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Trumpismo sin Trump

EL PAÍS

La batalla interna del Partido Republicano para pasar página del yugo de Donald Trump comenzó finalmente este miércoles con la presentación pública de la candidatura de Ron DeSantis, actual gobernador de Florida, a las primarias para las elecciones de 2024. DeSantis llega a la carrera por la presidencia después de haber arrasado en su Estado el año pasado y con un resultado sorprendente entre capas latinas y urbanas que los republicanos esperan recuperar en otros lugares de EE UU. Su discurso está directamente heredado del mensaje apocalíptico con el que Trump sedujo a las bases más extremistas del partido hace siete años y aporta un currículum como gobernador en el que ha explotado todas las guerras culturales con el progresismo. Entre la media docena de candidatos declarados para las primarias, DeSantis es el que mejor resume la aspiración republicana de mantener el trumpismo sin el lastre electoral que ha demostrado ser Trump, quien nunca ganó en número de votos en una elección.

En lugar de seguir la liturgia de dar un discurso en su lugar natal rodeado de sus seguidores, DeSantis anunció su candidatura en la red social Twitter, a través de un audio en directo en el que debatió con el dueño de la plataforma, Elon Musk. Fue un desastre técnico. Twitter no pudo soportar el tráfico y la novedad resultó una chapuza deslucida. Desde Donald Trump hasta el presidente Joe Biden se rieron de la situación en el propio Twitter. Pero la iniciativa plantea una cuestión más de fondo: cuál será a partir de ahora el papel electoral de esta red social, dirigida ahora de manera despótica por un empresario empeñado en hacerla relevante a toda costa. La conversación entre Musk y DeSantis reveló una sintonía de intereses preocupante.

DeSantis tiene 44 años. En el momento de su hipotética toma de posesión, en enero de 2025, sería el presidente más joven de este siglo. El contraste es evidente con el presidente de mayor edad de la historia, Joe Biden (80 años), pero también con Trump, de 76 años y el segundo presidente de mayor edad de la historia. Tanto en las primarias como en una elección general, DeSantis puede arrogarse legítimamente la imagen del empuje de una nueva generación taponada por los políticos de los noventa. Esa imagen de frescura caribeña del gobernador no puede ocultar, sin embargo, un discurso extremista que recoge algunos de los puntos más siniestros popularizados por Trump: la criminalización de la inmigración, la exageración de la inseguridad en las ciudades, la caricatura del bando demócrata como una amalgama poscomunista que trata de imponer una dictadura de revisión histórica (“la horda woke”) y, en general, la visión de EE UU como una cultura cristiana en peligro de extinción. Es un arma de doble filo que será difícil mantener en una elección general. La obsesión antiprogresista de DeSantis lo ha llevado a un enfrentamiento público de alto riesgo con The Walt Disney Company.

A pesar de la fenomenal maquinaria que promete respaldar a DeSantis y de que los grandes donantes republicanos buscan una alternativa a Trump para volver a ganar, no está claro que copiar el discurso con un rostro más joven sea suficiente para convencer a personas que adoran a Trump más allá de ideologías. En pocas semanas se verá si DeSantis tiene impulso suficiente para este desafío. Las encuestas son inútiles a efectos de predicción, pero revelan que Trump mantiene intacto su apoyo en al menos un tercio del partido, lo suficiente, igual que en 2016, para imponerse con facilidad si hay muchos candidatos que dividen el resto del voto.


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