La plaza de Garibaldi de Nápoles ha empezado a recuperar el bullicio de siempre. Los timadores buscan presas, los atascos han vuelto a la avenida Umberto I y los puestecitos del barrio de Forcella despachan la fruta y la verdura como si todo lo sucedido en los últimos cuatro meses hubiese sido solo una tremenda pesadilla. El turismo no ha vuelto todavía a una de las ciudades que más han aprovechado en la última década las rutas aéreas de bajo coste. Pero Nápoles, como tantas ciudades del sur de Italia, ha dejado atrás la psicosis por la covid 19 a toda velocidad. Quizá incluso demasiado rápido, advierten los expertos. El uso de la mascarilla ha caído en picado y las medidas de distanciamiento empiezan a verse como un vetusto protocolo. El último sondeo de la empresa SWG concluye que los ciudadanos “muy preocupados por el virus” han pasado del 57% al 18%.
La situación en Italia, cuatro meses después del primer contagio en Lombardía, continúa bajo control. Las cifras mejoran progresivamente. El lunes se registraron 23 muertes, una menos que el día anterior, la menor cifra desde el 2 de marzo. Los fallecimientos acumulados llegaron a 34.657 y se contabilizaron 221 contagios, para un total de 238.720. Pero hay indicadores, como las sanciones por organizar fiestas, el retorno a los comercios (la compra online ha pasado del 49% el 11 de mayo al 34% el 12 de junio) o la caída de venta de mascarillas (a la mitad con respecto a los peores días de la pandemia, señala el gremio de farmacéuticos) que inquietan a las autoridades sanitarias.
La fotografía de Nápoles, donde hace una semana se juntaron 5.000 personas para celebrar la victoria de su equipo en la Copa de Italia, habla de un relajamiento evidente. En la cafetería de Ciro Buonerba, en la esquina de la estación central, nadie lleva mascarilla. “¿Qué quiere que le diga? Aquí hemos tenido pocos contagios. Nuestro peligro de muerte ahora es la caída del turismo, no el virus”, apunta el camarero que atiende la barra atestada. Lo mismo sucede en muchos hoteles y comercios. El buen comportamiento del sur durante la pandemia ha contribuido a este relax.
Las cifras de contagios y muertes hablan de dos países dentro de Italia. En el norte, la mortalidad se ha doblado durante la pandemia, con picos salvajes que han superado el 560% en lugares como Bérgamo, epicentro de la tormenta. En las regiones meridionales, en cambio, la mortalidad no ha subido excesivamente y, en algunos lugares, como Roma en marzo, incluso fue más baja que en 2019. Las cifras aquí hablan de una herida que cicatriza deprisa. También de una corta memoria.
Excesivo relajamiento
Walter Ricciardi, asesor del Gobierno durante la pandemia y expresidente del Instituto de Sanidad italiano, cree que hay un “excesivo relajamiento”. “Es evidente que la atención a las medidas de comportamiento ha caído. Y sí, seguramente habrá algunos brotes, no de aquella manera tan virulenta porque estamos preparados para intervenir. El problema es hacer entender que el riesgo es general. El virus circula en todo el mundo y provoca daños gravísimos. Es un problema global, ninguna parte del mundo es inmune. En lugares donde su impacto ha sido cero, puede explotar ahora”.
Las últimas semanas han puesto el foco en estos lugares, donde se han registrado algunos brotes. El martes se confinaron en Calabria tres barrios de la localidad de Palmi, al detectarse un número excesivamente elevado de contagios concentrados en un reducido núcleo vecinal. En Roma se localizaron también dos importantes brotes hace apenas dos semanas. “La covid-19 circula aún entre nosotros, no hay que bajar el nivel de atención, las reuniones y fiestas de estos días son una bofetada a los médicos y a los familiares de las más de 34.000 víctimas”, comentó el ministro para Asuntos Regionales, Francesco Boccia.
La apertura de las fronteras desde el 3 de junio puede también alterar el equilibrio norte-sur, temen las autoridades. Gran parte del escaso turismo internacional que recibirá Italia en verano optará por visitar zonas meridionales que hasta ahora se habían mantenido relativamente aisladas. Y el 93% de los movimientos serán domésticos, según la patronal, desplazamientos que se producirán, principalmente de norte a sur en busca de las playas. “A los lombardos sí que deberían hacerles controles”, opina Gianni Zaccaria, en un puesto de verdura de Forcella. Esas son las famosas dos Italias.
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