Kevin Durant es uno de los mejores anotadores de la historia. También la superestrella más moldeable que haya visto la NBA. Es tal la variedad de recursos, tan múltiples las formas de ser letal, que no necesita que un sistema cambie para acogerlo. Al contrario, Durant añade una dimensión nueva a cualquier ataque y una salida de emergencia para cuando todo lo demás falla. Esa es la apuesta que a corto plazo hacen los Phoenix Suns: veinte partidos son suficientes para armar con él un candidato al anillo.
El fichaje de Durant es un exultante salto al vacío. El mal inicio de Chris Paul recordó que uno de los mejores bases de la era moderna tiene fecha de caducidad próxima –cumplirá 38 años en unos meses. Y la baja de Devin Booker subrayó hasta qué punto el proyecto descansaba en los hombros de su estrella. Había motivos para pensar que la ventana de Phoenix se estaba cerrando. Este órdago es la manera de acelerar el desenlace: los Suns lo juegan todo a esta carta.
Y es una mano ganadora, pero arriesgada. Durant no perdió un ápice de fluidez con la rotura del tendón de Aquiles. Es un jugador líquido, y con una depuración técnica que lo mantiene a un nivel devastador con 34 años. Este curso, cuando todo se derrumbaba a su alrededor en Brooklyn –el despido de Nash, la enésima sanción a Irving–, lideró a los Nets a 18 victorias en 20 partidos con un juego asombroso. En el momento de su lesión, era un serio aspirante al MVP.
Esa es la parte que no conviene olvidar. Durant no juega desde el 8 de enero por un esguince en el ligamento lateral interno de la rodilla. Es la segunda temporada seguida que sufre esta lesión y la tercera en los últimos seis años. Y su debut con los Suns se ha retrasado hasta este viernes. La apuesta es tan buena como frágil.
Kevin Durant, junto a Mat Ishbia y James Jones, propietario y GM de la franquicia de Arizona
Un tirador letal
Los números de los Phoenix Suns en ataque esta temporada son mediocres, pero pesan la lesión de Devin Booker, que ha estado casi dos meses de baja, y el mal comienzo de Chris Paul, que solo en las últimas semanas ha empezado a coger tono. En condiciones normales, es uno de los mejores ataques de la NBA aunque algo contracultural: en la era del triple, es uno de los equipos que más abusan de la media distancia. Y Durant va a potenciar todo.
A medida que ha crecido el uso de la estadística avanzada, se ha demonizado el tiro de media distancia por ser el menos efectivo (es más difícil que anotar dentro de la pintura y vale mucho menos que un triple). Pero incluso en algo tan evidente caben matices: no se trata de renunciar a este tiro, sino de elegir mejor quién debe hacerlo. Estos años, los Suns han sido uno de los mejores ataques de la liga pese a abusar de la media distancia porque tenían a dos de los mejores especialistas: Booker y Paul. Y con Durant suman a uno de los mejores de todos los tiempos.
Esta temporada, el alero tiene el mejor acierto de media distancia para un tirador de gran volumen (más de siete intentos por partido ahí) desde que empezó este registro en 1996. Un 57.1%. El mejor dato anterior también era suyo. Del año pasado (55.5%). En un contexto donde las defensas están diseñadas para tapar los tiros más eficientes (el triple, especialmente desde las esquinas, y la zona) este recurso, y en manos de tres de los mejores especialistas del momento, es muy valioso.
Vitamina para un gran ataque
Lo que hace diferente a Kevin Durant de otros grandes anotadores es su capacidad para mimetizarse en cualquier contexto. No necesita que el equipo cambie su esencia para ser determinante. De hecho, su matrimonio con los Warriors encajó cuando dejaron de intentar adaptarse a él. Es uno de los mejores anotadores de todos los tiempos por la facilidad, por el volumen, pero también por el inmenso abanico.
Kevin Durant fue pieza clave en dos de los títulos de los Golden State Warriors
Durant es uno de los jugadores más efectivos iniciando el dos para dos (1,19 puntos por posesión, percentil 98,2), pero según datos del analista Nekias Duncan, también es uno de los 10 mejores de la NBA cuando es él quien coloca la pantalla (1,09). Esto anticipa una sociedad letal con otro gran anotador que ha crecido en este arte (Devin Booker); un maestro consagrado (Chris Paul); y un continuador muy notable (DeAndre Ayton).
