El conflicto en la selección absoluta femenina de futbol y la gestión que está haciendo la RFEF da vergüenza. Casi todas las jugadoras de la selección se han plantado ante una situación y condiciones inadmisibles. Si un grupo de futbolistas brillantes pone en riesgo su participación en el Mundial de Australia en 2023 y su carrera profesional, es porque la situación es insostenible. Ni caprichosas ni chantajeadoras. El único chantaje lo ejerce la RFEF al exigirles pedir perdón o no volver más a jugar con la Roja.
La respuesta de la Federación es más propia de un régimen dictatorial que de un estamento que, en teoría, debería velar por el buen funcionamiento del equipo. En lugar de eso exponen a estas futbolistas, tergiversan sus palabras para tirarlas “debajo del autobús”, tal y como dice Alex Morgan. La intención de mediación del CSD está muy bien, pero es evidente que este conflicto no se solucionará sentándose a charlar, hay que exigir soluciones y poner los recursos para el crecimiento de un deporte durante años ninguneado, que además ahora tiene una generación de futbolistas de enorme potencial.
Jorge Vilda, que ha perdido todo el crédito y legitimidad debe dimitir o le deben invitar a marcharse. La Federación debe hacer autocrítica y también debería reconsiderara su postura un Luis Rubiales que ya en otras ocasiones ha dejado buena muestra de su exceso de testosterona tomando decisiones drásticas pensando más en sus intereses que en los del colectivo. Haber llegado a esta situación ya es un fracaso enorme de la RFEF, deberían, por lo menos, intentar enmendar sus errores con una gestión del conflicto a la altura.