Tres relatos, pero una sola verdad: la Mostra de Venecia investiga una violación en la pantalla

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La verdad solo puede ser una. Siempre existen, sin embargo, múltiples maneras de contarla, tanto hoy como en el siglo XIV. Hasta ahí se remonta Ridley Scott en El último duelo para rescatar un suceso real con claros ecos del presente: un exceso de testosterona, una violación y una víctima a la que casi nadie cree, y la mayoría cuestiona. Su propio marido, Jean de Carrouges, ve el asunto como el enésimo ultraje a su nombre. El principal damnificado, faltaría más, es él. El imputado, el escudero Jacques Le Gris, lo tiene igual de claro: la mujer en el fondo quería, se le resistió porque es parte del juego de la seducción. Pero, ¿y ella? ¿Qué opina Lady Marguerite? En el filme, presentado fuera de competición en el festival de Venecia, Scott reconstruye a lo largo de dos horas y media los tres puntos de vista de una crónica medieval que podría ocupar mañana mismo la portada de cualquier periódico. Y más con protagonistas como Jodie Comer, Matt Damon, Adam Driver y Ben Affleck.

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La filipina On the Job: The Missing 8, de Erik Matti, que opta al León de Oro, ofrece una duración más kilométrica, 208 minutos, y otro hecho tan trágico como real: el asesinato de ocho periodistas a manos del corrupto sistema de su país. También comparte la alusión a la actualidad: el presidente filipino, Rodrigo Duterte, ha sido criticado a menudo por el río de sangre que está dejando su guerra contra el narcotráfico. Finalmente, Un autre monde, del francés Stéphane Brizé, también en competición, recuerda una obviedad, familiar en demasiadas casas, pero que muchas empresas intentan ocultar: los despidos no son números, sino vidas arruinadas. La Mostra, pues, cierra con un repaso a las sombras de la realidad. Hasta que mañana sábado se enciendan las luces sobre el palmarés.

Aparte de un drama auténtico, El último duelo, que se verá en España en octubre, parte de un libro homónimo publicado en 2004 por Eric Jager. Damon contó que un colaborador de Pearl Street Films, la compañía que comparte con su amigo Affleck, les envió correos durante años animándoles a leerlo. Al final, compraron los derechos. Inmediatamente sonó el teléfono de Scott. “Y cuando te llama Matt Damon para leer algo, no dices que no”, afirmó el cineasta. Los dos guionistas ficharon también a la directora Nicole Holofcener, para que coescribiera con ellos. “Esta película era estimulante por la fuerza del personaje de Marguerite. Y por la narración. También tenía una historia que la gente no conocía. No queríamos ser didácticos ni aburridos, así que llamamos a Nicole”, bromeó Affleck.

El largo mantiene cierto interés durante todo su metraje. Y planteará en muchas salas comerciales una reflexión más que necesaria. Muchos de sus diálogos, sin embargo, caen en la tentación de la evidencia. En el cine, el activismo es a veces mal consejero. Aunque El último duelo también puede servir para alimentar otro debate muy actual: tal vez reivindicarse como gran baluarte del feminismo y recibir aplausos por ello no sea el rol que corresponde a un hombre. Tan dado a rodar en España, quizás Scott conozca la etiqueta irónica que ahí merece esta categoría: el aliado. Por lo menos, la perspectiva femenina del guion fue escrita principalmente por Holofcener. Damon y Affleck se encargaron de los otros dos prismas.

Ambos concentraron también, cómo no, la aplastante mayoría de las preguntas en la sala de prensa. La única cuestión dirigida solo a las dos mujeres presentes indagó en la influencia del movimiento Me Too. “Sentía el deber de mimar [un proyecto así], también por todas las espectadoras que lo verían. Pero cuando filmas te centras en hacerlo lo mejor que puedes”, dijo la actriz. Y la guionista agregó: “Tuvimos mucho cuidado en que la versión de Marguerite de la historia fuera la real. Pero yo trabajé sobre todo en ella como ser humano”.

También está hecho de carne y huesos el protagonista de Un autre monde. Y, como tal, se equivoca, y sufre. “¡La última película!”, se felicitaban dos periodistas en la sala antes de la proyección que cerraba la competición oficial. Pero el filme también agrega un nuevo capítulo, el tercero, a la investigación de Brizé sobre las crueles consecuencias del capitalismo para los trabajadores, siempre con Vincent Lindon como actor. La ley del mercado seguía el agobio de un parado; En guerra mostraba las revueltas del sindicato; aquí, el protagonista ejerce el mando, pero hasta cierto punto: director de una filial francesa, dentro de una multinacional.

La trama es pan de cada día en media Europa: un reajuste, el célebre “hacer más con menos”. Aunque la empresa nunca habla de despidos: echar un 10% de las plantillas, en su vocabulario, se convierte en “tener el valor” que se necesita. Las palabras también cuentan, y a ellas dedican los personajes la mayoría de la película. Porque el director está atrapado, entre la desesperación de sus empleados y las ciegas órdenes de más arriba. Nada de brocha gorda: las pinceladas de Brizé son sutiles, llenas de matices. Y realizan un fresco complejo, como siempre es la vida. Tan solo el epílogo peca de simpleza.

On the Job: The Missing 8 nunca llega a su final. Erik Matti, autor volcado hasta ahora en la serie B, intenta evocar a Tarantino y Soderbergh con su colorido thriller sobre los periodistas volatilizados y su búsqueda. Pero después de una hora y media, juegos estilísticos y situaciones empiezan a repetirse. Tanto que, mirando alrededor, se descubría otra ausencia: la mitad de la sala también había desaparecido.


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