Un análisis forense abre la hipótesis de que los huesos del apóstol Santiago estén confundidos

Doce apóstoles y dos de nombre Santiago. Uno, llamado El Mayor, hijo de Zebedeo. Otro, por contraposición El Menor, hijo de Alfeo. La tradición cuenta que la catedral de Santiago de Compostela guarda los supuestos restos de ambos, aunque no hay ninguna certeza científica al respecto. A pesar de ello, en torno a los huesos que se atribuyen al primero se erigió una de las grandes metas de peregrinación de la cristiandad. El presunto cráneo hecho añicos del otro constituye la segunda reliquia más importante del templo, entre los cientos de ellas que atesora la basílica gallega. Pero un trabajo publicado ayer jueves en la revista Forensic Anthropology, de la Universidad de Florida, pone en duda que la calavera atribuida al Alfeo pertenezca realmente a este apóstol y abre la hipótesis de que pueda tratarse de la cabeza de Santiago el Mayor que describe la tradición.

En el artículo A Forensic Anthropological Study of Human Remains Attributed to the Apostle James Alphaeus, Fernando Serrulla, responsable de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal de Galicia (Imelga) y presidente de la Asociación Española de Antropología y Odontología Forense, revela que los huesos del presunto cráneo de Santiago el Menor presentan traumatismos compatibles con el martirio que relatan las Sagradas Escrituras para el Mayor. Sin embargo, no hay en esos huesos ni rastro de las lesiones que habrían quedado grabadas para la eternidad si el varón al que perteneció esa calavera hubiese fallecido como se dice que murió el Alfeo.

Santiago el de Zebedeo, según el Nuevo Testamento, murió degollado o decapitado por orden de Herodes Agripa I, rey de Judea, y para ello fue preciso usar algún tipo de poderosa arma cortante. Para Santiago el de Alfeo, sin embargo, los textos religiosos dan siempre a entender, en un relato con matices variables a lo largo de la historia, que falleció por un traumatismo craneoencefálico por golpes con algún objeto contundente. Precipitado desde lo alto del templo de los fariseos y luego apedreado y rematado por un batanero con su maza o su fuste.

Ningún científico de los siglos XX o XXI ha podido estudiar el esqueleto que se atribuye a Santiago el Mayor, el llamado Hijo del Trueno, patrón de España, después de que en 1884 el Vaticano confirmase por telegrama al Arzobispado la autenticidad de los restos y zanjase definitivamente cualquier suspicacia. “Quedan, con el decreto pontificio, superadas para siempre jamás antiguas cavilaciones”, celebraba en la misiva enviada a Galicia el cardenal Domingo Bartolini, prefecto de la Congregación de Ritos. Con esto —y a pesar de las teorías que achacan tales restos a Prisciliano— no solo se cerraba a cal y canto la puerta de las dudas, sino que se abría un esplendoroso futuro de devoción y peregrinaje como los que había conocido Santiago en la Edad Media.

Serrulla, sin embargo, recibió en 1991 el encargo de la Consejería de Cultura de la Xunta (Dirección General de Patrimonio Histórico y Documental) de inspeccionar los fragmentos que se conservan del supuesto cráneo del otro apóstol Santiago, el Menor. El Cabildo de la Catedral no permitió al forense llevarse los restos al laboratorio para realizar pruebas complementarias, como la datación, y el deán, a la sazón el ya fallecido Alejandro Barral, le dio al médico un plazo de 10 días para rematar. Todo el trabajo tenía que llevarlo a cabo con máxima discreción en la propia capilla de las Reliquias, el espacio que exhibe el fabuloso relicario de Santiago Alfeo en el lugar de honor de un enorme retablo con vestigios de otros 70 santos.

Cuando se le pregunta al investigador por qué ha tardado 30 años, desde noviembre de 1991, en sacar a la luz unos resultados que contradicen la versión oficial de la Iglesia católica, explica que en esa época estaba volcado en sus oposiciones y que el trabajo cotidiano como forense lo llevó por otros derroteros. Además, asegura que el informe que presentó entonces se centraba únicamente en el análisis del cráneo atribuido a Santiago el Menor, sin ponerlo en relación con el Mayor como ha hecho ahora en el artículo que ha divulgado Forensic Anthropology. El descubrimiento llegó a hacerse público en un congreso médico, pero no se le dio difusión. Ni la Xunta, que pagó la investigación, ni el Cabildo han dado a conocer tampoco nunca los resultados. Fernando Serrulla es miembro de la Sociedad de Ciencias Aranzadi y autor, entre un sinfín de casos, del estudio antropológico de los huesos de Diana Quer y de la identificación de soldados en Malvinas o de numerosos represaliados rescatados de fosas de la guerra civil española.

