Que a una estrella como Tucker Carlson no le hayan dejado ni despedirse en antena de sus espectadores, sus fieles ultras, dice mucho de cómo ha terminado con Fox News. El presentador era un filón, y aun así la cadena conservadora decidió sacrificarlo pocos días después de pagar 787 millones de dólares a la empresa Dominion para evitar un juicio por difamación. Fox reconocía con ese desembolso lo que ya se sabía: que difundió a sabiendas el bulo de que a Donald Trump le robaron las elecciones en 2020. Cada noche a las ocho, Carlson infló esa mentira junto a tantas otras sobre la pandemia, el asalto al Capitolio y el cambio climático. La cuestión es por qué el imperio de Rupert Murdoch lo ha apartado justamente ahora y qué consecuencias tendrá esto en la campaña electoral del año que viene.
Cuando Carlson empezó en los medios, era un conservador respetado. Poco a poco fue transformándose en un influencer del odio. Consiguió hacerse un nicho en la televisión por cable a base de mezclar mentira, verdad y conspiración. Era el representante del trumpismo sin Trump, el defensor del Make America Great Again que se llevaba mal con el expresidente. Y arrasaba en pantalla: tenía casi 3,5 millones de espectadores, el triple que su competidor progresista en la misma franja horaria, el presentador de la CNN Anderson Cooper. Eso, sin contar los millones de personas que siguen y comparten sus salidas de tono en redes sociales. Su programa, Tucker Carlson Tonight, marcaba la agenda de los radicales del Partido Republicano.
La Fox no ha prescindido del comunicador porque quiera dar un giro a su línea editorial, sino porque este se había convertido en un elemento incómodo, especialmente fuera de cámara. Su antigua productora lo demandó a él y a la Fox por comportamientos misóginos y abusivos. Sus abogados podrían buscar más casos de acoso laboral y colocar a la cadena en una posición muy incómoda.
Algunos describen el despido de Carlson como una amputación y un riesgo. Está por ver qué hará la máquina amputada en estos 18 meses que faltan para las elecciones de 2024. No está claro que los demócratas vayan a estar más tranquilos sin Carlson en prime time. Lo que sabemos es que la empresa de Murdoch es un engranaje de hacer dinero; mueve cifras que nunca han alcanzado los medios progresistas, por eso ha podido permitirse el cheque astronómico para zanjar la demanda de Dominion. La moraleja de esta historia es que las corporaciones fabrican estrellas, pero están por encima de ellas, el clásico make-or-break (son capaces de crear figuras de éxito o de destruirlas). Puede que a partir de ahora el público MAGA pierda el interés por la televisión tradicional. También cabe la posibilidad de que se enganchen al sucesor de Carlson, y que este sea peor. @anafuentesf