Ícono del sitio La Neta Neta

Una campaña recuerda que, pese a la desescalada, "las calles siguen vacías" en los pueblos


Para llegar a Peralejos de las Truchas (Guadalajara) desde Madrid hay que pasar por esta carretera. El otro acceso al pueblo, la carretera que va a Cuenca, no es mucho mejor.

Peralejos está en una comarca en la frontera entre Guadalajara, Cuenca y Teruel, los Montes Universales. Es la zona más despoblada de España. También es una de las más vacías de toda Europa. Y ahí, cerca del río Tajo y lejos de todo lo demás, viven Gonzalo Moreno (23 años), Lidia Menchero (21), Yoli Moreno (18) y Andrea Martín (18). Son los únicos habitantes del pueblo que tienen entre 18 y 25 años.
En el colegio del pueblo comparten clase niños de 3 a 12 años, solo hay médico tres días a la semana, no hay cuartel de la Guardia Civil e internet da problemas a todas horas. La discoteca o el cine más cercanos están a casi dos horas en coche, al igual que el hospital o la universidad más próximos.

Hablan con Verne en un bar del pueblo. “Peralejos está muerto, pero qué le vamos a hacer”, dice Gonzalo nada más empezar la entrevista. Julia asiente. Yoli y Lidia están de acuerdo, al igual que el camarero y el padre de Gonzalo, que da los detalles demográficos: “Ahora hay 110 personas viviendo en el pueblo todo el año, aunque hay 170 censadas”. Hace 70 años había casi 700 habitantes. La densidad de población en los Montes Universales (1,63 habitantes por kilómetro cuadrado) es menor que en Laponia (1,87), la zona más gélida de Finlandia.
La vida de cuatro peralejanos
Cada uno de estos jóvenes tiene un perfil diferente: Gonzalo se mudó a Guadalajara en 2012, donde vivió hasta mayo de 2017. Estudió bachillerato, trabajó en el sector logístico y volvió cuando se le acabó el último contrato. Ahora trabaja en una casa rural de su familia. Lidia también se marchó de Peralejos durante un tiempo, en su caso para estudiar un grado medio en Zaragoza, pero no tardó en volver a casa de sus padres por la falta de expectativas laborales, como tantos otros jóvenes españoles. Tiene muy claro que se irá de Peralejos para estudiar Magisterio.
Julia y Yoli siempre han vivido en el pueblo. En septiembre, la primera empezará un grado superior en Cuenca para ser higienista bucodental, mientras que Yoli trabaja en un supermercado “enchufada” por su hermano. El panorama laboral pinta muy mal.

Los cuatro estudiaron en el colegio rural del pueblo. “En cada clase había cinco alumnos, con varias edades mezcladas. Entonces había dos clases, no como ahora, que solo hay una. Cada año amenazan con cerrarlo”, dice Julia. En sexto de primaria termina lo que Peralejos puede ofrecer a nivel académico. Entonces acudieron al instituto del municipio más importante de la zona, Molina de Aragón (a 40 minutos en coche), en el que coincidieron con niños de toda la comarca. La mayoría de esos niños, ahora adultos, han emigrado a otras zonas.
Lidia no solo estudia en el instituto molinés, donde intenta terminar las asignaturas de bachillerato que dejó pendientes al marcharse a Zaragoza. También trabaja: “Gano una miseria. Soy la que controla a los niños en la ruta”, es decir, el autobús que lleva a los alumnos de secundaria de Peralejos a Molina cada mañana, pasando por al menos otros tres pueblos. Decimos al menos porque el bus no solo es para estudiantes, también es el único transporte público del resto de vecinos. Si lo necesitas, llamas a la empresa y pasan a buscarte. Tarda una hora en recorrer unos 50 kilómetros.

“Aquí la gente siempre vivió de la agricultura y la ganadería. Ahora no puedes ni planteártelo por las macroexplotaciones. Tenemos un amigo que se dedica a las ovejas y se le está haciendo imposible”, dice Gonzalo. Su hermano Fernando, que estudia en Guadalajara para ser conductor de ambulancia, interviene en ese momento: “Es una rueda. Si no se fueran los servicios, la gente no se marcharía. Si hubiera más población, habría un colegio para que trabaje Lidia y un dentista para Julia”. Espera poder vivir en el pueblo cuando se titule, ya que “hacen falta ambulancias en todos sitios”.
Como Fernando, “casi toda la gente se saca el carné de conducir en cuanto cumple los 18. No hay otra forma de moverse que no sea en coche y no vas a estar toda la vida dependiendo de que te bajen tus padres. Hay gente que aprende incluso antes de los 18 practicando con ayuda de familiares”, comenta Lidia.
¿Cómo se divierten en Peralejos?
Fernando es uno de los pocos peralejanos que vuelve cada fin de semana al pueblo. Durante la entrevista también está presente Andrea Esteban, que vive en Guadalajara pero acude cada viernes. Es el pueblo de su padre. “Al final nos juntamos un grupo de unas 11 o 12 personas los fines de semana, aunque entre semana seamos cinco”. Damos por hecho que acuden cada viernes y sábado a los bares de Molina, pero Gonzalo nos corrige enseguida: “¿Pero has visto cómo está la carretera? ¿Vas a hacer 40 minutos de viaje para tomarte algo y que además te paren los guardias civiles? Creo que es algo positivo de estar lejos: te quedas en el pueblo. Si estuviéramos más cerca, iríamos más a Molina”.

