Un triple golpe a las fábricas, las escuelas y los hospitales de Gaza

Los colchones de espuma de poliuretano almacenados en el patio de la fábrica Foamco en Gaza se esfumaron este lunes convertidos en una espesa nube de humo negro. El coloso de fuego que dejó atrás un bombardeo israelí arrasó las instalaciones de esta industria fundada en 1994 ante la impotencia de un puñado de bomberos y voluntarios de protección civil que se enfrentaron a las llamas con mangueras de chorro exiguo y unos cuantos extintores, según se apreciaba en los vídeos difundidos en perfiles de gazatíes en redes sociales y contaba la agencia France Presse. Con los colchones derretidos por el calor se esfumó casi con toda seguridad el medio de vida de la mayoría, si no todas, de las 24 personas que trabajaban en Foamco. Después de tres guerras desde 2008 y casi tres lustros de un férreo bloqueo impuesto por Israel, que impide con escasas excepciones la entrada y salida de mercancías, personas y servicios de la Franja, casi la mitad de los gazatíes (48%) no tiene trabajo, según datos de Naciones Unidas.

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Los empleos de muchos palestinos de Gaza sobrevivieron al principio a las bombas, pero agonizaron después a causa de la asfixia económica provocada por la destrucción de infraestructuras y el bloqueo. Una muerte lenta que podría extenderse ahora a lo poco que queda de la maltrecha economía de esta franja de apenas 360 kilómetros cuadrados. Desde el inicio de la última ofensiva militar israelí, el 14 de mayo, al menos 94 edificios, incluyendo 461 viviendas y un número no precisado de comercios y otros negocios, han sido destruidos, de acuerdo con datos del Ministerio de Obras Públicas y Vivienda de Gaza citados por la Oficina de Coordinación Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA) en Palestina.

Usama el Aklouk, un neurocirujano palestino de 58 años, recuerda cómo “al caer edificios como la torre Al Jalaa” —que albergaba las oficinas de dos medios internacionales de prensa, Associated Press (AP) y Al Jazeera— “han desaparecido viviendas, comercios, empresas, y así con cada edificio, con cada calle que han bombardeado”.

Fotografía: Los bombardeos sobre Gaza

El médico ha vivido las tres guerras que ha padecido Gaza desde 2008, pero asegura que nunca había visto “que el blanco del ataque de un caza israelí fueran simplemente las calles principales de la ciudad”. Dos de estas vías son la avenida de Gamal Abdel Nasser y la calle de Al Wahda, ambas arterias céntricas de Ciudad de Gaza. La calle de Al Wahda era hasta ahora uno de los principales accesos al hospital Al Shifa, el más importante de la Franja, y en que el doctor El Aklouk es subdirector.

Con esa calle reducida a una sucesión de “socavones”, las ambulancias “tienen que dar rodeos para llegar”, denuncia el médico palestino. Una demora que cuando se trata de heridos de guerra con “amputaciones, traumatismos craneoencefálicos muy graves, quemaduras o aplastamiento por los escombros” puede sellar en ocasiones una suerte infausta.

Una clínica de Médicos sin Fronteras (MSF) también resultó dañada por el bombardeo de la madrugada del domingo, en el que perecieron 42 de las 198 víctimas mortales que ya cuenta el Ministerio de Sanidad de Gaza desde que comenzó la escalada, hace una semana. El ataque dejó “una sala de esterilización inutilizable y una sala de espera dañada”, reza una nota de la organización.

El daño en “infraestructuras esenciales” provocado por los bombardeos amenaza con causar “un deterioro adicional en el acceso a servicios básicos”, ha alertado la Oficina de Coordinación Humanitaria de Naciones Unidas (OCHA) en Palestina. No solo en servicios como los hospitales sino en otros igualmente vitales como la educación. Los niños se han visto privados de acudir a clase en los últimos meses a causa de la pandemia, que ha obligado a cerrar los centros. Además, desde el jueves al menos 41 escuelas han quedado dañadas por las bombas. Entre ellas, dos de la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados de Palestina (UNRWA), confirmó la directora de este organismo en España, Raquel Martí.

Para el subdirector del hospital Al Shifa, el doctor Usama el Aklouk, estos ataques a fábricas, hospitales y escuelas tienen un propósito: “Destruir tres sectores claves, la economía, la sanidad y la educación”. La directora de UNRWA en España alude, por su parte, a “un castigo colectivo” por parte de Israel contra la población de Gaza, que “infringe las normas del derecho internacional humanitario”.

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La violación de los derechos humanos de la población de la Franja y el “colapso económico” explican para Raquel Martí el hecho de que el 60% de la población de Gaza, 1.200.000 personas de una población de casi dos millones, dependa de la UNRWA para alimentarse. El 90% de los hogares gazatíes no dispone tampoco de agua potable, pues las sucesivas operaciones militares han dañado gravemente la red pública de agua. Desde el 14 de mayo, el día que empezó la ofensiva militar israelí, la única planta de desalinización de agua de la Franja ha dejado de funcionar. Israel no permite que entre en Gaza el combustible necesario para ello, denuncia la directora de UNRWA.

Sin trabajo, dependiendo de la ayuda humanitaria para alimentarse, con unos servicios públicos al borde del colapso y una población sometida al terror de ser “bombardeada en sus casas en medio de una total oscuridad por los continuos cortes de la electricidad”, Gaza es hoy un lugar, deplora Raquel Martí, donde no hay “ninguna esperanza de una vida digna”.


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