Un no esencial para el futuro de España

Pablo Casado agradece los aplausos de su grupo parlamentario tras su intervención en la segunda sesión del debate de moción de censura.
Pablo Casado agradece los aplausos de su grupo parlamentario tras su intervención en la segunda sesión del debate de moción de censura.Mariscal / EL PAÍS

En un giro de enorme trascendencia para la política española, Pablo Casado rechazó este jueves de manera rotunda la moción de censura presentada por Vox y situó a su formación, el Partido Popular, en el lugar que más le conviene a la política española, el de un firme rechazo a los postulados de la ultraderecha y el de una clara apuesta por la moderación. Nunca hasta ahora Casado había criticado tan abiertamente las posiciones del partido liderado por Santiago Abascal —gracias a cuyo apoyo gobierna en las comunidades de Andalucía, Madrid y Murcia— y acertó en su rechazo al ideario oscurantista y radical de Vox. También acertó el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, al anunciar en el hemiciclo una paralización de su desacertado intento de reforma del Consejo General del Poder Judicial para dar una nueva oportunidad al diálogo. La política española dio así un doble paso adelante para salir de la irracional galopada hacia un horizonte oscuro en la que estaba embarcada.

La moción de censura de Vox contra el Gobierno de Sánchez había puesto a Casado en una posición incómoda. La formación de extrema derecha, incapaz de formular nada comparable ni lejanamente a un programa de gobierno, aprovechó los altavoces del Parlamento para volver a difundir su discurso tremendista, tocar los resortes emocionales de esa amplia parte de la ciudadanía que se encuentra rota y tocada por las devastadoras consecuencias de la pandemia (responsabilidad, en parte, de distintas Administraciones del conjunto del Estado) y situar al PP como una formación incapaz de dar respuesta a un Gobierno al que presentó como el peor de los últimos 80 años. Se trata de un discurso que, en una atmósfera de intensa polarización, complace a buena parte del electorado conservador. Casado sorteó la tentación de ponerse de perfil ante la posibilidad de que parte de su partido y de sus simpatizantes se sintiera atraída por la propuesta de abstenerse que lideró la anterior portavoz del partido, Cayetana Álvarez de Toledo.

El líder del PP, sin embargo, eligió el camino correcto, recuperar para su formación la voluntad de ser un partido de Estado y lo que ello significa: no contribuir al gratuito desgaste de las instituciones que esta moción representaba, aislar al ideario ultraderechista y reivindicar el valor de la Transición y la Constitución de 1978 como pivotes en torno a los que debe seguir girando la política de los próximos años. En un discurso brillante, tachó la moción de “justa medieval” y subrayó que no pretendía seguir a la extrema derecha en la construcción de esa España cainita que ha conducido al país a sus peores abismos. Reivindicó al PP como una “fuerza tranquila”, reformista, defensor de la pluralidad y la tolerancia, el libre mercado y el Estado autonómico, que quiere una Europa fuerte, que hace suyos los proyectos de la Unión de caminar por la senda ecológica y de la digitalización.

La condena de las posiciones extremas de Vox por parte del PP redibuja el mapa político español y abre una ventana a nuevas posibilidades, aunque las dificultades siguen siendo enormes. Casado pareció establecer en su discurso una equidistancia en su rechazo a Abascal y Pedro Sánchez, lo que evidencia que decirle no a la ultraderecha no facilita de forma automática la bajada de puentes levadizos hacia el otro lado del espectro político.

Pero hay una oportunidad. “A las cosas”, dijo Casado recordando a Ortega. A continuación, el presidente Sánchez lo invitó a negociar la renovación del Poder Judicial. A las cosas, de eso se trata, es lo que necesita España. Con pragmatismo, sin prejuicios ideológicos. El gran paso dado en las Cortes no puede quedarse en un brillante discurso: ahora toca enfrentarse a los hechos. Las urgentes medidas necesarias para combatir la pandemia, el refuerzo de las instituciones, el imprescindible diálogo sobre la salida de la crisis económica —los Presupuestos Generales—: es ahí donde se verá el alcance del giro del PP. Se abre una oportunidad, y la coalición gubernamental obviamente está llamada a hacer su parte. Se ha abierto de repente un camino hacia una política mejor. Conviene explorarlo con lealtad y determinación. España lo necesita. Europa lo espera.


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