“En cuanto llega el viernes por la tarde llamo a Yoli y luego a Gonzalo. Tomarse una cerveza los viernes y los sábados es sagrado. Siempre es igual. No planeas nada, pero puede ser la noche de tu vida aunque seamos diez personas”, indica Lidia. El grupo también se compone de otras seis personas de hasta 32 años. Recordemos que Yoli y Julia tienen 18, “pero nos llevamos todos bien”, indican. “No estamos para elegir”, añade Gonzalo. Se suelen juntar en unos de los bares del pueblo, pero una vez al mes hacen una excepción: “El ayuntamiento nos deja un local con una estufa para que montemos nuestras fiestas. También tenemos un futbolín”, indica Yoli.
Sí se desplazan cuando llegan las fiestas patronales de cada pueblo de la comarca, que suelen coincidir con la época favorita de todos ellos: el verano. No son los meses que más les gustan porque mejore el tiempo, lo que no está nada mal teniendo en cuenta que es una de las zonas más frías de España, sino porque el pueblo se llena de personas.
“En verano viene gente de toda España, pero sobre todo de Madrid, Barcelona, Guadalajara, Zaragoza y Valencia. Vuelven a su pueblo”, cuenta Gonzalo. A los peralejanos emigrados se incorporan los adoptados, es decir, los hijos de aquellos que emigraron de Peralejos. Entonces llega a haber ocho bares abiertos en el pueblo. “Si Peralejos fuera todo el año como en verano no me querría ir”, comenta Lidia. Además, empiezan a enfilar la edad en la que los adoptados cada vez vienen menos: antes acudían todo el verano, pero ahora se conforman con dos semanas.
Similitudes y diferencias con la ciudad
La vida de los jóvenes de Peralejos en muchas cosas es diferente de la de un veinteañero de ciudad o de un pueblo mejor comunicado, pero en otras es muy parecida. Utilizan las redes sociales a todas horas, los más jóvenes usan más Instagram y los más mayores Facebook, algunos no sueltan el móvil durante la entrevista, se van de vacaciones a la playa o al extranjero en verano, ven más series en Netflix que en televisión (pese a los problemas que da internet), compran su ropa en Zara o Bershka y tienen ideas más progresistas que sus padres.

¿Y qué opinan ellos sobre su permanencia en el pueblo? “Pues qué van a pensar, saben lo que hay. Asumen que si quieres estudiar en serio te tienes que ir”, comenta Lidia. Y cuando se van, suele ser a ciudades, cuyo ritmo, dice esta peralejana, no les agobia: “Simplemente, muchos prefieren la tranquilidad porque es a lo que están acostumbrados”.
“Discutimos como en cualquier otro sitio. Y en los pueblos siempre hay historias, pero tienes que intentar evitarlas. Habiendo cuatro personas de tu edad no vas a andar con peleas”, dice Lidia. Si es tema de amores, la cosa se complica aún más, “pero te tienes que adaptar; si te peleas con alguien no le miras”. “No echo de menos conocer gente nueva”, añade.
Cuando preguntamos quién se plantea tener hijos en Peralejos, contestan Yoli y Lidia. “Si sigo trabajando en el supermercado, sin duda. Y más a gusto que nadie”, dice la primera. “No me lo imagino, la verdad. No creo que pudiera con cómo están las cosas”, contesta la segunda. Y así es como se sigue vaciando la España en la que no vive casi nadie.

Soluciones a la despoblación
Cuando les decimos que propongan soluciones a la despoblación que sufre la zona en la que viven, varios piden un estatus parecido al de Canarias: “Que den exenciones fiscales y ya verás como empieza a venir más gente a esta zona. Ya verás como empiezan a venir empresas”, opina Gonzalo.
Esa es la principal solución que también propone el catedrático de Prehistoria de la Universidad de Zaragoza Francisco Burillo, especialista en despoblación y presidente de la asociación Serranía Celtibérica, un colectivo que pelea por evitar la situación que atraviesan los Montes Universales, entre otras zonas. Asegura que pueblos como Peralejos están destinados a desaparecer. Según datos del INE, el 32% de los habitantes de los Montes Universales tienen más de 65 años y solo un 7% tiene menos de 15.
La Serranía Celtibérica es un territorio inventado que abarca las áreas más despobladas de España. “Si analizamos los datos por provincias, las capitales distorsionan los datos de densidad de población. Sin embargo, existe un área uniforme que engloba parte de La Rioja, Burgos, Soria, Segovia, Zaragoza, Teruel, Guadalajara, Cuenca, Castellón y Valencia en la que la despoblación es un problema gravísimo”, explica Burillo vía telefónica a Verne. Su extensión es dos veces la de Bélgica. Son 7,72 habitantes por kilómetro cuadrado, seis más que en los Montes Universales, donde solo viven 5.700 personas.

#ConferenciaDePresidentes ¿Resolveran la interregion de la #SerraniaCeltiberica? Un proyecto aprobado por unanimidad … ¿habrá respuesta? pic.twitter.com/9Y0lKehkcB
— SerraniaCeltiberica (@SCeltiberica) 17 de enero de 2017

El colectivo Serranía Celtibérica presentó en 2015 un proyecto para frenar la despoblación que incluye medidas como las ventajas fiscales para empresas que se instalen en esas zonas o ayudas para el desplazamiento para los habitantes, como las que tienen los habitantes de los territorios insulares.
La Comisión Mixta Congreso-Senado aprobó una Propuesta No de Ley (PNL) sobre este proyecto, “pero no ha avanzado nada. Seguimos en el mismo punto. La población se está muriendo y apenas quedan niños y jóvenes. En Laponia, por ejemplo, no vive nadie, pero es por las condiciones meteorológicas. La población se mantiene. En los Montes Universales, los pueblos se están consumiendo. Nadie nace y los habitantes se mueren”, añade Burillo.

* También puedes seguirnos en Instagram y Flipboard. ¡No te pierdas lo mejor de Verne!


Source link

Salir de la versión móvil