Hubo una época en Milwaukee, hogar de los Bucks, en que la palabra de Jabari Parker iba a misa. Superaba en rango a la opinión de Giannis Antetokounmpo, actualmente referente de la franquicia, dos veces MVP y campeón de la NBA. Era 2015 cuando el alero, con tan solo 20 años, le recriminó al griego su vagancia en uno de los entrenamientos del grupo, por aquel entonces dirigido por Jason Kidd. Tal era su ascendencia en el grupo que el técnico decidió sentar a Anteto en el siguiente encuentro del equipo sin dar explicación alguna. Parker había apuntado y Kidd no dudó en disparar para castigar a quien sería el futuro rostro del equipo.
Mucho ha llovido desde aquel episodio de abril en Wisconsin, y Parker busca ahora un último tren para recuperar su carrera en Barcelona. No juega desde el pasado 9 de enero de 2022, casi 600 días de baja para un talento que vio como las lesiones truncaban su rumbo hacia el estrellato. “Siempre es genial jugar contra Jabari, es una locura por todo lo que ha pasado. Estoy muy contento por él, sé que tuvo momentos muy complicados, oscuros, después de sus dos lesiones”, decía Anteto después de uno de sus últimos duelos directos. Tildado en su momento como el próximo LeBron James por la revista Sports Illustrated, Parker es considerado uno de esos juguetes rotos del Draft a sus 28 años.
Fue número dos de la gran cita en 2014, tan solo por detrás de Andrew Wiggins y por delante de tipos como Joel Embiid, Aaron Gordon y Dante Exum, otro que usó la carta Barça para relanzar su trayectoria profesional y encontrar una vía de retorno a la NBA. Una sola temporada universitaria en Duke, bajo el exitoso programa de Mike Krzyzwewski, había servido para impresionar a los ojeadores de la liga y le valió un puesto en el mejor quinteto All-American. No era el último premio que pretendía recibir, ni mucho menos, pero a día de hoy todavía lo es.
La fe no cura los cruzados
La mala suerte se cebó con Parker desde su primera temporada en la NBA. A los 25 partidos se lesionó los ligamentos cruzados de la rodilla izquierda y allí empezó su calvario. Ya recuperado, su segunda temporada fue la más completa de toda su trayectoria, y su ascendencia sobre Antetokoumpo todavía era clara en Milwaukee, como demuestra el episodio de la vagancia. “Estábamos todo el día jugando el uno contra uno en los entrenos, a él le encantaba eso”, recordaba el griego, que llegó a picarse cuando Kidd le sentó en el banquillo y le hizo sentir como un problema para el equipo. La situación duró poco. El tercer año de Jabari marcó su punto álgido y el inicio de su declive en la liga.
Promediaba 20,1 puntos y 6,2 rebotes por partido cuando volvió a romperse los cruzados de su maldita zurda, y pese al refugio en su fe mormona, la recuperación no fue fácil y esta vez se cargó por completo sus capacidades atléticas. Arrebatada su explosividad física, los uno contra uno marca de la casa cayeron en picado, y su pobre defensa quedó todavía más expuesta.
“Todo se puede desvanecer en un instante”, reflexionaba en 2017, de regreso a unos Bucks que ya tenían clara la apuesta por su monstruo griego. La falta de minutos en playoffs frustró a un Parker que de pequeño había entrenado sus intervenciones con los medios con su madre en la cama. Ya con 7 años, explicaba Lola a The Ringer, el chaval se iba a dormir practicando cómo atender a la prensa y cómo ser un buen líder y ejemplo.
“A ningún jugador le pagan por defender”
Sorprende que aquel chico “maduro y preparado” que aterrizó en la NBA en 2014 pasara, después de su calvario con las lesiones, a descarrilar en la sala de prensa. Milwaukee decidió partir peras con él tras no igualar una oferta de los Chicago Bulls, el equipo de su ciudad natal, cuando el jugador era agente libre restringido. Nada más llegar a Illinois, Parker dejó la frase que más se recuerda de su carrera deportiva.
“Mira a todo el mundo en la liga. A ningún jugador le pagan por defender. A nivel histórico, solo dos jugadores habrán jugado a defender. No quiero decir que no lo haré, pero señalar esto como una debilidad es señalar la debilidad de todos. Yo he anotado 30 y 20 puntos contra tíos que dicen intentar defender”, espetó en una de las emisoras de referencia en Chicago.
Su etapa con los Bulls arrancó en 2018 su periplo como trotamundos irregular, aquejado de constantes molestias y lesiones. Jugó tan solo 39 partidos, 17 de ellos como titular, y logró recuperar números aceptables con 14,3 puntos y 6,2 rebotes por encuentro, aunque eso no fue suficiente para que en Chicago ejercieran su opción de contrato en el segundo año. Washington fue el siguiente destino y cayeron solo 25 partidos. Luego Atlanta, 32 partidos, y fuera. En sus dos etapas con Sacramento, acumuló 9 apariciones, y con Boston más de lo mismo: 10 partidos en la temporada 2020-2021 y 12 en la temporada 2021-2022. Un espejismo.
Desde entonces, su parte de lesiones ha incluido de todo: desde infecciones respiratorias y enfermedades de estómago a esguinces en la rótula y la rodilla, pinzamientos en el hombro y molestias en la espalda.
“La vida lo lanza todo contra ti. La vida no es estabilidad, y todo el mundo se enfrenta a retos. Esta perspectiva me permite llegar lejos y me prepara para momentos así”, dijo en una de sus últimas intervenciones como miembro de los Celtics. Desde entonces, sin equipo, Parker ha hecho algunos pinitos en exhibiciones y ha seguido entrenando con la mirada puesta a conseguir una última oportunidad. Él quería que llegara en la NBA, y este mismo julio renunció a disputar la Liga de Verano con los Bucks por una urgencia familiar, pero la oferta del Barça le encandiló y él mismo se pagó un billete de última hora Chicago-Barcelona para cerrar el trato y volver a despegar.