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Tavertet, un secreto entre riscos

Sin duda el sábado es el mejor día para visitar la ciudad de Vic, es el día de mercado, que se viene celebrando en este mismo lugar desde el siglo IX. La Plaça Major, del Mercat o Mercadal está situada en el casco antiguo de Vic, del que es su alma.

El tren parte del centro de Barcelona y en poco más de una hora salva los 77 kilómetros que median entre ambas ciudades. Vic es el final del trayecto de la línea R-3 (de Rodalies, los Cercanías en Cataluña), pero también es el inicio y punto intermedio de un viaje que une la capital catalana con los Pirineos y que tiene como estaciones más lejanas Puigcerdà y La Tor de Querol (Latour de Querol), esta última en territorio francés.

El convoy deja atrás los altos edificios de la conurbación barcelonesa para adentrarse en un territorio industrial que se va disipando a medida que empieza a intuirse el gran macizo del Montseny, de extraordinaria biodiversidad, y que también es reserva de la biosfera. El paso por la población de La Garriga nos deja ver los pináculos de algunas de las casas modernistas y novecentistas que los veraneantes construyeron aquí a principios del siglo XX. La cercanía del Montseny, que otorga un clima agradable y templado en verano, y su ubicación entre las ciudades de Barcelona y Vic consiguieron poner de moda entre la burguesía catalana esta pequeña localidad rural. No perderse la Illa Raspall, un compendio de cuatro edificios modernistas construidos por el arquitecto Manuel J. Raspall entre 1910 y 1913, ni tampoco la villa romana Can Terrers, con sus baños y bodegas.

El paisaje se va tornando agreste, oscuro hacia El Figaró y Aiguafreda, de camino hacia la cara norte del Montseny, siempre con el río Congost corriendo paralelo a la vía. Estamos a punto de entrar en la Plana de Vic, donde el entorno va a cambiar radicalmente y los montes cercanos desaparecen dejando paso a una gran llanura en cuyo centro se halla la ciudad de Vic, de unos 41.000 habitantes.

Desde la estación, la calle de Jacint Verdaguer —ilustre poeta nacido en Folgueroles en 1845, muy cerca de Vic— conduce en apenas cinco minutos a la Plaça del Mercat a tiempo de tomar un buen desayuno en uno de los bares históricos de la ciudad, el Nou Bar, el antiguo Café Nou, que vigila la plaza desde 1932, o en el Casino de Vic, situado a pocos metros, donde se puede tomar un delicioso pan con tomate con embutidos de la zona. La plaza se abre enorme, rodeada de una galería con soportales y potentes edificios de diferentes épocas y estilos.

Para conocer Vic merece la pena apuntarse a uno de los recorridos guiados que ofrece el Ayuntamiento y que comienzan y terminan en esta misma plaza, junto a la gótica Casa de la Ciutat (sede del consistorio). La ruta señalizada permite fijarse en un total de 32 edificios entre los que destacan el templo romano, del siglo II; la catedral, con una mezcla de estilos arquitectónicos que va desde el románico de la cripta y el campanario hasta los claustros góticos y elementos barrocos y neoclásicos; las murallas del siglo XIV, así como varios edificios barrocos y modernistas.

La flamante sede del renovado Museo Episcopal (un proyecto de los arquitectos Federico Correa y Alfonso Milá de 2002) se ha mimetizado con su entorno medieval y alberga varias colecciones de arte románico y gótico importantísimas. Muy cerca está la catedral y la capilla de la iglesia de La Pietat, que junto con la Casa de la Ciutat exhiben en sus paredes murales de Josep Maria Sert (1874-1945), sin duda otro buen motivo para visitar esta ciudad, capital de la comarca de Osona. Y, cómo no, la gastronomía, que en Vic tiene como especialidad la llonganissa de cerdo y los embutidos, platos contundentes para tomar fuerzas si nos decidimos a seguir el viaje en tren hasta los Pirineos.

» Turismo de Vic (www.victurisme.cat).

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