Donald Trump dijo el pasado agosto a John Bolton, su entonces consejero de Seguridad Nacional, que quería que se congelara la entrega de 391 millones de dólares en ayudas militares a Ucrania hasta lograr que ese país anunciase la apertura de unas investigaciones sin base contra los demócratas, según el relato que el propio Bolton hace en el manuscrito de un libro inédito, publicó esta noche The New York Times. Ese documento es material inflamable, pues supone la primera declaración por parte de un alto cargo, directamente implicado, corroborando el elemento central en el impeachment contra el presidente: que este coaccionó a un país extranjero para lograr pesquisas sobre sus rivales políticos.
Nada más salir a la luz la noticia, los líderes demócratas insistieron en la necesidad de que Bolton testifique en el juicio del Senado, algo a lo que los republicanos, que amparan a Trump, se han opuesto hasta ahora. “El rechazo a llamarle a él o a otros testigos relevantes y a pedir documentos es incluso menos defendible ahora. La elección es clara: nuestra Constitución o el encubrimiento”, escribió la presidenta de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, en su cuenta de Twitter.
El mandatario reaccionó negando la versión de su exconsejero de Seguridad, un halcón de la era Bush que fue despedido a principios de septiembre. “Nunca le dije a John Bolton que la ayuda a Ucrania estaba vinculada a las investigaciones sobre los demócratas, incluidos los Biden”, escribió el presidente en su cuenta de Twitter. “Si John Bolton ha dicho esto, ha sido solo para vender un libro”, añadió.
No puede haber, en efecto, campañas de publicidad mucho mejores que la que esta noticia ha generado para el libro de Bolton, pero, por muchos cálculos marquetinianos que haya detrás, la acusación resulta de una gravedad difícil de obviar. Algunos senadores republicanos que se habían mostrado dudosos, como Mitt Romney o Susan Collins, transmitieron que este lunes esta información les había dado más razones para pedir que el juicio se demore un poco más para escuchar a este y otros altos cargos implicados en el escándalo de Ucrania, en lugar de cerrarse una rápida absolución.
Los demócratas, que son minoría con 47 de los 100 escaños del Senado, necesitan el apoyo de cuatro miembros del partido rival para tener la mayoría simple con la que lograr esa y otras comparecencias, como la del jefe de gabinete y director de la oficina de presupuestos, Mick Mulvaney.
El magnate neoyorquino, tercer presidente de la historia de Estados Unidos en verse sometido a un impeachment, está acusado de abuso de poder por presionar a su homólogo ucranio, Volodímir Zelensky, usando como moneda de cambio esas ayudas militares que ya habían sido aprobadas por el Congreso, además de una invitación a la Casa Blanca. En concreto, pedía pesquisas sobre Joe Biden, precandidato presidencial, y el hijo de este, Hunter, por sus negocios en el país, así como sobre una teoría desacreditada de una supuesta trama de injerencia electoral para ayudar a los demócratas en 2016. La defensa sostiene que el mandatario actuó por una preocupación honesta sobre la corrupción y que la congelación de los fondos militares —un bloqueo que fue ilegal, según un informe oficial— no tuvo que ver con esas conversaciones.
Es justo lo contrario de lo que sostiene Bolton, despedido el 10 de septiembre a raíz de las crecientes discrepancias con el presidente. En el libro, según el Times, Bolton apunta que sintió preocupación por la llamada del 25 de julio entre Trump y Zelensky, en la que el mandatario pide esas investigaciones, e incluso ofrece la colaboración en la materia de su abogado personal Rudy Giuliani, lo que supone un procedimiento completamente irregular. También se refiere al polémico despido de la embajadora Marie Yovanovitch y afirma que el secretario de Estado, Mike Pompeo, era consciente de que las acusaciones de corrupción sobre la diplomática carecían de base.
La noticia marcó el segundo día de exposición por parte de la defensa de Donald Trump en el juicio, que abrió un viejo conocido de Washington que el presidente ha incorporado a su equipo legal, el fiscal Kenneth Starr, encargado de la investigación que desencadenó el impeachment contra Bill Clinton en 1998. Antes de comenzar la sesión, el senador Romney, ex candidato presidencial republicano, consideró que sería “importante” escuchar a Bolton. Susan Collins, de Maine, consideró que “Las informaciones sobre el libro de John Bolton refuerzan los argumentos de quienes piden testigos”.
“Solo necesitamos a cuatro senadores republicanos que quieran la verdad”, señaló el líder de los demócratas en el Senado, Chuck Schumer, el domingo. El juicio contra el presidente a raíz del escándalo de Ucrania salió adelante en la Cámara de Representantes gracias a la mayoría de los demócratas en ella, pero la Casa Blanca negó cualquier colaboración durante la fase de investigación, bloqueando la declaración de cargos de la Administración y la entrega de decenas de documentos. Este boicoteo ha supuesto el segundo cargo que pesa sobre Trump: obstrucción al Congreso.
En el Senado, Starr abrió el turno de palabra y advirtió a los senadores del peligro de convertir un proceso de impeachment, que desemboca en la destitución del presidente si se le declara culpable de un delito o falta grave, en algo habitual. “Como la guerra, el impeachment es el infierno”, recalcó, o al menos “un infierno presidencial”. No está claro si el supuesto relato de Bolton va a suponer un punto de inflexión para los republicanos dudosos sobre un cierre tan rápido del juicio —sin oír a más testigos— o si el cierre de filas en torno a Trump va a seguir inquebrantable.
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