar defensa, dando muchos menos minutos a P.J. Tucker -sólo 20-, y más a De’Anthony Melton y Georges Niang para obligar a Robert Williams a estar más pendiente de la esquina y desplazarlo de la pintura. Con un 2/6 en triples para Tucker, un 0/4 para Melton y un 2/3 para Niang, nadie fue motivo de preocupación suficiente para ‘Time Lord’, muy desatinados los Sixers en general de tres con un 8/34 y un 23,5% por el 15/35 y el 43% de los Celtics.

Pero no sólo fue su influencia protegiendo su aro con también 7 de sus 9 rebotes defensivos. Williams III firmó 10 puntos también con un 4/7 en tiros siendo una molestia constante para Embiid con los balones doblados a su espalda. Si Embiid no salía a defenderle en el bloqueo directo para no salir de la pintura, ‘Time Lord’ le castigaba en la continuación por detrás. Por algo acabó como el mejor de Boston con un +18, mismo parcial que Smart.

Los ajustes defensivos más el incremento de su claridad en ataque permitió a ‘Philly’ recuperarse y dejarlo abierto al descanso (43-50) para llegar a ponerse por delante en varios momentos en el segundo tiempo, construyendo con paciencia y espaciando mejor la cancha para que el pick and roll de Harden y Embiid fuera más fluido. Un movimiento de balón y pausa que faltó al final -sólo 13 tantos en el último cuarto-, y que señaló como causa de la derrota Rivers al final en un vano desenlace para una Philadelphia que se quedó sin su gran noche. Otro día será (¿el domingo?). U otro año.