Benjamín Netanyahu, de 72 años, volvió a comparecer este lunes ante el tribunal de Jerusalén que le juzga por corrupción desde hace año y medio, ahora como jefe de la oposición y ya no como primer ministro de Israel. La Fiscalía presentó a su testigo de cargo más sólido, Nir Hefetz, quien durante cinco años ejerció como asesor de prensa y hombre de confianza del entonces jefe del Gobierno. Como los arrepentidos en los macroprocesos antimafia en Italia, el excolaborador cantó de plano.
El magnate de las telecomunicaciones y de los medios Saúl Elovitch le dictó en 2014 una lista con sus candidatos favoritos a dirigir el Ministerio de Comunicaciones, que controla el marco regulatorio de sus empresas, y Hefetz se la trasladó de inmediato al primer ministro. “Su opción número uno para el puesto era Netanyahu”, testificó ante la justicia.
Tras las elecciones de marzo de 2015, que revalidaron su hegemonía política, Netanyahu conservó hasta 2017 la cartera de Comunicaciones junto con la de primer ministro. Durante ese periodo, la compañía de telecomunicaciones Bezeq, de la que Elovitch era principal accionista, adquirió la plataforma de televisión de pago Yes por 230 millones de euros sin tener que someterse a las regulaciones antimonopolio.
La fusión empresarial reportó, además, importantes beneficios fiscales para Bezeq. “Elovitch me pidió que pasara el mensaje [sobre la fusión]. Cuando se lo entregué [a Netanyahu], lo leyó, tomó el teléfono y le pidió a su secretaria que organizara una cita [con el magnate]”, resumió el testigo de cargo su mediación, antes de que Netanyahu abandonara la sala tras solicitar permiso a los magistrados. “Él estaba al corriente al cien por cien de mi comunicación con el propietario de Bezeq”, declaró Hefetz, “es un obseso del control, y en asuntos de medios de comunicación quería conocerlo todo con detalle; siempre pedía: ‘Ponme con el dueño”.
El periodista Hefetz fue portavoz de Netanyahu a su regreso al poder en 2009 y actuó a partir de 2014 como asesor mediático de la familia Netanyahu. Era el encargado de hacer llegar al digital Walla, propiedad de Elovitch, peticiones de cobertura informativa favorable para el mandatario y su esposa, Sara, en contrapartida por los favores económicos.
En 2018 entregó a la Fiscalía los mensajes de texto que había recibió en su móvil en calidad de intermediario entre el gobernante y el magnate, a cambio de librarse de las acusaciones de soborno que pesaban en su contra. Su testimonio ha dejado patente la obsesión del exmandatario conservador por el control sobre la prensa. “Netanyahu dedicaba tanto tiempo a los asuntos mediáticos como a los de seguridad, incluso en cuestiones que podrían parecer tonterías”, apostilló Hefetz.
La comparecencia de Netanyahu durante la declaración del testigo clave del llamado Caso 4.000 o Bezeq reactiva un proceso en el que está acusado en tres casos de corrupción por soborno, fraude y abuso de poder, cargos que pueden acarrearle una condena de 10 años de cárcel y de los que se ha declarado inocente. En junio fue apeado del poder tras 12 años de mandatos consecutivos por una amplia coalición que agrupa a casi toda la oposición.
El afán por el control de los medios de comunicación desde el poder y una hedonista afición al lujo gratuito, se desprende de los tres casos que están siendo juzgados. En el primero de ellos, el llamado Caso 1.000, el multimillonario israelí y productor de Hollywood Arnon Milchan estableció junto a otros magnates una “línea de suministro” de lujosos regalos —puros habanos Cohiba, champán rosado francés o joyas— evaluados en cientos de miles de euros para Netanyahu y sus familiares. En el segundo, o Caso 2.000, trató de influir en la línea editorial del diario Yedioth Ahronoth, el de mayor circulación de pago de Israel, a cambio de restringir la competencia publicitaria que le hacía un diario gratuito con mayor difusión.
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