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Ucrania refuerza su frontera con Bielorrusia ante la crisis migratoria y la amenaza rusa

Miembros de la guardia fronteriza ucrania hacen maniobras en la frontera con Bielorrusia, en la region de Volyn, el 11 de noviembre.

Miembros de la guardia fronteriza ucrania hacen maniobras en la frontera con Bielorrusia, en la region de Volyn, el 11 de noviembre.Reuters

La crisis en la frontera entre Polonia y Bielorrusia, donde miles de migrantes aguardan con la esperanza de poder entrar en la UE, aviva la tensión también en Ucrania. Kiev ha anunciado que reforzará su linde con Bielorrusia, hasta ahora muy porosa, y se plantea reservar fondos del presupuesto del próximo año para construir una valla de más de 2.500 kilómetros en sus fronteras con Rusia y Bielorrusia. La crisis migratoria a las puertas del frío invierno y la cercanía cada vez mayor entre Moscú y Minsk han elevado todavía más la alarma en Kiev, ya en alerta por la acumulación de tropas rusas junto a su territorio en un movimiento que recuerda, según avisa la OTAN, al que derivó en la anexión ilegal de la península ucrania de Crimea en 2014.

Ucrania ha desplegado ya 15 helicópteros, dos aviones y 44 drones en sus fronteras. Además, el Parlamento ha autorizado a la guardia fronteriza a utilizar equipo militar y armas de fuego. El jueves, el Ministerio del Interior informó de que había interceptado a un grupo de 15 personas, originarias de países de Oriente Próximo, que trataban de entrar ilegalmente en el país desde la vecina Bielorrusia. La Unión Europea ha acusado al líder autoritario Aleksandr Lukashenko de orquestar la crisis, transportar migrantes y ayudarlos a cruzar las fronteras ilegalmente hacia Polonia y Lituania (miembros de la UE) como respuesta a las sanciones que la Unión impuso a Minsk por la durísima represión a la sociedad civil y a la oposición.

Kiev no solo teme convertirse en otro eslabón de la crisis humanitaria —tras la que, además ve la mano del Kremlin con el objetivo de desestabilizar Europa— sino que ha comenzado a percibir sus 1.100 kilómetros de frontera con Bielorrusia (o al menos algunos puntos estratégicos) como un problema de seguridad. “Puede ser una fuente de amenaza real”, asegura a EL PAÍS el ministro de Exteriores de Ucrania, Dmytro Kuleba. “Antes de esta crisis, nuestra frontera con Bielorrusia era casi 100% transparente, porque Ucrania nunca esperó ninguna acción hostil de Bielorrusia. Ahora, al ver cómo Moscú y Minsk se acercan cada vez más y cómo cambia la retórica de Lukashenko, entendemos que puede suponer un riesgo”, señala Kuleba.

Moscú es el único aliado europeo de Lukashenko, que mantiene una relación compleja con el líder ruso, Vladímir Putin. El presidente bielorruso, que una vez hizo gala de ser el amortiguador entre Rusia y Occidente, está cada vez más cerca de Moscú por necesidad, aunque se sigue resistiendo a una integración más profunda con su poderoso vecino. Minsk acogió en 2015 las conversaciones para poner fin al conflicto del Donbás, donde la guerra con los separatistas ucranios apoyados militar y políticamente por Moscú se ha cobrado ya unas 14.000 vidas, y allí se firmaron los acuerdos que debían marcar el camino para el fin de las hostilidades. La situación hoy es muy distinta, y algunos observadores temen que Lukashenko termine incluso por reconocer Crimea —que Moscú se anexionó tras un referéndum considerado ilegal por la comunidad internacional y con presencia militar en el territorio— como rusa.

Rusia y Bielorrusia han reforzado estos meses su colaboración militar con nuevas maniobras. La semana pasada, Moscú envió paracaidistas a las cercanías de la frontera bielorruso-polaca para hacer otras prácticas conjuntas (en las que fallecieron dos paracaidistas) y también bombarderos con capacidad militar a patrullar la región. A la vez, mantiene unos 114.000 soldados junto a las fronteras ucranias, según cálculos de las agencias de inteligencia occidentales y de las fuerzas de seguridad ucranias; además de armamento pesado que dejó allí la primavera pasada, cuando sus maniobras pusieron en seria alerta a la OTAN y a la UE.

El Kremlin niega cualquier intención agresiva, acusa a la OTAN de amenazar a Rusia, cruzar sus “líneas rojas” y de tener una actividad “provocadora” en Ucrania con suministros de armamento y maniobras en el Mar Negro, y asegura que mantiene la tensión para “prevenir el conflicto”. “Nuestras advertencias recientes se han notado y han tenido efecto”, dijo el jueves Putin. “Ha aparecido cierta tensión allí y necesitamos que continúe para que a nadie se le ocurra causar un conflicto que no necesitamos en nuestras fronteras occidentales”, añadió.

Los movimientos de tropas rusas, que han suscitado de nuevo las advertencias de seguridad de la Alianza Atlántica y Bruselas, generan preocupación extrema en Kiev. El ministro de Defensa ucranio, Oleksii Reznikov, de visita en Washington, pidió a EE UU más ayuda para defender el espacio aéreo y la costa del país. “Necesitamos cubrir nuestro cielo y nuestro mar”, dijo Reznikov tras su reunión con el secretario de Defensa, Lloyd Austin.

Conversaciones para la desescalada en la crisis migratoria

Bielorrusia asegura que la crisis en su frontera con Polonia y Lituania, donde se encuentran unas 7.000 personas migrantes que aspiran a cruzar la la UE, se ha producido entre otras cosas por las sanciones europeas contra Minsk. En particular por la restricción de Bruselas a los proyectos de asistencia técnica internacional de seguridad fronteriza, asegura el Ministerio de Exteriores bielorruso en un comunicado, que menciona un proyecto previsto de construcción de un centro para migrantes en situación irregular. Bielorrusia “se  vio  privada  de  los  recursos  y  las  oportunidades necesarios para continuar con el mismo volumen de trabajo para resolver los problemas comunes de la migración”, dice Exteriores, que asegura que Minsk está abierta a la cooperación.

Unos 2.000 migrantes fueron trasladados por las autoridades bielorrusas de los gélidos campamentos improvisados al aire libre a refugio improvisado en un almacén cerca del cruce fronterizo de Kuznica con Polonia, donde soldados y voluntarios bielorrusos les han proporcionado ocho toneladas de comida y té caliente diariamente. Mientras se siguen produciendo conversaciones para la desescalada. Esta semana, el líder bielorruso, Aleksandr Lukashenko, conversó con la canciller alemana, Angela Merkel. Y este viernes,  un portavoz del Gobierno aleman ha informado de que la canciller ha hablado con los responsables de la Agencia de la ONU para los Refugiados y la Organización Internacional para las Migraciones sobre la crisis humanitaria en la frontera.

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