Elvira Nabiullina, gobernadora del Banco Central de la Federación Rusa, en una foto de archivo de 2019.

Un rublo fuerte, pero los precios por las nubes, ¿qué falla en la economía de Rusia?

El año pasado hizo furor en Rusia un meme absurdo y mal escrito en el que dos gatos observaban con atención un tenderete callejero.

—¿Vende pescao?—, preguntaban al humano.

—No, solo lo exhibo—, respondía el pescadero.

Prezioso—, concluían los felinos.

Con el rublo ocurre algo parecido. Los carteles de las cotizaciones de los bancos rusos han mostrado una moneda más fuerte incluso que antes de la guerra con Ucrania, pero tras esa fachada era imposible comprar divisas con rublos, operar en la Bolsa de Moscú o abonar las importaciones que necesitan muchas empresas. Si la economía ha resistido hasta ahora, ante la avalancha de sanciones por la guerra de Ucrania, ha sido gracias a las acciones del banco central, que ha logrado salvar los muebles al inducir un coma temporal. Pero llegan meses decisivos y algunas medidas no podrán prorrogarse más. Los ahorros y el poder adquisitivo de los rusos está en juego.

“Cuál será el cambio del rublo es la pregunta que preocupa a casi todos los rusos”, afirma el fondo de inversión Ingosstraj-Investitsi en un análisis reciente del minicorralito impuesto en el país. Esta también es la cuestión clave para muchos negocios. Más allá de la supuesta solidaridad con la agredida Ucrania, numerosas empresas extranjeras han suspendido su actividad en Rusia a la espera de calcular mejor a cuánto estará el tipo de cambio y si compensará subir tanto —o no— los precios, cuenta un empleado de una firma española en Rusia.

El banco central ruso, liderado por Elvira Nabiúllina, ha comenzado ahora una voladura controlada de todas las restricciones que impuso al principio de la guerra el pasado febrero para evitar una fuga masiva de capitales del país. A partir de este lunes, los ciudadanos podrán comprar de nuevo euros y dólares en casas de cambio y bancos. Eso sí, estos solo podrán vender las divisas que hayan entrado desde el 9 de abril, con las exportaciones ya hundidas (y por tanto menos ingresos de billetes foráneos), por lo que al principio tendrá un impacto limitado.

La moneda rusa cerró el viernes en la Bolsa de Moscú a 85,4 rublos por euro, cuando al inicio de la guerra llegó a dispararse hasta los 160. Sin embargo, la inflación no ha seguido la estela del valor oficial del rublo y, tras una vertiginosa subida, aún no ha bajado. Según los datos del banco central, la subida de los precios ha sido generalizada tanto en alimentos —con un aumento del 18% respecto a marzo de 2021—, como en los productos no alimentarios —con un incremento del 20% interanual—, especialmente por el encarecimiento inicial de electrodomésticos, vehículos y otros productos tecnológicos importados. Además, muchos de estos bienes y servicios realmente son inaccesibles, al haber sido apartados del mercado temporalmente por sus fabricantes.

El colchón es pequeño para los rusos. Según el centro de investigaciones sociológicas estatal Vtsiom, el 42% de los ciudadanos no tiene ningún ahorro, mientras que un 30% dispone de algo de dinero en depósitos, el 14% lo tiene en el extranjero, y un 18% guarda su efectivo a buen recaudo en casa.

Elvira Nabiullina, gobernadora del Banco Central de la Federación Rusa, en una foto de archivo de 2019.
Elvira Nabiullina, gobernadora del Banco Central de la Federación Rusa, en una foto de archivo de 2019. Evgenia Novozhenina (REUTERS)

El artículo del premio Nobel de Economía Paul Krugman ‘Por qué Rusia defiende el rublo’, publicado el 1 de abril en The New York Times, fue muy citado por los analistas de inversión rusos. Krugman especulaba, “sin tener evidencias directas”, con que esta sobreprotección de la moneda sobre cualquier otro objetivo económico real solo tiene fines políticos: “Si la economía rusa se deteriora tanto como se espera en un futuro próximo, su amordazada prensa simplemente lo negará. Sin embargo, lo que no podrá refutar es un rublo depreciado drásticamente. Así que defender el rublo, sin importar la economía real, tiene sentido dentro de la estrategia propagandística”, subrayaba el economista.

Restricciones en defensa del rublo

Para defender el rublo se han aprobado todo tipo de restricciones. Una de las primeras fue prohibir que bancos y casas de cambio vendieran divisas extranjeras a la población. Asimismo, a los depósitos en monedas foráneas (populares en Rusia ante los bandazos históricos del rublo) se les impuso un tope de 10.000 dólares para retirar el dinero, y a partir de ahí se cambia a rublos. Respecto a las empresas, a todos los negocios que ingresan divisas extranjeras se les cambia automáticamente el 80% de sus ingresos por rublos, mientras que a los brokers de la Bolsa de Moscú se les ha prohibido vender las acciones que están en manos de extranjeros.

