El 30 de julio de 1975, Jimmy Hoffa acudió a un restaurante en las afueras de Detroit (Michigan) para reunirse con un par de cabecillas de la mafia con el fin de ganarse su apoyo ante su vuelta a la presidencia del influyente sindicato de camioneros de Estados Unidos. Hoffa había acumulado un volumen de poder inesperado como líder de la Teamster Union desde 1957, cuando los sindicatos vivieron su edad dorada y los transportistas de carretera se habían revelado ya como una fuerza vital de la cadena de suministro del país más rico del mundo. Pero los problemas con la justicia lo obligaron a renunciar en 1971. Al salir de la cárcel, condenado por fraude, quiso volver, pero había perdido el favor de los viejos aliados en el crimen organizado. Fue visto por última vez poco antes de las tres de la tarde en el aparcamiento del Marcus Red Fox Restaurant.
Lo que siguió después se ha recreado, inventado o imaginado un sinfín de veces. La desaparición de Hoffa, líder todopoderoso sindical supuestamente asesinado por la mafia, es uno de esos misterios por resolver que forman parte del imaginario cultural estadounidense. Interpretado por Jack Nicholson en Hoffa (1992, dirigida por Danny DeVito y con guion de David Mamet) o Al Pacino en El irlandés (2019, de Martin Scorsese), la historia del anguloso líder sindical ha sido recreada en películas, libros y, cómo no, también un capítulo de Los Simpson. Hoffa fue declarado muerto en 1982, tras múltiples e infructuosas búsquedas, y las elucubraciones no dejaron de crecer durante las décadas siguientes.
¿Están enterrados los restos de Hoffa en la sección 107 del estadio de los Giants en East Rutherford, en Nueva Jersey? ¿Lo mataron los hombres de Anthony Provenzano, alias Tony Pro, y lo cortaron en pedacitos para enviarlo después a Florida y hundirlo en un pantano? ¿O lo secuestraron en realidad agentes federales y lo tiraron desde un avión a los Grandes Lagos de Michigan?
Los investigadores nunca hallaron pruebas sobre las variadas hipótesis que han planeado sobre este enigma, pero una nueva pista acaba de reavivar la búsqueda 46 años después. El pasado octubre agentes del FBI se presentaron con una orden en lo que había sido una pista de aterrizaje, ubicada bajo el puente de una autopista elevada de Nueva Jersey, llamada Pulaski Skyway. Mara Schneider, la portavoz de la oficina de Detroit, explicó en un comunicado la semana pasada que, durante el 25 y 26 de octubre, operativos del cuerpo de la ciudad y de Newark habían llevado a cabo una inspección de la zona y recabado datos que se estaban analizando. No precisó si se trataba de la búsqueda de Hoffa, desvelada por The New York Times, alegando que la orden se había emitido bajo secreto de sumario.
El indicio procede de la confesión de un hombre en su lecho de muerte. Frank Cappola, adolescente en los años setenta, trabajaba en esa pista de aterrizaje junto a su padre, Paul. Cuando este estaba a punto de pasar al otro mundo, en 2008, contó al hijo que en 1975 metió el cuerpo de Jimmy Hoffa en un barril de acero y lo enterró, bajo muchos otros barriles, a unos 90 metros de la pista de aterrizaje. En 2019, un año antes de morir, Frank Cappola hijo contó esta revelación al periodista Dan Moldea dentro de una serie de Fox Nation sobre el misterio del sindicalista y dejó firmado un documento ante notario con el relato.
El indicio despierta credibilidad porque ya en 1975 el FBI había recibido algún soplo de que los restos de Hoffa podían estar en una pista de aterrizaje de Nueva Jersey, pero lo desecharon después de buscar sin éxito. Ahora la ubicación es más precisa. Frank Cappola relató detalles de ese día de verano de 1975: “Estaba hablando con mi padre cuando una limusina negra llegó”, señala el escrito, recogido por el Times. Su padre y otro hombre se fueron a hablar con la gente del vehículo y señalaron hacia un lugar. Según su testimonio, su padre optó por enterrar al sindicalista en un punto diferente. “No se fiaba de nadie y decidió cavar un segundo agujero y poner allí a Hoffa”.
