Donald Trump, durante el acto de este sábado en New Hampshire.Reba Saldanha (AP)
Donald Trump abandonó este sábado su madriguera de Mar-a-Lago para participar en los estados de New Hampshire y Carolina del Sur en sendos actos ante los suyos, los primeros de su tercera campaña hacia la Casa Blanca, que aspira a reconquistar en 2024.
Empezó por el Norte a mediodía (hora de la Costa Este) con un mitin en Salem (New Hampshire), en el que se mostró más relajado que durante el crispado anuncio del pasado 15 de noviembre de sus aspiraciones presidenciales ciertamente tempranas. Desde entonces no se había visto al magnate, acosado por las causas pendientes y cada vez más aislado dentro y fuera de su partido, más allá de las lindes de la finca en la que vive en Palm Beach (Florida).
Los 437 líderes y simpatizantes republicanos que asistieron al congreso estatal de la formación en Salem tuvieron su ración de puro Trump, que a ratos coqueteó con el intrusismo en la profesión de monologuista cómico. Habló del presidente Joe Biden y de los líos del portátil de su hijo Hunter (”¿qué había en él’, le preguntó Joe. ‘todos los crímenes que has cometido, papá”) y de la guerra de Ucrania (”mi personalidad nos mantuvo alejados de la guerra”). También se empleó a fondo en una de sus aficiones favoritas: echar flores a su presidencia (2017-2021): “Detuvimos a los comunistas, detuvimos a los marxistas”, dijo Trump sobre su único mandato. “Y si no los detenemos la próxima vez, creo que esto será el final”
Cabe interpretar su vuelta a la vida pública de este fin de semana como un intento de resucitar el brío de una campaña que nació cansada y que se mueve con torpeza por el fracaso de los republicanos en las elecciones de medio mandato del pasado mes de noviembre. En ellas, no lograron reconquistar el Senado, se tuvieron que conformar con una magra mayoría en el Congreso y culparon de todo ello a la influencia a la hora de designar candidatos (demasiado extremos e inexpertos) del expresidente, al que muchos entre sus filas se atreven por fin a desdeñar como un “perdedor en serie”.
Entre los escépticos se cuenta el gobernador de New Hampshire, Chris Sununu, al que se contempla como un posible candidato potencial para la nominación republicana de 2024, y ha sido muy crítico con Trump. Argumentó en diciembre que este ya “no es la influencia que cree que es” y que el Partido Republicano “se estaba alejando” de él.
Inasequible a la tozuda realidad, este respondió a esas críticas hablando en Salem de sí mismo en tercera persona (otra debilidad) durante su intervención del sábado: “Dicen que no está haciendo mítines, que no está haciendo campaña, tal vez haya perdido pegada, pero lo que no saben es que estoy más enojado y más comprometido ahora [con la victoria] que nunca”.
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Trump no dejó al azar la elección de los escenarios para su enésima resurrección. New Hampshire es el lugar en el que se celebran las primeras primarias de los partidos para elegir a su candidato (llegan a los pocos días de la organización de los pintorescos caucus de Iowa). Los demócratas andan queriendo cambiar ese orden en aras de una mayor fidelidad entre lo que salga de New Hampshire, un Estado que no refleja la diversidad del país, y el resultado final. La idea es primar Carolina del Sur, segunda parada del supersábado de Trump. Los republicanos no tienen previsto alterar ese orden.
A Columbia, la capital de un Estado que se enorgullece de ser el primero en votar candidatos a presidente entre los del Sur del país, voló el magnate después de New Hampshire para ofrecer un discurso por la tarde en su Congreso.
New Hampshire es una tierra de buenos recuerdos para Trump, que ganó las primarias en 2016 cuando la sola idea de que acabara en la Casa Blanca parecía una broma imposible. Después, perdió el Estado contra Hillary Clinton por algo menos de un punto (siete lo separaron de Joe Biden en 2020). En Salem anunció este sábado el nombramiento de Stephen Stepanek como asesor principal de su campaña. Stepanek lo ayudó hace seis años decididamente a adjudicarse el Estado del Granito, que es como se conoce popularmente ese pequeño rincón de la costa nororiental del país.
Esta vez la cosa pinta mucho más difícil que entonces. Pese a que Trump es el único que ha hecho pública su candidatura a la presidencia en cualquiera de los dos partidos, en el suyo ya hay nombres que suenan con fuerza parta disputarle el puesto. El que más fortuna ha hecho de momento en representar una alternativa es el gobernador de Florida Ron DeSantis, un hombre de desmedida ambición e implacables modos al que a menudo se han referido sus contrincantes como “Trump con cerebro y templanza”.
El viaje a New Hampshire llega dos días después de que una encuesta de la universidad de, precisamente, ese Estado situara a Trump 12 puntos por detrás del gobernador de Florida entre los republicanos de New Hampshire
Otros posibles adversarios republicanos podrían ser el exvicepresidente Mike Pence, en apuros esta semana en la que se conoció que guardaba documentos clasificados en su casa de Indiana; el gobernador de Virginia Glenn Youngkin, que ha cumplido un año en el puesto con sus credenciales de guerrero cultural intactas; y Nikki Haley, que fue gobernadora de Carolina del Sur entre 2011 y 2017 y luego se desempeñó como embajadora ante las Naciones Unidas con Trump de presidente. A Haley no la esperaba en el acto de Trump de este sábado por la tarde.
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