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Un delantero que define


Cuando las victorias en casa de un equipo y las firmas de su delantero centro van de la mano, no hay quien se interponga en el camino. Para esto, fundamentalmente, se ficha a los dueños del gol. Para que resuelvan todos los inconvenientes que surgen por el camino. Willian
José asomó con un don de la oportunidad impecable. Su actuación fue decisiva. Tanto, que no le hizo falta alardear más porque ya lo había hecho todo: dar la vuelta al marcador, ser el artífice de una remontada.



Fue el gol que resolvió, para bien, la manifiesta superioridad de la Real. Fue el gol del partido si sólo se tiene en cuenta el valor de levantar a un equipo y dilapidar al oponente. Fue el 2-1 después del 0-1. El punto álgido del regreso a la vida. El más importante sobre todo si se tiene en cuenta el mensaje que Imanol inculca a hechos consumados en Anoeta: ‘empatar no vale para nada’.

Por lo tanto, la Real había logrado empatar, pero todavía no había conseguido hacer gran cosa. Sólo valía doblar la marca. Jugando en casa, el punta tiene la misión de permanecer alerta. Una realidad que en el fútbol no caduca. Como toda la vida, el delantero es el encargado de castigar al rival con la norma más severa.

Willian José ha estudiado la lección y se la sabe de memoria. Un cuarto de hora después de que la Real neutralizara el primer gol del Betis, el brasileño se empeñó en, puestos a poner patas arriba el partido, ser el cabecilla del alboroto. Por eso corría como un poseso al área, a la caza del remate, cada vez que los Merino y Odegaard abrían a las bandas.

Un derechazo espectacular

Un centro de Zaldua fue el preludio del momento más determinante de la victoria. El resto cuenta menos si el marcador no se mueve, si el dominante no se pone por delante. Willian irrumpió en el área, enganchó el envió de Zaldua a la primera y anotó un golazo. Además de crucial para conseguir los tres puntos, tuvo la virtud de sobresalir por su belleza.

El derechazo, desde dentro del área y ante la estéril marca de Barragán (esto quiere decir que Willian no remató solo), fue inapelable. Fuerte y aproximado a la esquina, un verdadero fastidio para el meta.

Era el minuto 36. Willian duró los diez restantes de la primera parte y los 35 primeros de la segunda en el campo. Al margen del gol, se manifestó con timidez. Se acercó a anotarse otro en medio del huracanado comportamiento de la Real en la reanudación, pero tropezó con un central y no pudo doblar su registro. Tampoco le hizo falta. Por lo demás, desahogó el juego y todo eso. Pero hoy en día no importa. O importa menos. Es un delantero que define. Dentro del área, con pureza y calidad. Su cuarta diana en Liga le convierte en máximo cañonero de la Real junto a Oyarzabal.


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