Ucrania, el estrecho pasillo


No podemos saber qué ocurrirá en Ucrania los próximos días, pero sí en los próximos años. A corto plazo, la bola de cristal está cubierta de fuego y humo. Ucrania está envuelta en la niebla de la guerra, como denominó el secretario de Defensa de Kennedy, Robert McNamara, a la incertidumbre inherente a todo conflicto bélico, incluso el que crees que vas a ganar sin problemas, como los estadounidenses al llegar a Vietnam.

Pero, a medio plazo, la bola de cristal nos dice que Ucrania será una democracia liberal. Y no porque tengan una determinada cultura política, religión, color de piel, u otras características accesorias, sino porque, como nosotros, han probado los frutos del árbol de la libertad y están condenados a luchar por ella durante el resto de sus días. Estos años los ucranios han tenido la oportunidad de estudiar, trabajar, comprar, viajar, hablar de política y votar en libertad. Y no están dispuestos a renunciar a esta forma de vida. No aceptarán una economía o una política dirigida, ya sea por Moscú o un Gobierno títere.

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En la bola de cristal ucrania podemos vislumbrar lo que los economistas Daron Acemoglu y James Robinson llaman el “estrecho pasillo de la libertad”. Es decir, el camino que hace posible que las sociedades disfruten de derechos políticos y económicos, y que no estén sometidas a los designios de autócratas y oligarcas. Es un corredor angosto, porque es fácil que un país descienda en la anarquía, cuando no existe un Leviatán que ponga orden; o, lo que es más probable en nuestro tiempo, que quede controlado por un Leviatán despótico. Para que la libertad florezca es necesario un delicado equilibrio entre la fuerza del Estado y de la sociedad. Y, como los Estados disponen de tecnologías cada vez más sofisticadas para dominar a sus poblaciones, incluyendo la trazabilidad de nuestros movimientos tanto reales como virtuales, necesitamos sociedades crecientemente movilizadas.

Así que, benditas las protestas ciudadanas, de las más izquierdosas, como el 15-M, a las más derechosas, como las manifestaciones contra las restricciones por la pandemia. Ese fervor social es lo que, al caer el muro de Berlín, no tenía Rusia, que quedó enjaulada por Putin, pero sí Estonia o Polonia. Y ahora Ucrania lo exhala a raudales.

Nunca he sentido tanto miedo, pero tampoco tanta esperanza, sobre el futuro de la democracia. @VictorLapuente

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