Tom el villano, Melyssa la sufridora: las claves del éxito de ‘La isla de las tentaciones’


Equilibrio es la palabra que puede definir el nuevo fenómeno de Telecinco, La isla de las tentaciones. Por supuesto, es un reality. Y, por supuesto, se retroalimenta de los contenidos y personajes de la propia cadena, un microcosmos que Mediaset lleva años alimentando a través de programas cómo Sálvame, el de citas de Mujeres y hombres y viceversa, Viva la vida y otros shows estrella como Supervivientes o Gran Hermano. Con La isla de las tentaciones, Telecinco ha logrado el equilibrio deseado entre el puro entretenimiento y el equivalente televisivo a la fast food: sin complicaciones, sin una calidad extrema, pero digerible. Algo que en las redes sociales ha llevado el complejo y eterno debate sobre dónde está la línea que separa el entretenimiento y lo que podría considerarse telebasura (conjunto de programas televisivos de contenidos zafios y vulgares, según la RAE) al siguiente nivel: el respeto, o no, a lo que cada uno quiera ver sin valoraciones morales. La audiencia de Telecinco parece tenerlo claro: cada semana el reality tiene más y más espectadores.

En La isla de las tentaciones la fidelidad y la confianza de cinco parejas, cuya relación quizá no está en su mejor momento, se ponen a prueba. Al llegar al resort de lujo donde tiene lugar, se separan en dos casas, por un lado los hombres con otras diez participantes solteras y por otro las mujeres con otros diez solteros. El equilibrio del programa también está en el formato en sí: todo lo ocurrido en la isla y las galas (miércoles y domingos) está grabado (se hizo en verano en un complejo de República Dominicana), pero el debate de los martes es en directo, uno de los fuertes de los contenidos de Mediaset. Un balance también logrado en sus presentadores. En esta ocasión, la cadena no ha necesitado la presencia de su buque insignia, Jorge Javier Vázquez. Sandra Barneda en las galas y Carlos Sobera en los debates, ambos con experiencia en este tipo de programas, llevan el peso del reality, que tras las primeras entregas supera los 2.500.000 de media de espectadores en las galas (en su mayoría público por debajo de los 45 años) y en los dos debates celebrados hasta ahora pasó del millón de espectadores del primero al millón y medio en el segundo.

La mejora en el debate ha tenido un pequeño truco: el primero se emitió en Cuatro, y ante los flojos resultados de audiencia, Mediaset decidió terminar con la transversalidad que tan bien le funcionó con la primera entrega en febrero y lo pasó directamente a Telecinco (como hizo el viernes pasado con la participación de Fernando Simón en Planeta Calleja, programa fijo de Cuatro). Un movimiento también coherente con los datos de audiencia de agosto y septiembre, meses en los que su rival directo, Antena 3, mejoró sus números en la franja del prime time, convirtiéndose en la cadena líder en ese horario, algo que no hacía desde enero de 2019. Aunque en el total de la audiencia, la principal cadena de Mediaset lleva siendo líder en cuota de pantalla 25 meses consecutivos.

El que el programa ya esté grabado y se pueda editar al gusto, favorece la narración que se busca: jugar con las relaciones de este grupo de participantes (entre los 19 y los 38 años de edad), ir ensamblando poco a poco a cada personaje y lograr una gala que no pierda ritmo y a la que no le falten giros de guion y sorpresas. Esta aparente artificiosidad y la forma en la que se trata a participantes y espectadores ha vuelto a abrir esta semana un caluroso debate en Twitter. A un lado, los que acusan a estos formatos de ser poco éticos en su juego con el entretenimiento, los sentimientos de los participantes, el uso de estereotipos de género e incluso hacia los espectadores, a los que consideran que se les engaña al mostrar todo como si fuera natural. En el otro, los que defienden que no es más que un programa de entretenimiento donde los concursantes saben a lo que se exponen y donde los espectadores son muy conscientes de qué es lo que están viendo y que achacan a los primeros pecar de una supuesta superioridad moral.

Los números de La isla de las tentaciones empiezan a hacer olvidar aquello de que las segundas entregas de este tipo de programas son peores porque los participantes ya saben qué se van a encontrar. Y es que el casting, una vez más, es fundamental en un reality show. Telecinco ahí también ha encontrado el equilibrio, con participantes anónimos (algo que en Gran Hermano dejó de dar buen resultado) y otros semiconocidos para la audiencia fiel de la cadena y figuras habituales de Telecinco en los debates. Antena 3 ha doblado su apuesta por la serie turca Mujer emitiendo capítulos más cortos y durante tres días seguidos (lunes, martes y miércoles) para mantener el pulso en el horario de máxima audiencia. Hace dos noches, la serie logró su mejor registro un martes, con dos millones de espectadores, por detrás de MasterChef Celebrity y por delante del debate de La isla de las tentaciones. El reality de Mediaset continúa su progresión programa a programa a la espera de próximos estrenos para la franja horaria más codiciada, como Mask Singer en Antena 3 o el valor seguro de La que se avecina en Telecinco.




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