Titanes de la primera línea sanitaria mundial

El médico Moussa Souley Abil Abass viaja constantemente entre Níger y Malí con el equipo de emergencias de Médicos sin Fronteras (MSF) gestionando los brotes de cólera, entre otras enfermedades, que desde 2018 asolan la región. Lydia Kuria trabaja desde 2007 como enfermera en una clínica de Amref Salud África en Kibera (Kenia), el mayor asentamiento informal del este de África. La doctora Khatya Chacón lidera un equipo de ambulancias en El Salvador del que se ocupan 21 personas, 24 horas, los siete días a la semana. Hippolyte Guideal coordina desde 2019 una clínica móvil en el norte de Burkina Faso, una de las zonas más afectadas por la inseguridad en el país. Así eran las vidas de este grupo de sanitarios antes de que la covid-19 hiciera saltar por los aires las rutinas de millones de ellos en todo el mundo. También las suyas.

Ante una crisis sanitaria sin precedentes, estos profesionales de la sanidad y de la ayuda humanitaria en países en desarrollo se han visto abocados a focalizar sus esfuerzos en la pandemia. Y lo afrontan a pesar de la falta de personal sanitario, la escasez de información, de tests, mascarillas, de material médico, de camas de UCI y respiradores. También se enfrentan a la incredulidad de una parte de la población que cree que la covid-19 es “una enfermedad de blancos” que no les afectará, o el miedo de tantos otros a un posible contagio si van a su centro de salud. Por videollamada y desde sus lugares de trabajo cuentan cómo están luchando contra la enfermedad en rincones donde ya hacían frente a las peores adversidades sin apenas recursos.

Hippolyte Guideal, médico en Burkina Faso (Médicos del Mundo): “Existe una escasez alarmante de material de protección y no hay triajes en los hospitales”

A Hippolyte Guideal le preocupa la falta de triaje en los hospitales y la escasez alarmante de material para proteger a los sanitarios que están luchando contra la covid-19 en Burkina Faso. “La protección es la única barrera que tenemos para poder seguir haciendo nuestro trabajo y mantener las rutinas sin contagiarnos”, explica a través de la aplicación Skype desde la oficina de la organización en Uagadugú, la capital.

Hippolyte Guideal durante una salida de una clínica móvil en Burkina Faso.
Hippolyte Guideal durante una salida de una clínica móvil en Burkina Faso.

Este licenciado en medicina general y máster en coordinación y gestión de acciones humanitarias en salud trabaja con Médicos del Mundo desde 2019. Dio sus primeros pasos en una clínica móvil, en la que era el médico responsable. Junto con un equipo de sanitarios, hacía visitas semanales a pueblos en el distrito de Djibo, en la región del Sahel, donde 39 de las 43 clínicas que hay en la zona no funcionan. Sin este servicio difícilmente la población recibía una asistencia médica adecuada. Guideal y sus compañeros ofrecían atención primaria, maternal y pediátrica, además de dispensar medicamentos, detectar casos de malnutrición e identificar casos de violencia de género.

Desde el estallido de la pandemia, este doctor coordina un grupo de trabajo de Médicos del Mundo y asiste a decenas de comisiones que hay entre el Ministerio de Sanidad de Burkina Faso, la organización para la que trabaja y otras entidades humanitarias en el país. Guideal participa desde el 26 de marzo en el centro de operación de urgencia sanitaria del país (CORUS), para identificar los problemas prioritarios y las carencias que existen, además de proponer soluciones.

“Otra de los grandes problemas es que no hay un sistema de triaje en los principales hospitales”, se lamenta Guideal, que también apunta la falta de motivación entre los voluntarios de equipos de intervención rápida. Ellos son los que se encargan de realizar los test a domicilio de los casos sospechosos de estar infectados por el virus y de la desinfección de domicilios y zonas donde ha habido contagiados, además de lugares públicos como aeropuertos y estaciones.

Este joven de 32 años sufrió paludismo y fiebres tifoideas en su infancia, en Sarh (Chad), y aquello marcaría para siempre su futuro laboral como médico. Crecer y ver a personas que no podían hacerse cargo de los pagos de la atención sanitaria o los medicamentos, terminó de convencerlo para complementar su formación de médico y dar atención a las más vulnerables. “Sentía que tenía que contribuir a mejorar el sufrimiento que yo mismo había vivido de pequeño”.