El exfiscal federal Keith Corbett, que procesó a importantes capos de la mafia de Michigan entre 1978 y 2007 y estuvo a cargo del caso Hoffa, se muestra poco optimista. “Mi problema con la hipótesis de Nueva Jersey es que, si alguien planea un asesinato, y ese estaba claramente planeado, ¿querría conducir de Michigan hasta Nueva Jersey con el cuerpo a cuestas? No parece muy prudente, no digo que no pueda ocurrir, pero parece improbable. Cuando lo hicieron, no sabían que iban a pasar hasta 24 horas antes de que las autoridades empezasen a buscarlo. Nadie supo nada hasta que su esposa llamó para decir que su marido no había vuelto a casa el día anterior”, explica por teléfono.
Hoffa tenía peligrosos enemigos. Después de años investigado por el Senado y por el Departamento de Justicia a cargo de Robert F. Kennedy, entró en prisión en 1967 por fraude y soborno, pero no dejó el timón del sindicato hasta 1971, y lo hizo de forma voluntaria, dentro de un acuerdo con la Administración de Richard Nixon para obtener clemencia. El requisito consistía en que no podría volver a optar al cargo hasta 1980, pero, una vez en la calle, empezó a batallar contra esta cláusula. Y eso no gustaba ni al Gobierno ni a los cabecillas de la mafia, entre ellos, Tony Pro, más cómodos trabajando con su sucesor, Frank Fitzsimmons. Y así es cómo una tarde de verano Hoffa dejó de ser un problema y se convirtió en un personaje de novela.
Que su figura perviva en la memoria colectiva sorprende poco, dado el irresistible embrujo de las historias de la mafia italiana. Pero Hoffa significa mucho más que eso: sigue siendo un mito de la lucha sindical. Ni la pena de cárcel ni los vínculos con el crimen organizado erosionaron el apellido. No es ni más ni menos que otro Jim Hoffa, su único hijo, quien preside la organización internacional de transportistas desde 1998. Desde entonces ha sido elegido cinco veces. Y la página web dedica todo un capítulo a la labor de su padre desaparecido bajo el título “El héroe de los trabajadores”.
El profesor de Humanidades David Witwer, autor de varios libros sobre sindicatos y corrupción y ahora volcado en uno sobre Hoffa, explica por qué el dirigente mantuvo y mantiene el apoyo de los trabajadores: “Cuando le acusaron de estar relacionado con figuras del crimen organizado, él explicó que necesitaba conocer a esas personas para poder organizar sindicatos en sectores donde los empleados ya estaban relacionados con esa gente, que si tratabas de hacerlo sin conocer a esos jefes de la mafia, no iba a funcionar. Pero él siempre destacaba que no le controlaban. Y para la mayor parte de la gente, eso era verdad. Vivieron una etapa dorada, ganando mejores contratos, mejores beneficios sociales, mejores sueldos. Las acusaciones de gente como [el entonces senador Bob] Kennedy simplemente no las creían, les parecía que estaba trabajando para los empresarios. El apellido Hoffa significa para ellos el poder del sindicato”.
La búsqueda del cuerpo de Hoffa se reactivó también en 2013. Un capo de la mafia, Tony Zerilli, dijo que estaba enterrado bajo un bloque de cemento en Oakland, una ciudad cercana al lugar de su desaparición, en el norte de Detroit.
Resolver el enigma de dónde se encuentran sus restos se antoja difícil, pero determinar quién lo mató realmente —varios se lo han atribuido— es un misterio llamado a no resolverse jamás, en opinión del exfiscal Corbett. “Nunca estaremos en posición de probar nada, las personas con más probabilidades de haber cometido el crimen están muertos”, comenta. Frank Sheeran —personaje central de El irlandés— se lo atribuyó, pero los investigadores del caso lo han tachado de improbable. También dijo haberlo hecho el matón a sueldo Richard Kuklinski, alias el Hombre de Hielo, pero quedó descartado. Es lo que tienen los mitos: es tanto el hechizo que hasta salen voluntarios para cargar con su crimen. Para las fuerzas de seguridad es una asignatura pendiente. Una pista de aterrizaje de Nueva Jersey les ha devuelto la esperanza.
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