Desde hace unos días, el ministro Alberto Garzón anda envuelto en la polémica. El asunto, que ya se ha convertido en ruido a través de los canales de información, viene dado por unas declaraciones aparecidas en el diario británico The Guardian, donde el ministro de Consumo ha venido a explicar lo que ya sabemos, que la ganadería intensiva ofrece poca calidad cárnica debido al interés ganadero por conseguir criar miles de cabezas de ganado en el menor tiempo posible.
Con ello se ha vuelto a abrir el debate acerca de nuestra alimentación y su relación con la salud, ambos términos -alimentación y salud- condicionados por la economía de mercado. Estaría bien traer al debate la Teoría del Valor-Trabajo, la misma teoría que expuso Marx a partir del enfoque del economista inglés David Ricardo, para explicarnos que en la sociedad capitalista lo que se valora es la producción de una mercancía en el menor tiempo de trabajo posible. De esta forma, se maximiza la producción minimizando sus costos.
Estos asuntos los desarrolla el biólogo evolutivo norteamericano Rob Wallace en su libro Grandes granjas, grandes gripes, publicado en castellano por Capitán Swing. En dicho trabajo, Rob Wallace nos explica de manera didáctica la relación entre la economía de mercado, que beneficia la instalación de macrogranjas, y las enfermedades infecciosas. Sin ir más lejos, el capítulo dedicado a la industria porcina se abre con una acertada metáfora donde Wallace nos avisa de que “la gripe porcina avanza como un jabalí de pezuñas hendidas”.
Desde su conocimiento, Wallace nos habla de la amenaza existente ante una epidemia que, si bien, para la mayoría puede resultar leve, en la evolución de la misma es donde crece la posibilidad de que el virus original se recombine con otras cepas hasta producir una variante pandémica. Dicho con otras palabras: el modelo industrial de las macrogranjas, donde aves de corral, vacas y cerdos esperan su sacrificio confinados, cuerpo con cuerpo, posibilita las enfermedades infecciosas.
Los ganaderos industriales atacan los argumentos científicos, de tal manera que son capaces de trampear la verdad y ayudarse de la ciencia para enmascararla. Eso mismo fue lo que pasó cuando presionaron a la OMS y consiguieron que cambiaran el nombre de la gripe porcina por unas siglas más científicas y menos agresivas, quedando así como H1N1. Pero, como bien dice Wallace, si nos centramos solo en los virus, haremos un gran favor a la ganadería intensiva, ya que perderemos el foco económico que determina que los animales sean genéticamente tocados con hormonas que nuestro cuerpo procesará como toxinas.
Desde que la sociedad se encuentra arraigada en la economía, todas las categorías, incluidas las científicas, dependen del criterio cuantitativo. El libro de Rob Wallace nos cuenta la relación existente entre las distintas categorías que se ven amenazadas en nuestros días, tales como ecología, salud y sociedad, mostrándonos que solo desarraigando dichas categorías de los parámetros económicos, solo así, podemos conseguir un mundo más saludable en todos los aspectos.
Para mostrar el daño de las macrogranjas, Wallace nos ilustra a través de los circuitos pandémicos; infecciones que a corto y medio plazo nos puede traer el modelo de granjas intensivas. Como opción, Wallace apuesta por la ecología probiótica, algo que presenta la Agenda 2030, donde se apoya la producción sostenible y agroecológica, limitando así los agroambientes especializados en los que los patógenos emergen y mutan convirtiéndose en plaga mortal.
Con estas cosas, cualquier persona con un mínimo de sentido común no aprovecharía con fines electoralistas las declaraciones del ministro de Consumo, sino que serían recibidas como una buena noticia, ya que, el modelo industrial de ganadería intensiva es dañino para la población, aunque alguna gente se beneficie económicamente de ello. Porque el agronegocio no debe condicionar la salud de la población.
El hacha de piedra es una sección donde Montero Glez, con voluntad de prosa, ejerce su asedio particular a la realidad científica para manifestar que ciencia y arte son formas complementarias de conocimiento
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