Otra de las dificultades que identifica Guideal es que un gran porcentaje de gente duda de la existencia de la covid-19. Ante esto, la población tiene una prioridad mayor que la salud, que es buscar qué comer cada día, en vez de pensar en las trágicas consecuencias de la pandemia, contextualiza Guideal. “No hay cifras, pero sí que observamos que muchos no acuden a los centros de salud por la desinformación. Al no establecerse circuitos de seguridad para los pacientes y el personal, la gente vive con miedo a ir al médico y se está produciendo un aumento de la automedicación en el caso de pacientes que no tienen enfermedades muy graves”.

A pesar de la situación, Guideal se muestra optimista ante las proyecciones catastróficas que auguran el rebrote de otras epidemias que se han dejado de atender por la covid-19: “Por el momento los sanitarios estamos muy concienciados y se están adoptando las medidas necesarias”.

Situación en Burkina Faso

Al inicio de la crisis sanitaria en Burkina Faso solo había un respirador para un país de 20 millones de habitantes. En la actualidad son una decena y una veintena de camas de UCI. No se hacen pruebas a los sospechosos de estar contagiados de covid-19, sino que existe un número gratuito habilitado para que las personas llamen. Los profesionales deciden si mandar un equipo de intervención rápida y tomar muestras a domicilio. Se reciben 18.000 llamadas de media y se suele acudir a 20 cada día. A finales de marzo solo había un laboratorio que podía analizar las muestras, ubicado en Bobo-Dioulasso, la segunda ciudad del país. Ahora se cuenta con tres laboratorios más en Uagadugú, la capital. Desde el 4 de mayo se retomó la actividad del transporte público en todo el territorio y se reabrieron los lugares de culto, como las mezquitas. Hasta la fecha se cuentan 814 contagiados y 52 muertos, según cifras oficiales.

Moussa Souley Abil Abass, médico de emergencias en Níger (Médicos Sin Fronteras): “Nos preocupa que la población piense que esta enfermedad no existe”

El doctor Moussa Souley Abil Abass, de 30 años, pasa la mitad de su vida entre Níger y Malí, entre brotes de cólera y la vigilancia de enfermedades prevenibles como el sarampión y la meningitis. Hasta hace siete semanas, cuando cerraron la frontera entre los dos países y tuvo que ponerse al frente de un equipo que apoya la respuesta sanitaria del Ministerio de Sanidad de Níger contra la covid-19.

El doctor Moussa Souley Abil Abass se lava las manos en las oficinas de MSF de Niamey.
El doctor Moussa Souley Abil Abass se lava las manos en las oficinas de MSF de Niamey.

“Nos preocupa que la población piense que esta enfermedad no existe. Esa es la primera razón que lleva a alguien a no ir al médico”, lamenta Souley, que con otro facultativo y un enfermero desde Niamey, la capital, se encarga del análisis de datos médicos, la formación de sanitarios y la de los líderes locales y religiosos para sensibilizar a las comunidades.

El equipo de Médicos Sin Fronteras en Niamey también ha construido un hospital de campaña para dar cabida entre 50 a 100 camas, y gestiona las llamadas del teléfono gratuito que ha puesto en funcionamiento el Gobierno para las dudas sobre la covid-19 y la atención psicológica.

“Lo que más me preocupa sobre mi equipo es que tenga material para protegerse. El mundo entero está enfrentando a la covid-19 y el material escasea. Ellos tienen miedo a infectarse y hacerlo a su vez a su familia y a la gente de su alrededor”, lamenta este facultativo. “De momento no hemos visto un aumento de otras epidemias como el sarampión, el cólera o la fiebre amarilla, aunque lo que sí llegará a partir de julio es un aumento de los casos de paludismo”.

Situación en Níger

En Níger, uno de los países más pobres del mundo, se mantiene el confinamiento y el aislamiento estricto de la capital, Niamey. Desde el pasado 12 de abril el Gobierno extendió la medida para evitar más contagios al resto de regiones. Hasta la fecha en el país hay 945 contagiados y 61 muertos.

