Es un día muy triste para los derechos de las mujeres en todo el mundo. Cuando más necesario que nunca es garantizar políticas feministas valientes, una vez más los jueces de Estados Unidos dan un paso de gigante hacia atrás y eligen ponerse de parte del machismo.
Pretenden de las mujeres que solo podamos tener un rol en la sociedad: ser madres. Con esta reforma nos pretenden hacer volver a ese Estados Unidos del que hablaba Betty Friedan, donde se nos pretende condenar al único rol de cuidadoras y amas de casa. El feminismo ya ha cambiado el mundo y, por tanto, este varapalo solo conseguirá que los abortos se produzcan en la clandestinidad, que dejen de ser seguros.
No nos cabe la menor duda de que el movimiento feminista estadounidense reaccionará como lo ha hecho tantas veces y empujará a los demócratas de la Administración de Biden a legislar en el mismo sentido que la nueva ley española del aborto. Es evidente que los derechos de las mujeres deben blindarse frente a las políticas reaccionarias. El derecho a interrumpir un embarazo no es un derecho vinculado únicamente al ámbito de lo privado, sino que tiene también que ver con la capacidad de un país de reconocer la ciudadanía a sus mujeres y también con los estándares de salud y sanidad pública que se despliegan para ello. Ojalá también la solución que la Administración de Biden ponga encima de la mesa dé de una vez por todas los pasos necesarios para ampliar la salud como un derecho en EE UU.
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