Kevin Durant potencia el ataque de los Phoenix Suns de la misma manera que el equipo puede potenciarlo a él. Su sola presencia descargará de atención a Booker, con lo que eso implica para uno de los mejores anotadores de la nueva generación; nunca ha tenido a su lado un director como Paul, ni por estilo ni por nivel; y el espacio que generan los tres le abre a Ayton el camino al aro.
El precio de una estrella
Los Phoenix Suns han pagado el precio que se exige por un arma de este calibre. Cuatro primeras rondas (todas las que podían hasta 2029), la opción de intercambiar una más en 2028, y dos jugadores que daban encarnadura al equipo, Mikal Bridges y Cam Johnson. Sacrifican edad, defensa y profundidad por acelerar la vida del proyecto: será a corto plazo o no será.
Durant es un defensor magnífico. Un cuerpo de 2,10 m con una envergadura de 2,25 m y esa fluidez de movimientos no solo es diferencial en ataque. También se traslada atrás. Sin ir más lejos, el crecimiento de los Nets en diciembre no se explica sin su sociedad con Nic Claxton. Pero su influencia pesa más cerca del aro. Sin Bridges Phoenix se queda sin un defensor de perímetro de primer nivel que pueda además aportar en ataque. Monty Williams (con quien KD ya coincidió en Oklahoma) deberá reformular el equilibrio.
Monty Williams se enfrenta a un nuevo reto con la llegada de KD
Pero con todo la mayor incógnita quizá sea la salud. Durant lleva un mes y medio de baja y los problemas físicos son cada vez son más frecuentes (más allá de la rotura del Aquiles, no ha sido especialmente ‘duradero’ en su carrera); Booker ha estado dos meses parado y Chris Paul, a sus casi 38 años, suele llegar a playoffs con problemas que limitan su efectividad.
El riesgo es evidente, pero esa es la naturaleza de un órdago a la grande.
La redención definitiva
Cuando Kevin Durant ganó su primer anillo con los Golden State Warriors, Nike sacó una nueva versión de sus KD X (‘Celebration’) que escondía una ventana a su psicología. En las plantillas podía leerse una lista de menosprecios que aficionados, periodistas y algún excompañero le habían dedicado desde su decisión de fichar por el mejor equipo de la NBA, uno de los mejores de la historia… Y el que unos meses antes lo había eliminado en los playoffs. “Perdedor”. “Flojo”. “Traidor”.
Y así hasta 31 insultos, solapados en letra bien grande por todo lo que había conseguido en su primer año con los Warriors. Sus números en los cinco partidos de la serie contra los Cavaliers. ‘16-1’ (el balance en playoffs). ‘MVP de las Finales’. ‘Campeones de 2017’. Como si pisara a sus ‘haters’.
Durant habla con las tripas. Y al mismo tiempo que reclama su papel clave en los dos anillos con los Warriors, admite que nunca llegó a sentirse parte de aquel equipo. De eso iba su aventura con Kyrie Irving en Brooklyn, de ganar con alguien que entendiera el baloncesto como él (como libertad y forma de expresión) y sin que nadie pudiera decir que había llegado a mesa puesta. De ganar en sus términos.
Quizá todo habría sido muy distinto si en los playoffs de 2021 no hubiera pisado la línea de tres en aquella canasta decisiva contra los Bucks en el séptimo partido. Quizá de no ser por lesiones. Si Irving se hubiera vacunado. Quizá. Quizá. Quizá. Esos Nets serán recordados como el mayor fracaso de un ‘superequipo’. Un circo del que Durant no fue protagonista, pero tampoco ajeno.
Hace dos semanas, cuando llegó la hora de buscar una salida, pidió un destino concreto: los Phoenix Suns. Allí tiene una oportunidad para la redención definitiva. Si es que acaso uno de los mejores anotadores de todos los tiempos, uno de los mejores jugadores de la historia, necesitara una.
