El presidente venezolano Nicolás Maduro en un acto de gobierno, este lunes en Caracas (Venezuela).Marcelo García (Prensa Miraflores/Marcelo Garcí/EFE)
Nicolás Maduro no se mueve más allá de Miraflores, Fuerte Tiuna y La Casona, la residencia presidencial en la que no vive, pero desde la que constantemente hace transmisiones televisivas de sus reuniones. Por ello tampoco iba a cruzar la frontera este lunes para el acto de apertura como se esperaba. Como canciller de Hugo Chávez viajó mucho, pero como presidente se mueve poco sobre todo desde 2018, cuando sufrió un atentado con drones en un desfile militar en Caracas. Durante ese episodio de los drones aparece en público escoltado con maletines antibalas y paraguas de defensa activados para defenderlo. Maduro ha dejado de asistir a paradas militares y actos masivos. Su comitiva de seguridad ha crecido y la Guardia de Honor Presidencial es comandada por el mismo jefe de la Dirección de Contrainteligencia Militar, Iván Hernández Dala, señalado este mismo lunes en el informe de la Misión Independiente de la ONU de agenciar la política de Estado de persecución y torturas contra opositores y disidentes.
La ausencia de Maduro durante la apertura de la frontera se esperaba, pese a ser un hito crucial no solo para los países sino también para su conexión con el mundo luego de años de mantenerse cercado diplomáticamente por sanciones y acusaciones de violaciones de derechos humanos. “Por razones de seguridad”, lo excusó el embajador Armando Benedetti días atrás cuando se especulaba sobre el encuentro de los dos mandatarios sobre el puente Simón Bolívar. Pero el diplomático también ha dicho que tiene la intención de desmadurizar las relaciones entre Colombia y Venezuela, para dar prioridad a la recuperación económica y la atención de la crisis migratoria. Y, de alguna manera, esto es lo que ha logrado Colombia hoy, aunque está por verse cuánto tiempo puede sostenerse esa estrategia.
Durante el Gobierno del expresidente Iván Duque, Maduro convirtió a Colombia en su principal enemigo, lo acusó de decenas de atentados en su contra y construyó una ofensiva narrativa anticolombiana, que ahora ha desaparecido con el cambio de mando en la Casa de Nariño. A ella se refirió este lunes en un acto desde Miraflores al final de la tarde, en el que habló de lo ocurrido en los puentes fronterizos durante la mañana. “En los momentos más oscuros, cuando se trató de invadir Venezuela por esos puentes para traer la guerra, la violencia, el terrorismo, a nuestro país, yo sabía que, más temprano que tarde, este día iba a llegar, y con fe en Dios, lo pedí, y este día llegó. Le agradezco al presidente Gustavo Petro”, dijo el mandatario.
Maduro se ha resguardado en el fantasma del magnicidio sin importar el grado de las amenazas. Más un de un centenar de militares están presos por presuntos complots, los servicios de inteligencia han desmantelado operaciones con mercenarios estadounidenses, pero hace unos meses el Gobierno también detuvo por unas horas a una anciana que hizo un chiste en TikTok sobre la muerte del líder chavista. Desde 2013, Maduro ha denunciado más de una veintena de intentos de asesinarlo, además de conspiraciones internacionales contra el funcionamiento de servicios básicos, la estabilidad del bolívar, la industria petrolera y todo lo que va mal en su Gobierno. Una de estas conspiraciones, relacionada con el contrabando, fue lo que entre agosto y septiembre de 2015 llevó a la expulsión de más de 20.000 colombianos que vivían en el corredor fronterizo, la demolición de sus casas y el cierre total del paso de vehículos por la frontera que hoy se ha abierto parcialmente.
Maduro no asiste a una toma de posesión presidencial desde 2018, cuando viajó a México para la asunción de Andrés López Obrador. Ese es el año en que se reeligió como presidente en unas elecciones amañadas, que la comunidad internacional no reconoció y que desembocaron en el laberinto institucional que permitió la creación del Gobierno interino del líder opositor Juan Guaidó. Pero desde 2020, cuando Donald Trump puso precio a su cabeza y ofreció una recompensa de 15 millones de dólares por su captura, restringió aún más en sus exposiciones en viajes. Los últimos que ha hecho han sido a Irán, Turquía, Argelia, donde estuvo en una gira en junio pasado. Fuera de eso ha viajado a Cuba y Rusia, el estrecho círculo de países que le respalda.
Ni Maduro ni su vicepresidenta Delcy Rodríguez figuraron en el acto de la frontera. La apertura de la frontera se hizo con funcionarios de segundo nivel por parte de Venezuela: el canciller Carlos Faría y los ministros de Industria y Transporte, Hipólito Abreu y Ramón Velásquez, el embajador Félix Plasencia, todos liderados por Freddy Bernal, actual gobernador del Estado fronterizo de Táchira, pero que antes de ser electo fue designado por Maduro como protector, un jefe de facto sobre un territorio que gobernaba la oposición.
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Bernal tiene hoy el control del corredor binacional y regula el comercio que se tejió en los años de cierre. También fue quien llevó a las cuestionadas Fuerzas de Acciones Especiales de la Policía Bolivariana para la vigilancia de la frontera, al tiempo que grupos delictivos como el Tren de Aragua y la guerrilla del ELN también se enquistaron en la zona. Bernal acompañó a Hugo Chávez en el golpe militar de 1992, fue policía, diputado, alcalde y ministro y por supuestas conexiones con el narcotráfico y la ex guerrilla de las FARC fue incluido en 2011 en la Lista Clinton, razón por la que la aerolínea Conviasa no pudo hacer el vuelo inaugural en ocasión de la apertura fronteriza, pero que en su caso no evitó que cruzara el puente con una rosa blanca en la mano, estrechara la mano con Petro y zanjara una nueva etapa para ambos países.
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