Busto-relicario de Santiago Alfeo (siglo XIV) que preside la colección de reliquias del Tesoro de la catedral compostelana.
Busto-relicario de Santiago Alfeo (siglo XIV) que preside la colección de reliquias del Tesoro de la catedral compostelana.Fundación Catedral

Los huesos, fragmentados, incompletos y muy afectados por un incendio (la capilla de las Reliquias ardió en 1921), que estudió Serrulla en la catedral se corresponden con los de un hombre al que mataron con un “instrumento corto-contundente”, concluye su artículo el científico. “Los signos patológicos muestran señales de decapitación por ajusticiamiento”, algo “compatible con el hecho de que pertenecieran a Santiago el Mayor”. “El cráneo estudiado es posiblemente el de un varón de edad superior a los 35 años y presenta dos lesiones producidas por un instrumento tipo espada”, desgrana Serrulla. “La lesión frontal se produjo antes que la parietal”, diagnostica basándose en el patrón de las fracturas, y “posiblemente se trate de un caso de ejecución por la llamada muerte de los tres golpes”.

Esta pena capital de la época romana consistía en un golpe lateral con un arma corto-contundente (con abundante masa, como es una espada) que aturdía; un segundo, “con la víctima ya en el suelo”, que “pretendía la muerte”; y un tercero que la aseguraba seccionando el cuello. En Compostela no se conservan vértebras, por lo que el tajo definitivo hay que leerlo interpretando la disposición de los otros dos que aparecen en el cráneo. Lo que no existe por ningún lado en la cabeza atribuida al Alfeo son golpes de maza de batanero o señales de lapidación.

Guerra de reliquias entre dos arzobispos

Un mínimo repaso a los avatares padecidos a lo largo de los siglos por los dos apóstoles de igual nombre refuerza la hipótesis de una posible confusión entre santos. La cabeza de Santiago Alfeo, hoy célebre por el busto-relicario del siglo XIV que la custodia (y de enorme parecido con la iconografía del Santiago Zebedeo), arribó a la catedral en medio del conflicto entre el arzobispo de Compostela Diego Xelmírez y el de Braga Mauricio Burdino (más tarde antipapa Gregorio VIII). En 1102, Xelmírez había perpetrado el que pasó a la historia como Pío Latrocinio: robó en la ciudad portuguesa las reliquias de San Fructuoso, San Silvestre, San Cucufate y Santa Susana en un pulso por hacer más poderosa la iglesia de Santiago.

Seis años después, Burdino logró llevarse a Braga, desde Jerusalén, la que, según él, era la verdadera cabeza de Santiago el Mayor, y así sembró la duda sobre la autenticidad de los restos del apóstol en los que se había fundado la catedral gallega. Tanto la sembró, que en 1116 la reina doña Urraca volvió a cometer otro robo: se apoderó de la cabeza que había en Portugal y se la regaló a Xelmírez, que la depositó en un arca de oro, convencido de que podía ser la que Burdino afirmaba que era. Pasaron los siglos y acabó venerándose como el Alfeo, pero nunca dejó de ser la reliquia más mimada del llamado Tesoro de la catedral.

Visita nocturna en la Capela das Reliquias en verano de 2021. El relicario de Santiago Alfeo ocupa la posición central.
Visita nocturna en la Capela das Reliquias en verano de 2021. El relicario de Santiago Alfeo ocupa la posición central.OSCAR CORRAL

Respecto a los huesos atribuidos al apóstol Zebedeo ante los que confluyen los caminos de peregrinación, Serrulla repasa en su artículo el proceso de autentificación en el que se basó la Iglesia. Y desmonta los argumentos de tres peritos de la Universidad de Santiago a los que el cardenal Payá encomendó la tarea en 1879. “En la actualidad ningún profesional admitiría ni tan siquiera una propuesta de identidad con estos datos”, escribe el forense en la revista especializada de la Universidad de Florida. El decreto de confirmación de los restos se firmó en Santiago en 1883, pero quedaba por superar el examen del Vaticano, y León XIII nombró una comisión extraordinaria de la Congregación de Ritos.

Como las pruebas aportadas por el arzobispado no parecían sólidas, el cardenal Agostino Caprara, promotor de la fe o abogado del diablo visitó Pistoia. Según la tradición, esta localidad italiana guardaba un fragmento de Santiago el Mayor regalado en el siglo XII por el arzobispo Xelmírez a su obispo. Un forense italiano que acompañaba a Caprara determinó que era un fragmento de la apófisis mastoides derecha, de la parte inferior del cráneo, que además estaba seccionado como si su propietario en vida hubiera sido decapitado.

Después, Caprara viajó a Galicia, y con los profesores que habían hecho el informe para el Arzobispado comprobó que a uno de los tres cuerpos estudiados (a su parecer, Santiago el Zebedeo y los dos discípulos que según la leyenda trajeron su cuerpo por mar desde Palestina) le faltaba precisamente ese hueso que estaba en Italia. Quizás se deba a la casualidad, pero Serrulla ha comprobado que en la maltrecha cabeza atribuida a Santiago Alfeo tampoco se halla el mastoideo derecho.


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