Lydia Kuria, enfermera en una clínica del ‘slum’ de Kibera, en Kenia. (Amref Salud África): “Los partos en casa han aumentado por los toques de queda”

Lydia Kuria trabaja desde 2007 como enfermera en una clínica de Kibera, el asentamiento informal más grande del este de África, en el que viven un millón de almas. Pero con la llegada de la covid-19 también apoya a otras siete clínicas en la capital, incluida en una zona que el Gobierno de Kenia ha decretado con mayores medidas por ser uno de los puntos calientes en número de contagios. “En mi clínica deberíamos trabajar 22 o 23 enfermeras y somos 14, contando la matrona y el personal de maternidad, que trabajan las 24 horas”, explica la enfermera de 40 años en una llamada por Zoom desde Nairobi (Kenia).

Lydia Kuria durante una consulta en la clínica de Kibera (Kenia) donde trabaja.
Lydia Kuria durante una consulta en la clínica de Kibera (Kenia) donde trabaja.

Son las mujeres a punto de dar a luz algunas de las que han sufrido de manera indirecta las medidas que se han tomado para combatir la pandemia. “Muchas embarazadas están pariendo en casa, con las dificultades y los problemas que esto tiene, porque en las horas del toque de queda les está prohibido acudir a la clínica”, asegura Kuria. Esta profesional explica que Amref Salud África, junto a otras organizaciones que trabajan en la zona, han conseguido que el Gobierno les dé un permiso especial para que sus pacientes puedan acudir en caso de emergencia. “Así podremos evitar que los partos más graves se puedan ver afectados”. Un estudio reciente de la Universidad de Johns Hopkins y Unicef alertaba de uno de los daños colaterales de la covid-19: 56.700 muertes maternales más en tan solo seis meses, sumadas a las 144.000 que ya ocurren en todo el mundo en el mismo periodo.

Lydia Kuria, que creció en una zona rural de la región de Nyeri, se inspiró en una de sus tías, que era enfermera, para seguir sus pasos en la carrera sanitaria. Kuria asume que han tenido que adaptarse a una nueva realidad por la pandemia, aunque asegura que a finales de abril la situación era mucho peor, a pesar de que sigue habiendo dificultades. “Hemos mejorado en cuanto a medidas de protección, aunque aún no tenemos suficientes mascarillas, y si vamos a hacer nuestro descanso para la comida, no podemos tirarla y usar otra, tenemos que reutilizarla de nuevo”, explica la enfermera.

En la clínica donde ejerce Kuria una de las medidas que se han tomado es mantener las rutinas médicas, pese a la covid-19. “Llamamos de manera insistente a nuestros pacientes para recordarles sus citas médicas. Lo bueno es que tenemos todos los registros y así evitamos los posibles olvidos”. Lo que sí ha cambiado, añade Kuria, es que a la entrada de la clínica se realiza un chequeo de la temperatura que antes no se hacía, aunque solo disponen de un termómetro. Y, si el paciente tiene síntomas como tos o fiebre, son prioritarios para pasar a una zona de aislamiento, otra nueva norma. “Tenemos una habitación para aislar los casos sospechosos, aunque no disponemos de todo el equipamiento que necesitamos para tratar un contagiado de covid-19, porque nos quedaríamos sin materiales para tratar a otros pacientes que no lo están”, se queja.

La población de Kibera hace frente a otro desafío: la falta de un suministro de agua adecuado. Comprar agua en un slum resulta más caro, a lo que se añade las aglomeraciones en los grifos comunitarios que hay repartidos entre las chabolas, explica Kuria. Además, como indica la sanitaria, la situación se agrava por la situación económica de muchos de los habitantes de este asentamiento, que son empleados informales, vendedores ambulantes, y que se han quedado sin trabajo por el confinamiento. “Muchos de ellos tienen que trabajar para comer. Y nosotros seguimos explicándoles que tenemos que protegernos a nosotros mismos para proteger a los demás y parar el contagio”, dice Kuria, sin perder en ningún momento la sonrisa.

Situación en Kenia

Kenia mantiene el confinamiento desde principios de abril, siendo uno de los países que primero cerró sus fronteras. Las reuniones públicas y sociales están prohibidas y hay toque de queda nocturno. Todas las escuelas y centros religiosos están cerrados. Es obligatorio que las personas usen máscaras en los espacios públicos y la única medida de apertura ha sido permitir que los restaurantes abran, pero bajo normas estrictas, como el distanciamiento social y realizar pruebas a los empleados. Kenia también ha prohibido el movimiento dentro y fuera de los distritos locales en la capital, Nairobi, y la ciudad costera de Mombasa, donde hay una gran cantidad de casos. Las organizaciones humanitarias que trabajan en el campo de refugiados de Dadaab han intensificado su labor de contención frente a la pandemia tras detectar dos primeros casos, que amenazan con provocar un brote mayor en un enclave donde residen 217.000 refugiados y 320.000 miembros de comunidades locales. Los dos positivos de Dadaab han sido evacuadas ya a centros de aislamiento y las autoridades locales han iniciado el rastreo de contactos. Hasta la fecha hay 1.214 contagiados y 51 muertos.

