Un nuevo peligro amenaza al paraíso de los cenotes: los purines de las granjas de cerdos

El Tren Maya no es el único problema medioambiental que amenaza a la península de Yucatán. El territorio, uno de los más bellos del mundo, como repite el presidente mexicano, se duele también de los purines de las granjas porcícolas, una industria en crecimiento que tiene soliviantados a los pueblos originarios. Homún, de apenas 10.000 habitantes, es el símbolo de una lucha de años en contra de una macrogranja en la que se planea criar 49.000 cerdos. La localidad buscó el refugio de los tribunales y consiguió parar el proyecto. Este martes, un juez ratificó la medida cautelar, pero el proceso no ha acabado. Andrés Manuel López Obrador se ha pronunciado este miércoles, a preguntas de los periodistas, en favor de un desarrollo sostenible de la industria porcina en la zona. “Son empleos, se producen alimentos, pero hay que procurar no dañar el medioambiente, no solo en esto, en todo”, ha dicho. El presidente ha recordado cuando la península no satisfacía la demanda de cerdo y tenía que importar “en canoas desde Chiapas o Tabasco”. Hoy, exportan.

Yucatán no es el mayor productor de cerdo en México, el país de las carnitas, donde se generan cerca de 1,7 millones de toneladas al año. Y aún se importa. Estados como Jalisco o Sonora ganan esa partida, pero entre los tres grandes, Yucatán es el que más ha incrementado su producción, con un 3,9%, según los últimos datos de un estudio de la OCDE. Además, las condiciones de la península la sitúan en un riesgo ambiental muy alto. La presencia de agua en el territorio es idónea para instalar las granjas y se cuentan 222 de las 257 en toda la península, según datos de Greenpeace. La organización verde asegura que hay muchas más, pero sin registro oficial. Entre las que lo tienen, solo 22 cuentan con la Manifestación de Impacto Ambiental (MIA), de acuerdo con un informe de la organización de 2020. Yucatán es famoso por su cochinita pibil, uno de los platos de México mundialmente conocidos.

En la Organización de Porcicultores Mexicanos (Opormex) creen que la situación no es tan catastrófica como la pintan. “Esto de Yucatán no es un problema coyuntural, llevamos años trabajando para establecer buenas prácticas pecuarias en el 100% de las granjas con un eje central: el cuidado medioambiental y la sostenibilidad”, dice César López, director general de Opormex. En la península de Yucatán, especialmente, “se está desarrollando una estrategia de fortalecimiento de la seguridad del medioambiente y de economía circular”, asegura. Se duele de haber recibido los embates de las organizaciones medioambientales, pero asegura que los datos que ofrecen son imprecisos.

Yucatán es la tierra de los cenotes, también famosos en todo el orbe por su belleza. Son redondas lagunas subterráneas o a cielo abierto que se formaron en el Pleistoceno debido a las características calcáreas del suelo. El terreno kárstico es poroso y por eso la riqueza natural está doblemente amenazada por los purines de los cerdos. La filtración a las aguas no es el único inconveniente, también la deforestación que implica el asentamiento de las explotaciones porcinas, que pueden afectar a especies tan emblemáticas en México como el jaguar, el mono araña o el loro yucateco, así como toda una biodiversidad que se desarrolla en las cuevas. Además, las altas concentraciones de fósforo y nitrógeno queman la vegetación en superficie, como ha documentado Greenpeace. “Y hay otras industrias que se suman a este desastre”, afirma Viridiana Lázaro, especialista en Agricultura, Alimentación y Cambio Climático de la organización en México.

El problema de los purines no es único en este país norteamericano, ni mucho menos. Se da en buena parte de Latinoamérica, en Europa y en cualquier parte del mundo donde el cerdo es fuente principal de la gastronomía. En España causó una tremenda tormenta política a finales del año pasado, cuando el ministro de Consumo, Alberto Garzón, se pronunció en contra de estas explotaciones intensivas. La oposición pidió su dimisión. Garzón no solo criticó la contaminación ambiental, sino el maltrato animal y la peor calidad de la carne que, dijo, se produce en esas explotaciones.

