Un año en rojo

Paneles de cotización de la Bolsa de Madrid.
Paneles de cotización de la Bolsa de Madrid.EFE

Las empresas españolas cotizadas han presentado a lo largo de las últimas semanas sus cuentas correspondientes a 2020. La Bolsa no es un fiel reflejo de la economía, puesto que en el parqué hay sectores que están sobrerrepresentados como la banca y la energía, y otros —turismo y servicios— con un peso menor a su impacto real en el PIB español. Sin embargo, una lectura rápida de los resultados corporativos basta para hacerse una idea del destrozo que la pandemia ha causado en la actividad económica. El pasado año, las pérdidas agregadas de los miembros del mercado continuo sumaron 8.861 millones de euros frente a unos beneficios de 26.455 millones en 2019. Se trata del segundo peor curso en toda la historia de la Bolsa, solo superado por los números rojos de 2012, aunque entonces el cómputo global se vio distorsionado por los gigantescos saneamientos acometidos por Bankia. La evaporación de los beneficios vino acompañada por una caída en la facturación del 15%. Son palabras mayores.

La diversificación geográfica de las actividades, gracias a un proceso de internacionalización que arrancó a finales del siglo XX, permitió a las compañías españolas capear anteriores momentos de zozobra. En esta ocasión, sin embargo, no encontraron puertos seguros al enfrentarse a una recesión en la mayoría de los mercados en los que operan. Las empresas turísticas se llevaron la peor parte. Sin apenas visitantes debido a los confinamientos, fue un año perdido para ellas. También sufrieron, aunque con intensidad desigual, las entidades financieras. Los bancos, cuyos márgenes ya se resentían con unos tipos del interés al 0%, han tenido que realizar ahora importantes dotaciones para prepararse ante el incremento de la morosidad que se avecina. El sector industrial fue otro de los grandes damnificados con casi todas sus plantas cerradas durante dos meses. Tan solo se han salvado de la quema las empresas ligadas al consumo básico, las farmacéuticas y las eléctricas.

Muchos economistas sostienen que la actual crisis no es comparable con recesiones anteriores, puesto que obedece a un factor externo como es la covid-19. Por lo tanto, una vez se mitigue este elemento de riesgo la actividad debería rebotar con la misma intensidad con la que se desplomó. Sin embargo, la recuperación económica en todo el mundo se va retrasando debido a un proceso de vacunación más lento de lo esperado y a la aparición de nuevas cepas del virus. En un escenario tan incierto, hay dos premisas esenciales para la recuperación del tejido empresarial: un uso inteligente de los fondos que España va a recibir de la UE; y que las autoridades sepan resistir a las presiones, y eviten retirar demasiado pronto los estímulos fiscales y monetarios. Muchas compañías pueden permitirse un año en rojo. Dos seguidos, quizá no.


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