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Se considera la plaga de langostas del desierto más devastadora de los últimos 70 años en Kenia y la peor de los últimos 25 años en Etiopía y Somalia, y ya va por la segunda ola. Es el diagnóstico de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura, por sus siglas en inglés), que hace más de un año que reclama “una respuesta rápida y una acción preventiva”, para evitar que esta crisis ponga en riesgo la seguridad alimentaria de 32 millones de personas en los tres países. La amenaza se ha visto sepultada por la atención que ha monopolizado la covid-19. Pero que no hayan atraído los focos no quiere decir que el paso de los enjambres de los voraces insectos haya pasado desapercibidos para los agricultores y pastores afectados, ni para los equipos que luchan para controlarlos que, cada vez más, cuentan con la complicidad de la tecnología.
Casi un año y medio después del inicio de la actual plaga, la situación sigue siendo comprometida, sobre todo, por las cuestiones ambientales. En las últimas semanas, la FAO, que se ocupa de vigilar y combatir estas amenazas, ha confirmado que las acciones de control están dando sus frutos, sobre todo, en Kenia, donde se ha visto que la población de langostas se está reduciendo. Parece que no es fácil conseguir un respiro en la lucha contra esta plaga. Aunque lo más preocupante son los peros: los enjambres presentes en la zona de Etiopía se han beneficiado del periodo de lluvias, que en abril hizo que las condiciones fuesen las más adecuadas para que pusiesen huevos que ahora están empezando a eclosionar y formar nuevas bandadas. De manera que la amenaza se ha desplazado hacia Etiopía y Somalia. De esta manera, la instrucción de la FAO lleva a pensar en el cuento de nunca acabar: “Por lo tanto, se debe mantener una intensa vigilancia en la región”. Y el ciclo continúa su curso.
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“Cuando empecé en la FAO en 1987 no teníamos internet, correo electrónico, ordenadores… ni siquiera fax, solo telex”, reconoce Keith Cressman, responsable de la División de predicción de la estrategia de lucha contra las langostas en la organización internacional. Ahora la tecnología ayuda a la recogida de datos y a su explotación, a la aplicación de modelos matemáticos para anticipar los movimientos de los insectos, al mapeo e incluso a las acciones de control. El veterano analista de la FAO recuerda el cambio realmente determinante de 2006: “Fue la primera vez que pudimos tener datos en tiempo real desde el desierto. ¡Fue revolucionario!”. Son una materia prima fundamental en la lucha contra las consecuencias desastrosas del paso de los insectos. “Antes”, explica Cressman, “teníamos que esperar varios días o semanas para tener información y te aseguro que las langostas en migración se mueven rápido, así que esta se quedaba desfasada y no servía. Ahora tenemos capacidad para tener datos de la situación hace cinco minutos y eso es fantástico”.
En la lucha contra las plagas de las insaciables langostas la estrategia tecnológica ha ido ganando peso. “Hemos utilizado los datos recogidos por GPS y etiquetados geográficamente para cartografiar los lugares donde se encuentran los enjambres y clasificar los niveles de amenaza potencial”, explica Kenneth Kemucie Mwangi, analista del ICPAC (IGAD-Climate Prediction and Applications Centre), situado en Nairobi. “En el ICPAC”, continúa Mwangi, “tenemos supercomputadoras que nos permiten acceder a los centros climáticos mundiales que hacen pronósticos meteorológicos. Además, añadimos valor al reducir la escala de los datos al ámbito de nuestra región y realizar pronósticos localizados y personalizados”.
“Estos mecanismos han desempeñado un papel fundamental al dotar de un instrumento de planificación a los países afectados y a otros agentes en la lucha contra la plaga”, explica Mwangi, desde el centro de investigación ubicado en Kenia pero con visión regional. “Gracias al conocimiento de los focos de la invasión, por ejemplo, se situaron aviones para fumigación y diversos equipos de respuesta en centros de control estratégicamente seleccionados, con lo que la reacción fue más rápida y en las zonas más afectadas”.
La estrategia más transversal es la que desarrolla la propia FAO con un paquete de utilidades que se ha bautizado como eLocust3 y que se ha puesto especialmente a prueba en el actual brote. El entorno de eLocust3 se apoya sobre un dispositivo físico, una tablet que incorpora todas las funcionalidades, pero tiene otras tres dimensiones: eLocust3g en relación con el sistema de localización por GPS; elocust3m, una app para móviles con las utilidades de recogida de datos; y eLocust3w, una plataforma web también para la recopilación de informaciones. “Los equipos locales tienen la experiencia en el control de langostas, pero en situaciones de emergencia como la plaga actual se incorporan personas que vienen de diferentes gobiernos o de diferentes organizaciones y pueden no tener la formación suficiente para aportar todos los datos detallados. El entorno eLocust3 está pensado para facilitar este proceso”, describe Cressman.
Una de las ventajas de este entorno es la unificación. Los equipos que trabajan directamente sobre el terreno “recogen los datos en los dispositivos, se transmite vía satélite o a través de internet y van a parar a los centros de cada país. Estos centros hacen una primera gestión de los datos, los explotan y hacen un análisis en clave local”, explica Cressman. “Todos los países”, comenta satisfecho este experto de la FAO, “utilizan el mismo entorno. Así es como se pueden compartir los datos de una forma sencilla. Antes cada uno usaba su propia base de datos y era un desastre porque después no eran intercambiables”. Esa compatibilidad es fundamental porque en las oficinas de la organización en Roma se hacen las predicciones definitivas a escala global que ayudan a trazar las estrategias.
El papel de los drones
Cressman pone el acento en la recogida y el procesamiento de datos, pero el despliegue tecnológico en la lucha contra la plaga va más allá. El aumento del papel que juegan los drones es un buen ejemplo. “Antes usábamos vehículos todoterreno para perseguir las langostas por el desierto”, cuenta el experto, “ahora podemos enviar un dron que cubre cien kilómetros, identifica las zonas con vegetación verde, procesa esa información y la plasma en un mapa. Después utilizamos esos mapas para navegar exactamente por las zonas en las que es más probable que avancen las langostas”. En contra de una idea inicial, el uso en fumigación se reserva para operaciones puntuales.
Las alertas por esta plaga comenzaron a sonar intensamente a finales de 2019. Pero la irrupción de la covid-19 no afectó exclusivamente a la atención mediática puesta en ella y, junto a las condiciones ambientales, puede explicar diversos rebrotes en el último año. “Su magnitud de no tiene precedentes”, advierte Kenneth Kemucie Mwangi. “Se desplazaba con los vientos y se multiplicaba a gran velocidad. ; quizá no había disponibles el personal y los equipos adecuados para una respuesta rápida y generalizada. Desde el ICPAC y sus socios trabajamos con decisión en la alerta temprana y la movilización de recursos, pero estuvimos parados un tiempo por la pandemia, que restringió el movimiento de productos químicos para su control y de recursos humanos”.
Para este analista keniano la mejora en los dispositivos de alerta temprana es la clave y la lección que se puede extraer de este episodio. “Se necesitan sistemas e instrumentos más inteligentes. El ICPAC está colaborando con el sector privado para ello, a fin de asegurar que las futuras plagas se prevean adecuadamente. Estamos tratando de aprovechar la inteligencia artificial y el machine learning (aprendizaje automático) para mejorar nuestras capacidades de análisis de datos y para integrar mejor la información en tiempo real. Fusionando esto con los conocimientos de los expertos tendremos excelentes herramientas”, augura Kenneth Kemucie Mwangi.
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