“Los cerdos, por su alimentación, no metabolizan ciertos nutrientes y el 60% son excretados por las heces y la orina soltando al ambiente grandes cantidades de nitrógeno, fósforo y contaminantes para el suelo y las aguas”, explica Lázaro. Greenpeace tomó muestras en 2020 ” y todos los niveles salían más altos de lo admitido por las normas”. “No podemos aislar esos componentes respecto a los que provienen de otras industrias, pero la cárnica contribuye a la contaminación, sin duda”, sostiene la activista.

Deforestación por el asentamiento de las explotaciones porcinas en Yucatán.
Deforestación por el asentamiento de las explotaciones porcinas en Yucatán.Greenpeace/Robin Canul

Buena parte de la zona donde se han instalado estas granjas en Yucatán están protegidas por su alto valor natural. Es el caso de los anillos de cenotes o la laguna de Yalahau, de enorme interés turístico. Por esa opción, visitantes de todo el mundo, se decantaron hace años los habitantes de Homún, que hoy ven cómo su modo de vida está amenazado por estas industrias y su mal olor. En nombre de los niños del pueblo, porque la niñez está más protegida y se entiende que son los mayores afectados por esta contaminación a futuro, se presentaron las demandas en los tribunales para frenar la macrogranja proyectada por el grupo Kekén, el mayor productor y exportador mexicano de carne de puerco a Asia y otros lugares del mundo, bajo la divisa de la sostenibilidad ambiental.

Un juez paró la explotación, que ya tenía cerdos, tres semanas después de iniciar actividades, en 2018. La planta de tratamiento de aguas no estaba completa, el lugar era de extrema vulnerabilidad ambiental y no se había consultado a la población indígena, como es preceptivo, dijo el juez. El caso llegó hasta la Suprema Corte Nacional de Justicia (SCNJ), tras la impugnación no solo de la empresa, también de la presidencia municipal de Homún. Pero se ratificó la suspensión, lo mismo que ocurrió, de nuevo este martes, en un juzgado de distrito. “Ahora estamos a la espera de los dictámenes científicos de la Fiscalía General de la República para que el juez pueda resolver de forma definitiva”, dice la abogada Lourdes Medina Carrillo, defensora del Equipo Indignación y del pueblo maya de Homún, donde el 80% se dedica al turismo.

El ejemplo de este pueblo tomó fuerza y ahora una veintena de localidades tiene procesos en marcha contra las granjas porcícolas. “Muchos se están cuestionando las afectaciones de suelo y la contaminación de aire”, dice la letrada del Equipo Indignación. “Estamos contentos con los resultados hasta ahora, pero seguimos con precaución. El problema es regional, exigimos a la Secretaría de Medioambiente y Recursos Naturales (Semarnat) que concrete las acciones que va a emprender para evitar este problema. Hemos pedido reuniones con ellos”, afirma Medina Carrillo. “El aparcero de esta granja de Kekén es de una familia importante de Yucatán con influencia en los medios de comunicación, así que hemos tenido que luchar contra las campañas que pusieron en marcha”, afirma la abogada. Los permisos para abrir una de estas explotaciones pecuarias abarcan los tres niveles de gobierno, el local, el Estatal y el Federal. “Por poner un solo ejemplo, la Manifestación de Impacto Ambiental en este caso de Homún la había firmado una cirujana dentista”, añade Viridiana Lázaro, de Greenpeace.

La organización medioambiental pide que no se instale ni una sola granja más en Yucatán ni se amplíen las que hay hasta que no haya una minuciosa revisión de las que ya existen y se tomen muestras de agua. Además, solicitan que las comunidades sean informadas de cada paso que se dé para que puedan tomar decisiones sobre su territorio, un lugar privilegiado en el mundo, que no quiere sucumbir entre efluvios porcinos.

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