La Real está en ese punto en el que, cuando llega al vestuario, se le agolpan en la cabeza un puñado de preguntas a las que no encuentra respuesta. No se explica cómo ayer en Valencia, al igual que el miércoles en Barcelona, el partido concluyó en derrota. Pero es que hace sólo unos días se cuestionaba cómo no pudo ganarle al Alavés o por qué igualó frente al Rijeka. La única respuesta certera es que la Real no gana desde hace más de un mes y que sus últimos ocho encuentros han terminado en igualada o derrota.
El único diagnóstico que no admite discusión es que la Real ha extraviado el camino hacia la victoria. Y en el fútbol casi nada sucede por azar. Todo tiene su explicación. El método de la Real ha perdido eficacia. Una senda que entre septiembre y noviembre llegó a recorrer con los ojos vendados, se ha convertido ahora en un trazado sinuoso, lleno de obstáculos, que la escuadra txuri urdin se siente incapaz de superar para abrazarse con la victoria.
El problema que tiene la Real es que la vorágine competitiva que apenas le deja unas horas para recomponerse antes de empezar a pensar en el siguiente partido no le permite apearse de esa montaña rusa de emociones que, en estos momentos, tiene sus vagones en clara caída libre sin que la Real logre frenar el desplome. A tres empates consecutivos en Liga tras la última victoria en Cádiz, la Real ha añadido esta semana dos derrotas consecutivas que suponen un incuestionable sopapo al depósito de expectativas que este mismo equipo había sido capaz de generar.
Menos precisión en el juego
La Real está en ese punto en el que su autodiagnóstico le lleva a deducir que, en realidad, no está haciendo nada muy diferente a lo que hacía cuando ganaba. Y no le falta razón. Pero lo hace con menos precisión en todos los sectores del campo. La personalidad del equipo no se resintió ayer pese a jugar con otro ‘once’ de circunstancias, remodelado por completo y con una elevada presencia de jóvenes en el mismo. Jugó en campo rival, con paciencia y dominando el esférico sobre todo en la primera parte y se adelantó en el marcador. Y cuando más se complicó el escenario se rehizo bien creando hasta cuatro ocasiones que, en condiciones normales, le debieron llevar al 1-2. Lo evitó un soberbio Aitor
Fernández o el VAR, al anular por milímetros otra vez un tanto a Isak. Pero no sólo no ganó sino que, además, acabó perdiendo al aprovechar el Levante un flagrante desajuste defensivo de Gorosabel.
La Real cree que sigue haciendo lo mismo que hace un mes. Y puede estar en lo cierto. Pero, de un tiempo a esta parte, lo hace con sus futbolistas de máximo nivel fuera de concurso, con muchos más kilómetros en sus piernas y con una sucesión de partidos que han provocado un incuestionable, y hasta cierto punto justificado, descenso de rendimiento en un conjunto txuri urdin que llega al final de 2020 en su momento más bajo de la temporada.
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