LONDRES — La mayoría de la gente no se ofrecería a caminar por un campo minado. La princesa Diana lo hizo dos veces.
El 15 de enero de 1997, Diana caminó cautelosamente por un estrecho sendero seguro a través de un campo minado en Angola, con un visor protector y un chaleco antibalas con el nombre de The HALO Trust, un grupo dedicado a remover minas terrestres de antiguas zonas de guerra. Cuando se dio cuenta que algunos de los fotógrafos que la acompañaban no habían podido retratarla, se volteó y lo hizo de nuevo.
Después conoció a un grupo de víctimas de minas terrestres. Una niña que había perdido su pierna izquierda se sentó en el regazo de la princesa.
Las imágenes de ese día aparecieron en periódicos y televisoras del mundo, llamando la atención internacional sobre la campaña entonces languideciente para retirar aparatos que continuaban enterrados décadas después de que terminaran los conflictos. En la actualidad un tratado para prohibir minas terrestres ha sido firmado por 164 países.
Aquellos tocados por la vida de la maestra de preescolar convertida en princesa la recuerdan a días del que habría sido su cumpleaños 60, el cual se conmemora el jueves, recordando a la complicada y rebelde miembro de la realeza que dejó una huella perdurable en la Casa de Windsor.
Diana tenía “la inteligencia emocional que le permitía ver el cuadro completo … pero también llevarlo al plano de seres humanos individuales”, dijo James Cowan, un mayor-general que es ahora director general de The HALO Trust. “Sabía que podía llegar a sus corazones de esa forma que sería más hábil que aquellos que sólo serían una influencia a través de la cabeza”.
El presidente de la BBC, Richard Sharp, dijo que la cadena acepta las conclusiones de la investigación y añadió que se trató de “fallas inaceptables”.
La caminata de Diana entre las minas, siete meses antes de que falleciera en un accidente automovilístico en Paris, es sólo un ejemplo de cómo hizo que la monarquía fuera más accesible, cambiando la forma en la que la familia real se relacionaba con la gente. Al interactuar más íntimamente con el público — arrodillándose al nivel de un niño, sentada en la cama de un paciente de hospital, escribiendo notas personales a sus fans — se conectó con la gente de una forma que inspiró a otros miembros de la realeza, incluyendo a sus hijos, los príncipes Guillermo y Enrique, mientras la monarquía trabajaba para convertirse en una institución más humana y permanecer relevante en el siglo XXI.
Diana no inventó la idea de que los miembros de la realeza visitaran a los pobres, desamparados u oprimidos. La misma reina Isabel II visitó una colonia de leprosos en Nigeria en 1956. Pero Diana los tocaba, literalmente.
“Diana era una verdadera abrazadora en la familia real”, dijo Sally Bedell Smith, autora de “Diana in Search of Herself”. “Era mucho más visible en el plano táctil en la forma en la que interactuaba con la gente. Eso no es algo que le haga sentir cómoda a la reina y todavía no lo es”.
El año pasado, el príncipe Harry y su esposa Meghan, criticaron duramente a los tabloides sensacionalistas por publicar historias sobre la aparente tensa relación entre la duquesa y su padre, Thomas Markle.
Sobre todo Diana sabía que esas interacciones podían llamar la atención a las causas que apoyaba, pues era seguida a todas partes por fotógrafos y cámaras de televisión.
Diez años antes de que abrazara a las víctimas de minas terrestres en Angola, le dio la mano a un joven paciente con sida en Londres durante los primeros días de la epidemia, mostrando a la gente que la enfermedad no podía ser transmitida por tocar.
A medida que su matrimonio con el príncipe Carlos se deterioraba, Diana usaba las mismas técnicas para contar su lado de la historia. Abrazando ampliamente a sus hijos para mostrar su afecto. Sentada sola frente al Taj Mahal en un viaje real a India y caminando por ese campo minado cuando comenzaba una nueva vida tras su divorcio.
Se llama Lilibet Diana.