Khatya Chacón, responsable de un equipo de ambulancias en El Salvador (MSF): “Hemos doblado nuestra asistencia médica en zonas más estigmatizadas”

Lo primero, dice Khatya Chacón, fue ser consciente de las medidas de prevención que debían tomar ante la covid-19. “Aunque estuviéramos preparados, siempre es difícil enfrentarse a la realidad y la incertidumbre y entender lo que nos está pasando”, asegura esta médica, que habla detrás de una mascarilla FFP2 en una videollamada por Zoom. Durante la conversación se escuchará el ruido de las ambulancias de fondo.

Khatia Chacón (arriba, la primera por la izquierda) junto al equipo sanitario que lidera en El Salvador.
Khatia Chacón (arriba, la primera por la izquierda) junto al equipo sanitario que lidera en El Salvador.

La doctora Chacón, de 34 años, es médico general y desde hace dos años lidera un equipo de emergencias de 21 sanitarios que trabaja 24 horas, los siete días a la semana en El Salvador, prestando servicio con tres vehículos, en turnos de seis personas. Ella se encarga de que todo siga funcionando igual, aunque con la crisis sanitaria se hayan unido otros distritos en su cobertura. “Hemos doblado nuestra asistencia médica con este contexto en zonas más estigmatizadas”, asegura. El equipo de Chacón tiene su base en Ilopango y atiende a todo el municipio de Soyapango y en algunas zonas de Tonacatepeque, San Martín y Ciudad Delgado.

Además de este equipo de emergencia, Médicos sin Fronteras ha mantenido las llamadas brigadas médicas, que son un servicio que presta la organización a las distintas comunidades para que las rutinas sanitarias se mantengan. Además, informan a los pacientes de los lugares donde pueden ser evaluados o atendidos, y les explican la situación, los riesgos y los beneficios de acudir a un centro de salud. En El Salvador, como otros países, la población también tiene miedo a acudir a los centros de salud por riesgo al contagio.

Otra de las preocupaciones que transmite la doctora salvadoreña es que su equipo debe mantener el trato digno y no discriminar a las personas. “La calidad y la calidez, además de mantener esos estándares en el servicio”, añade la médico, a la que le inquieta el miedo y la incertidumbre, los trastornos del sueño, el estrés, y todas las consecuencias psicológicas que sufre el personal a su cargo en unas circunstancias así. “Las citas médicas que no están relacionadas con la covid-19 se han cancelado o se están aplazando, pero somos conscientes de que la atención en emergencias continúa. Sigue habiendo accidentes de tráfico y siguen siendo necesarios los controles de diabéticos, por ejemplo. Aunque no se atiendan, estas circunstancias no han disminuido. Las personas necesitan nuestro servicio médico”.

Situación en El Salvador

El Salvador vive una controvertida cuarentena desde que se decretase el estado de alarma por el presidente Nayib Bukele. En el país se tomaron medidas sanitarias muy tempranas contra el coronavirus y han sido muy controvertidas: desde el 21 de marzo hay cuarentena obligatoria que se va prorrogando cada 15 días. Las decisiones drásticas adoptadas por el presidente Bukele lo han enfrentado con la justicia de su país desde que emitió una orden, que la corte constitucional rechaza, por la que se podía detener a gente que, supuestamente, violaba la cuarentena. El aumento de la violencia en las cárceles a finales de abril, con 40 homicidios en 72 horas, hizo que el mandatario autorizase a la policía a matar pandilleros. A los altos índices de violencia se suman las deportaciones que desde México y Estados Unidos se siguen haciendo sin garantías de salud y de información sobre contagio de la pandemia, como denuncia Médicos Sin Fronteras, organización que pide que se suspendan de inmediato. En el país y hasta la fecha hay 1.983 contagiados y 35 muertos por la covid-19.

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