La ampliación del aeropuerto de El Prat amenaza a uno de los edificios de la arquitectura racionalista española: la Casa Gomis, construida por Antonio Bonet Castellana entre 1957 y 1963 en una de las parcelas del espacio natural de La Ricarda, apenas a 200 metros de la tercera pista de despegue y aterrizaje. Una expansión anterior acabó ya con la vida de otro inmueble característico de la arquitectura moderna: el edificio que construyó Jose Antonio Coderch en 1954 para la sede del Real Club de Golf de El Prat, que permanece sin uso y abandonado desde que Aena expropió los terrenos en 2000. En ese año los gestores del campo de golf recibieron 18 millones de euros en compensación y, al poco tiempo, se trasladaron al término municipal de Terrassa.
Donde estaba el campo de golf y después de talar miles de pinos, se construyó la terminal T1 y la tercera pista, la misma que ahora la empresa pública pretende ampliar 500 metros, algo que supondría destruir 47 hectáreas del espacio protegido de La Ricarda y dejar aislada la Casa Gomis, declarada Bien de Interés Cultural en marzo.
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Coderch, en compañía de Robert Terradas y Manuel Valls, construyó, como sede social del club de golf, un moderno edificio de 3.000 metros cuadrados de una sola planta que se cobija bajo las copas de los pinos; un paisaje que respeta y con el que dialoga. En la mayoría de la fachada emplearon estructuras metálicas y cristales, de suelo a techo, haciendo que exterior e interior se confundan. Los arquitectos coronaron el edificio con una delgada losa de hormigón plana que se prolonga con voladizos que cobijan las terrazas. Para dar luz y ventilar el interior construyeron cuatro patios acristalados y en las zonas privadas, como vestuarios y oficinas, Coderch levantó unos muros de ladrillo o instaló sus características persianas graduadas. En 1968, Alfonso Milà y Federico Correa reformaron el edificio, respetando el esquema original y Francesco Soyo en 1978, ante el crecimiento de socios, amplió los vestuarios.
Cuando se inauguró el edificio, desde la terraza se veían el campo de golf y el Mediterráneo al fondo entre los pinos. En estos 21 años que los terrenos son propiedad de Aena se ha seguido cortando y cuidando la hierba de lo poco que quedó del campo de golf, pero no se ha hecho nada en el edificio, ni el organismo ha permitido que el Ayuntamiento de El Prat, que lo tiene inscrito en su catálogo de patrimonio desde 2004, le dé un nuevo uso mediante algún tipo de convenio, por lo que el paso del tiempo y la acción del mar han hecho mella en su estructura acelerando su degradación. El edificio inaccesible, “por estar en un área restringida”, según fuentes de Aena, apenas se divisa desde la carretera, que circula paralela al perímetro de la tercera pista y que conserva, curiosamente, el nombre de Real Club de Golf.
Entre las compensaciones ambientales previstas en el Plan Director del Aeropuerto de El Prat de 1999, desarrolladas en la Declaración de Impacto Ambiental de 2002, para permitir la ampliación de la infraestructura estaban, además de los controles del aire, impacto acústico y proteger la hidrografía de La Ricarda, la creación de un corredor de unas 90 hectáreas para facilitar la interconexión biológica entre esta laguna y la del Remolar. Algo que llevaría a la reordenación de todo este espacio y la creación de las infraestructuras para la divulgación ambiental.
Dentro de este corredor está el edificio de Coderch por lo que era una oportunidad para su recuperación y darle nuevos usos. Desde Aena aseguran que el corredor “está hecho y operativo”, mientras que fuentes municipales de El Prat mantienen que las compensaciones ambientales son “una falacia”, porque la mayoría no se ha llevado a cabo como demuestra, aseguran, que en febrero la Comisión Europea abriera un procedimiento de infracción contra España por dejadez en la tutela de las zonas naturales del Delta del Llobregat.
En el Ayuntamiento de El Prat son conscientes de la importancia de que en su término y a pocos metros de distancia se encuentren dos de las mejores construcciones racionalistas españolas. Por eso, reclaman que “Aena cumpla con las compensaciones ambientales prometidas ante la ampliación de 1999″ y proponen que “dada la calidad arquitectónica del edificio es necesario un proyecto de reutilización que lo adapte a un nuevo uso, manteniendo su forma y apariencia actual”.
Pero Aena recuerda que se trata solo de un “corredor biológico que permita el paso de la fauna de una zona boscosa y húmeda a la otra” y que no contemplan “actuaciones en infraestructuras”. También que “se inició un proyecto de desafectación de las partes del edificio sin valor arquitectónico realizadas al margen del proyecto inicial de Coderch” con la intención de llevar a cabo “la restauración del inmueble” y que “en el proceso de renaturalización de los terrenos se había previsto integrar el edificio en el espacio natural de nueva creación”. En todo caso, sostienen que “su ubicación, muy cercana a la pista, impide el uso para actividades formativas o de ocio, incluido como instalación deportiva”.
Pero en 2012 Aena pensaba diferente. Ese año anunció que recuperaría parte del campo de golf (nueve hoyos de los 36 originales). Al año siguiente se licitó el proyecto que supondría una inversión de cinco millones de euros con la idea de que estuviera operativo en 2015. En estos planes el edificio de Coderch volvería a ser la Casa Club donde, tras restaurarlo, se instalarían un restaurante, locales comerciales, salas de reuniones y banquetes, un gimnasio y habitaciones. El campo de golf y este edificio singular eran el gancho para que los pasajeros escogieran el aeropuerto de Barcelona para hacer conexiones y ofrecer un lugar relajado y tranquilo para que los viajeros descansaran entre vuelo y vuelo e, incluso, cerraran negocios. El proyecto de explotación se adjudicaba por 30 años. Pero cuando se cerró el plazo no se había presentado ninguna oferta.
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