Un joven burgalés recrea en Minecraft el patrimonio cultural de la España vacía

Gabriel García posa junto a su recreación de la catedral de Burgos frente al monumento.
Gabriel García posa junto a su recreación de la catedral de Burgos frente al monumento.©Tomas Alonso / ©Tomás Alonso

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El burgalés Gabriel García tiene 28 años y, como otros tantos de su generación, pasaba muchas horas jugando al Minecraft con sus colegas. Este videojuego consiste en la creación de mundos y el usuario tiene la capacidad de ir construyendo edificios y núcleos. Entonces, García y un amigo pensaron: “¿Por qué no replicar edificios y monumentos de Burgos?”. Lo que comenzó como una idea lúdica poco ambiciosa se ha convertido, seis años después, en un proyecto llamado “Minecrafteate” y que ha efectuado más de 215 réplicas de toda clase de patrimonio cultural de la provincia y de España, particularmente de zonas despobladas. El impulsor del plan ha conseguido mostrar en modo virtual las complejidades arquitectónicas de las obras que imita y ha logrado que miles de usuarios se interesen por la historia de emblemas como la catedral de Burgos o de templos menos conocidos, pero ricos culturalmente, como las iglesias burgalesas de Fuenteodra o de Villamorón.

García, que tiene dos grados superiores en realización de proyectos visuales y en iluminación y captación de imágenes y que ahora se está formando por su cuenta en diseño gráfico, relata que empezaron por “simple ocio”. Su primera creación fue el silo del barrio de Gamonal, que “gustó mucho” y le hizo valorar aún más las virtudes del Minecraft, que considera interesante para que los estudiantes aprendan con más ganas, especialmente asignaturas como Historia o Arte, o incluso erijan sus propias invenciones. García, que se inspira en fotografías o en la observación pura y dura de los edificios que imita virtualmente, muestra un compromiso firme contra el abandono patrimonial de la España vacía. Por eso colabora encantado, sin cobrar nada por sus horas de trabajo, con asociaciones que intentan impulsar y conservar ese legado cultural en decadencia, como la iglesia de Fuenteodra, del siglo XVI. El inesperado impacto de estas réplicas les ha granjeado también el contacto de profesores que utilizan esos métodos en sus aulas. Un docente de Barcelona, explica orgulloso García, les pidió un modelo del museo de las aguas de Llobregat y ahora ese mismo museo utiliza la recreación para ilustrar a los visitantes sobre sus rasgos y detalles minuciosos. Asimismo, han sido invitados al congreso nacional de videojuegos de Córdoba, que se celebrará el próximo mes de octubre, para mostrar las capacidades de Minecrafteate.

La última novedad la aporta Nora Pulido, de 33 años y de Ciudad Real, que le presta su voz para hacer un recorrido histórico y cultural por esos monumentos. La castellanomanchega se coordina con el burgalés para, con un micrófono y un ordenador, narrar los componentes arquitectónicos de cada obra. Primero, señala, se “empolla” los rasgos de ese monumento y estructura un guion que haga ágil la lectura e interese a quien vea el vídeo que cuelgan en YouTube. Pulido rechaza que estas producciones sean “frikadas” sino que defiende su valor como método educativo “porque los videojuegos llegan mucho a los chavales”. Ella está volviendo a estudiar y va camino de rematar el bachillerato, por eso celebra la repercusión de Minecrafteate y respeta sobremanera el potencial educativo de estas nuevas tecnologías. Sus amigos profesores, asegura, han aplaudido este nuevo método que, a su vez, permite reivindicar las muestras culturales escasamente conservadas que abundan en zonas en riesgo de despoblación.

En las aulas

El uso de tecnologías como los videojuegos puede servir como una herramienta que estimule al alumnado hacia el aprendizaje. Salvador Gómez, profesor de Periodismo en la Universidad de Valladolid y especializado en los news games y videojuegos del ámbito periodístico, recurre en sus aulas a uno de ellos para que los estudiantes se metan en la piel de un autor de noticias falsas y detecten las formas de intoxicación informativa sin recurrir siquiera a verificadores. Gómez sostiene que ejemplos “guays” como el Minecraft pueden desafiar la capacidad creativa de los jugadores porque van mucho más allá de otros videojuegos cuyo mero objetivo era educar y eran “un desastre e igual de aburridos” que un libro o un formato clásico. El docente destaca que si toda la vida las réplicas caseras con cerillas, naipes o puzles servían para “llamar la atención” y aproximar la enseñanza, los videojuegos pueden multiplicar esta función, como en el caso de Burgos. Eso sí, matiza, no hay milagros en las clases porque “no son sinónimos de educación completa, como creen algunos gurús”, sino complementos que reten a sus pupilos y sus capacidades creadoras o retentivas. Estos “cauces de expresión”, reflexiona el experto, incrementan la sensibilidad artística porque, pese a no ser lo mismo que acudir a la impresionante catedral gótica burgalesa, ayuda a analizar y entender sus detalles.

Iglesia de Fuenteodra en Burgos, creada en Minecraft por Gabriel García.
Iglesia de Fuenteodra en Burgos, creada en Minecraft por Gabriel García.

Una de las claves que han percibido en el ámbito educativo radica en las habilidades sociales que se trazan a raíz de los videojuegos. Andrea Plaza, maestra de 28 años en Madrid, se sorprendió cuando descubrió que aplicar el Minecraft a sus lecciones fomentó la interacción entre la clase, algo que hasta los padres y madres le hicieron notar, agradecidos. Plaza recuerda que ella constató las posibilidades que ofrece el Minecraft cuando, en un máster en tecnología educativa, apreció cómo los grupos iban adquiriendo “roles no impuestos” y a base de “ensayo y error” se obtenía un aprendizaje y desarrollo, algo que ha apreciado cuando lo ejecuta en el colegio. Los cursos de quinto y sexto de Primaria, precisa, con edades de entre siete y ocho años, tienen un “gran potencial” mientras que ya en la ESO hay que orientar un poco la herramienta. Uno de los ejemplos donde esta arroja más rendimiento, apostilla, se encuentra al crear escenarios de transformación y sensibilización, como cuando reconstruyen ecosistemas virtuales dañados para ver cómo los harían evolucionar. La profesora, como Gómez, avisa de que estos videojuegos no son milagrosos, pero aportan “un sabor distinto” por lo que significan para las clases: “Consiguen que la gente se motive y aprendan jugando”.

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