Un manifestante sostiene una bandera de Perú, durante una protesta contra el Gobierno de Castillo, este miércoles en Lima.

Un error de cálculo de Pedro Castillo incendia Perú

Un manifestante sostiene una bandera de Perú, durante una protesta contra el Gobierno de Castillo, este miércoles en Lima.
Un manifestante sostiene una bandera de Perú, durante una protesta contra el Gobierno de Castillo, este miércoles en Lima.ERNESTO BENAVIDES (AFP)

El asunto no estaba en el orden del día. Por eso los ministros se quedaron sorprendidos cuando, sin previo aviso, Pedro Castillo les anunció que en unos instantes iba a decretar el estado de alarma en Lima. Los ciudadanos no podrían salir a la calle en las siguientes 24 horas. Era extraño porque el grueso de las movilizaciones por el alza de precios se estaba produciendo en las regiones más alejadas de la capital. ¿Qué le llevó a hacerlo? Hasta Palacio, donde este profesor de escuela rural no se encuentra del todo cómodo por estar acostumbrado a vivir en el campo, frente a grandes extensiones al aire libre, había llegado el rumor de que se producirían saqueos. Al día siguiente, un congresista diría que cundía la idea —quizá solo en su cabeza— de que hordas de delincuentes bajarían de los cerros para saquear comercios. Precisamente en uno de esos lugares, donde viven los más pobres, Castillo arrastró un carrito de helados durante su época universitaria para pagarse los estudios.

En realidad, se trataba solo de un rumor. No existía ninguna amenaza real. Que los pobres bajen de los cerros es una de las pesadillas más recurrentes de la élite blanca limeña. El presidente viene de los Andes, al igual que la mayoría de gente que vive en las chabolas. Les dicen cholos a los que tienen esta identidad mixta, urbana y andina. Han sufrido décadas de discriminación. Castillo, un líder sindical concienciado en la lucha de clases, no parecía en principio una persona propicia a creerse un bulo de ese tipo. Pero lo hizo, en parte influido por un grupo de conspiranoicos que le asesora en estos momentos. Rodeado de amenazas fantasmas, tuvo un reflejo autoritario. El decreto lo firmaron cuatro de los hombres más fuertes del gabinete que, visto el poco entusiasmo con el que lo defendieron después, no debían estar muy convencidos. Castillo cometió un error de cálculo que ha incendiado Perú.

Las protestas, desde ese momento, se han multiplicado. Miles de personas incumplieron la orden de quedarse en casa y se manifestaron por las calles de Lima. Hubo caceroladas en las ventanas. Enfrentamientos con la policía. Intentos de asalto a instituciones judiciales y electorales. La furia se siguió extendiendo en el resto del país. Al descontento general de la gente contra los políticos se le suma ahora la desilusión de las clases pobres contra un presidente que venía a gobernar en su beneficio. Las protestas de agricultores y transportistas por los precios del combustible, el fertilizante y los alimentos continuaron este miércoles en dos regiones. Las carreteras quedaron cortadas. En una de ellas, en Ica, un manifestante murió por disparos de la policía. Son ya cuatro las personas que han perdido la vida desde que empezara el paro hace 10 días.

El gabinete ha enviado señales contradictorias. En una emisora de radio le preguntaron al primer ministro Aníbal Torres si los días del Gobierno estaban contados. “En el Perú todo es posible”, dijo. “Eso no es una novedad. Esto viene del quinquenio anterior. Hemos tenido cinco presidentes, tres congresos en cinco años y esa situación no se ha superado”. Torres como analista político tiene toda la razón, pero como número 2 del Estado confirma una crisis que pone en el disparadero a Castillo. Más tarde, en una conferencia de prensa, dijo lo contrario, que el Gobierno se encuentra “muy sólido” y cuestionó a los sectores que quieren derribarlo desde que el presidente fuera investido en julio del año pasado. Eso tiene mucho de verdad, aunque no es una verdad que explique por sí sola la crisis actual. Los líderes de opinión creen que su cuenta atrás ya ha comenzado. Los gremios que se han echado a la calle exigen un golpe de timón de Castillo, el primer presidente campesino de la historia de Perú.

Enfrentamientos entre manifestantes y policías, la noche del martes, en Lima, Perú.
Enfrentamientos entre manifestantes y policías, la noche del martes, en Lima, Perú.ALESSANDRO CINQUE (Reuters)

El presidente vive los momentos más difíciles desde que se enfundó la banda presidencial. Una afirmación arriesgada para un político que vive una crisis perpetua. Sin embargo, estos días se han organizado en Lima las manifestaciones más grandes en su contra, desde todos los sectores sociales. Los ricos le piden la dimisión; la clase media, enderezar el rumbo de la economía y levantar los bloqueos de las carreteras; y los sectores más desfavorecidos, bajar los precios de los productos de primera necesidad para esquivar el hambre.

Todos parece habérsele vuelto en contra. En el horizonte se avistan nubarrones, pero no queda claro si se trata de la tormenta perfecta que lo tumbe al presidente de una vez. En otras ocasiones, ha demostrado habilidad política y capacidad negociadora con grupos muy diversos en el Congreso para sortear su destitución. Ahora es la calle la que se le ha revirado. Para este jueves, las tres confederaciones sindicales de obreros y de la educación han llamado a una movilización en la capital contra “la ineptitud del Gobierno de Castillo”. Aclararon que no piden la destitución del presidente ni un golpe de Estado, el fantasma que siempre sobrevuela las crisis políticas locales. “Exigimos que se gobierne con responsabilidad”, tuiteó el Sutep, el principal gremio magisterial.

¿El Gobierno todavía puede sostenerse? La politóloga Adriana Urrutia contesta que el Ejecutivo está frente a una agenda compleja porque hay múltiples demandas y tiene que plantear mecanismos de diálogo para hallar una salida a la crisis. “Parece que (el Gobierno) no tiene capacidad de dialogar y recurre a mecanismos más pretorianos, militares. Esto pone en cuestión los recursos que maneja y las capacidades para plantear salidas. En ese sentido, se cuestiona cómo va a permanecer en el poder un Gobierno que no cuenta con las capacidades para responder a las demandas de los ciudadanos”, agrega la presidenta de la Asociación Civil Transparencia, la más antigua organización de observación electoral en Perú.

Urrutia confía en que se dé una negociación política entre las fuerzas políticas del Ejecutivo y el Congreso para que asuman su responsabilidad y encuentren una agenda que resuelva las demandas de los sectores sociales. Mientras las primeras planas de los periódicos claman por unas elecciones generales y poden la dimisión de Castillo, el futuro inmediato no resulta claro. Al final de la conferencia de prensa del consejo de ministros de este miércoles, cuando la vicepresidenta Dina Boluarte se acercaba a una puerta cercana a los periodistas, algunos de ellos se despidieron de ella como futurólogos profesionales: “Hasta luego, presidenta”. Boluarte sonrió y levantó la mano para despedirse.

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