Además, las personas que tienen que mandar transferencias al extranjero, como las familias separadas, se encuentran con varios problemas. Solo unos pocos bancos rusos están libres de sanciones y permiten enviar dinero fuera; Visa y MasterCard dejaron el país, por lo que hacer pagos en el exterior es una misión imposible; y si al final se logra enviar la remesa, es probable que la entidad financiera la bloquee hasta comprobar su procedencia, como está sucediendo con parejas hispanorrusas en España. Una de las pocas entidades financieras no sancionadas por Occidente es Tinkoff, cuyo dueño ha sido muy crítico con la guerra de Putin.

Por otra parte, el rublo ha aguantado el envite estos dos primeros meses de guerra gracias al “colchón” con el que contaba Moscú para emergencias y a dos “puertas traseras” para eludir las sanciones, aunque ya se están cerrando. El banco central disponía de un fondo de 640.000 millones de dólares (unos 592.000 millones de euros), del cual la mitad ha sido congelado por Occidente, un 17% está en yuanes chinos y otro 21,5% está invertido en oro, aunque pocos países se arriesgan a comprarlo por temor a las sanciones.

Por otro lado, Moscú se ha aferrado hasta ahora de los pagos de países europeos que siguen comprando gas, y a una concesión especial del Tesoro de Estados Unidos para que Rusia abone la deuda soberana que vencía estos meses con los fondos que tiene congelados en el exterior. Este permiso acabará en mayo, mientras que la Unión Europea se encamina a recortar dos tercios de sus importaciones de gas este año.

Las tesis económicas de Krugman fueron compartidas en su canal de Telegram por Serguéi Vasiliev, representante del consejo de directores de la sociedad de inversión Russkie Fondy. El experto, “dejando en la conciencia de Krugman sus argumentos sobre regímenes totalitarios”, coincidía en que existe una “trinidad imposible” que todo país busca para su moneda: mantener la estabilidad respecto a otras divisas; permitir el flujo de capitales libre a través de la frontera —estos dos primeros para generar confianza en los negocios—; y controlar la política monetaria para bajar los tipos en las recesiones y subirlos contra la inflación. Según los economistas, los países solo tienen en su mano elegir dos de los tres pilares que conforman esta trinidad.

Por ejemplo, los miembros de la Unión Europea han cedido su política monetaria al BCE mientras que China restringe sus flujos de capital —y por eso el yuan no sustituye al dólar, según Krugman—. Sin embargo, tanto los expertos rusos como el premio Nobel remarcan que Moscú ha optado por adoptar un solo pilar en esta crisis: mantener la paridad del rublo a costa de implantar un corralito y subir los tipos de interés ante una recesión inminente.

El banco central elevó los tipos del 9,5% al 20% en febrero para desincentivar la retirada de rublos de los depósitos, pero esto es inviable a largo plazo para que las entidades financieras concedan créditos en pleno desplome de la producción o los ciudadanos pidan hipotecas y préstamos al consumo. Su reciente recorte al 17% provocó una ligera devaluación del rublo.

Por otro lado, “en febrero, cuando ocurrieron aquellos hechos bien conocidos, se introdujeron medidas para el control de capitales”, recuerda Ingosstraj-Investitsi. El fondo advierte de que estas medidas “no se utilizan en economías de mercado porque reducen el atractivo para la inversión en el país y su eficacia es dudosa: cuando se limita la salida de capitales, se reducen los incentivos para su entrada”.

El presidente, Vladímir Putin, aseguró la semana pasada que su país “no podrá ser aislado” por las sanciones. Sin embargo, son cada vez más las empresas que se marchan de Rusia por la incertidumbre. Algunas solo han suspendido su actividad para evitar perder su negocio, como McDonald’s, Nike o Zara, pero pronto podrían tener problemas. El partido de Putin acaba de presentar un proyecto de ley en la Duma Estatal que permitirá traspasar a un gestor externo aquellas empresas extranjeras “importantes” que han cesado su actividad por completo.

Otras compañías han decidido traspasar la propiedad de sus negocios a terceros ante las presiones de Occidente y Ucrania para que dejen de suministrar sus productos a Rusia. La primera en hacerlo ha sido Reckitt Benckiser, dueña de un 60% del mercado local de los preservativos con Durex y Contex, además de fabricante de las pastillas Strepsils y los productos de limpieza Calgon y Cillit-Bang. A esta iniciativa también se ha sumado British Tobacco (Camel y Lucky Strike), y otras multinacionales bajo presión se plantean hacer la misma operación.

Cada vez es más difícil conocer la situación real de la economía rusa. Una nueva ley ha exonerado a las empresas de pagar dividendos y de hacer públicos sus estados financieros “si su divulgación puede llevar a la imposición de sanciones en su contra”. Una de las entidades acogidas a estos beneficios es el sancionado Sberbank, el mayor banco ruso, con más de 100 millones de clientes y un tercio de todos los préstamos del país. Su hipotético rescate, como el del segundo banco del país, BTV, podría suponer un duro golpe para el rublo, y los gestores de cartera prefieren ser muy cautos sobre su estado actual. “Las acciones del principal banco del país ya no son un activo defensivo, sino un experimento”, afirma en su informe Ingosstraj-Investitsi.

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