“Diana entendía el poder de las imágenes. Y sabía que una fotografía vale más de mil palabras”, dijo Ingrid Seward, editora en jefe de la revista Majesty y autora de “Diana: An Intimate Portrait”. “No era una intelectual. Ni siquiera era quien diría las palabras correctas, pero daba la imagen correcta”.
Y eso comenzó el día que Lady Diana Spencer, de 20 años, se casó con el príncipe Carlos, heredero al trono el 29 de julio de 1981, en la Catedral de San Pablo.
Elizabeth Emanuel, quien codiseñó su vestido de novia describe el evento como la transformación de una crisálida en mariposa, o en este caso de maestra de preescolar en suéter y faldas de uso práctico a una princesa de cuento de hadas.
El príncipe Harry contó intimidades de su vida en la docuserie “The Me You Can’t See”, la cual creó junto a la presentadora Oprah Winfrey.
“Pensamos hagamos el vestido más grande y dramático posible, el máximo vestido de cuento de hadas. Hagámoslo grande, con mangas grandes, con volantes”, dijo Emanuel. “Y San Pablo era tan enorme. Sabíamos que teníamos que hacer algo que fuera una declaración. Y Diana estaba completamente dispuesta a ello, le encantaba la idea”.
Pero Emanuel dijo que Diana también tenía una simplicidad que la hacía más accesible con la gente.
“Tenía esa vulnerabilidad en ella, creo, que la gente ordinaria se podía sentir identificada con ella. No era perfecta. Ninguno de nosotros es perfecto y creo que por eso existe esa cosa que hace que la gente piense sobre ella como si fuera un familiar. Sentían que la conocían”.
El palacio dijo en un comunicado que “no regresarán como miembros trabajadores de la Familia Real”.
Los hijos de Diana aprendieron del ejemplo de su madre, haciendo conexiones más personales con el público durante sus trabajos caritativos incluyendo sus esfuerzos para desestigmatizar los problemas de salud mental y tratar a jóvenes con sida en Lesoto y Botsuana.
William, quien es segundo en la línea de sucesión al trono, trabajó como piloto de ambulancia aérea antes de asumir sus deberes reales de tiempo completo. Harry volvió a dar los pasos de Diana en un campo minado para The HALO Trust.
Su influencia también puede ser vista en otros miembros de la realeza. Por ejemplo Sofía, la condesa de Wessex y esposa del hermano de Carlos, el príncipe Eduardo, tenía los ojos llorosos en una entrevista por televisión al hablar al país sobre la muerte de su suegro el príncipe Felipe.
Estaban promoviendo el voto en la elecciones presidenciales.
La gente incluso comenzó a ver un lado diferente de la reina, incluyendo su interpretación como chica Bond en los Juegos Olímpicos de Londres 2012 en la que protagonizó una minipelícula con Daniel Craig para inaugurar los juegos.
Más recientemente la monarca ha realizado llamadas por Zoom y bromeado con niños sobre el momento en el que conoció al cosmonauta ruso Yuri Gagarin. ¿Cómo era él?, le preguntaron.
“Ruso”, respondió seriamente. La videollamada se llenó de risas.
Según El País, Thomas Markle quiere “morir como un hombre feliz” tras conocer a Archie, hijo de Meghan y el príncipe Harry.
Cowan, de HALO, dijo que la atención que Diana, y ahora Enrique le han dado al tema de las minas terrestres ayudó a atraer los fondos que hicieron posible que miles de trabajadores continúen con el lento proceso de retirar estos aparatos.
Sesenta países y territorios siguen contaminados con minas terrestres, que han matado o lesionado a más de 5.500 personas tan sólo en 2019, de acuerdo con Landmine Monitor.
“Tenía la capacidad de llegar a la gente e inspirarla. La imaginación de ellos era impulsada por este trabajo”, dijo Cowan. “Y les gusta y quieren financiarlo. Por eso ella tiene un legado tan profundo en nosotros”.
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