Parece claro, según las previsiones más halagüeñas que manejan instituciones como el Banco de España o el FMI, que 2020 cerrará con una tasa de paro que ronde el 20%, pudiendo dispararse en tres o cuatro puntos porcentuales más si vuelve a haber rebrotes del coronavirus Covid-19 que paralicen de nuevo la actividad y fuercen a un nuevo confinamiento. Lo que falta por ver es la incidencia que la pandemia tendrá en los índices de actividad de los grupos de trabajadores en relación a su estatus educativo, y si la brecha entre los diferentes niveles formativos se hará más grande de lo que ya es hoy. Según los datos actualizados por el Ministerio de Educación y Formación Profesional la semana pasada, correspondientes a 2019, la tasa de paro de quienes no habían pasado de la Educación Primaria o inferior era del 26%, un porcentaje que bajaba en casi 20 puntos, hasta el 8,1%, en el caso de los que habían terminado la etapa superior o universitaria.
Avanzar en la carrera formativa supone una suerte de seguro contra el desempleo. Aquellas personas con nivel de Educación Secundaria de primera etapa (la ESO), explica el ministerio, “también presentan una tasa de desempleo por encima de la media” (que se sitúa en el 12,9%), con un 17,3%, mientras que las que han completado el nivel de Educación Secundaria de segunda etapa, esto es el Bachillerato o ciertos títulos de Formación Profesional (FP), se encuentran ligeramente por debajo de la media, con un 12,7%.
Desde 2007 –con una tasa de paro genérica del 7,1%– hasta hoy, la evolución del desempleo ha sido mejor según se ascendía en los niveles formativos. Para la educación inferior la mejora en términos relativos es del 33,3%, y el valor actual de la tasa actual (26%) todavía es 16 puntos superior a la de 2007. Por su parte, en la educación universitaria, el descenso en términos relativos es del 45,7%, situando la tasa de desempleo (8,1%) solo 3,3 puntos por encima de la de 2007.
Las diferencias educativas y sus efectos, que serán cruciales en la recuperación posterior al impacto más duro de la pandemia, no solo tienen efectos en la tasa de desempleo de la población, sino que también inciden en los niveles salariales de los trabajadores.
Así, con los datos de Educación y Formación Profesional, los ingresos laborales medios de la población durante el pasado año se situaron en los 15.317 euros. Sin embargo, la cifra aumenta a medida que lo hace el nivel formativo: las personas cuyo nivel educativo es inferior a la Educación Secundaria de primera etapa percibían en ingresos laborales una media de 8.277 euros, mientras que las que poseían un primer título universitario ingresaban de media 19.002 euros, una cifra que ascendía a los 24.074 euros tras hacerse con un máster.
En medio se situaron los que habían completado la Educación Secundaria de primera etapa (11.488 euros), los que pasaron la segunda fase (13.282 euros) y los que se hicieron con un título superior no universitario, como la FP, con casi 16.000 euros.
Sin embargo, es al cruzar las variables del nivel educativo y años de experiencia cuando afloran las principales diferencias entre todos los grupos. Así, por ejemplo, un recién licenciado de máster universitario, que no llegue ni siquiera al año de experiencia, obtiene unos ingresos laborales medios de 14.345 euros, prácticamente idénticos a los que percibe un profesional que no haya pasado de la educación obligatoria o básica y que atesore más de tres décadas de antigüedad (14.869 euros).
El peso de la FP
Aunque no redunda en los salarios más altos, que en cuestión de nivel formativo se sitúan en las enseñanzas universitarias, la FP sí es una de las disciplinas en las que los años de experiencia se ven recompensados con una mayor progresión salarial. Un titulado de FP, hasta los nueve años de trayectoria, obtiene unos ingresos de 9.329 euros, cifra que pasa a los 23.234 euros a partir de los 30 años de veteranía, un 149% más. La progresión de un licenciado es del 116%, al pasar de los 14.345 a los 30.960 euros en el mismo periodo. Alguien con una FP y 30 años de trayectoria, de hecho, supera en ingresos a un graduado con la misma experiencia (23.300 euros frente a 21.600 euros).
Brecha de género
Aunque el desempleo es siempre mayor en el caso de las mujeres, avanzar en la carrera educativa es también una forma de corregir esa brecha de género. Durante 2019, en la escala más baja –inferior a los estudios obligatorios–, la tasa de paro de las mujeres, con un 30,2%, superaba en casi siete puntos a la de los varones en su misma situación (23,3%). Esta desigualdad se va corrigiendo a medida que se asciende en la etapa formativa, si bien nunca llega a equipararse. En la educación superior, el paro de ellas llega al 9,2%, frente al 6,9% de ellos.
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