Mikel
Merino es un centrocampista total. Uno de esos baluartes por los que los grandes clubs pagan millonadas. Se lo rifarán en los próximos años si mantiene la progresión, pero de momento es jugador de la Real y la afición txuri urdin lo disfruta como tal. Su insultante juventud (23 años) hace que todavía tenga muchos aspectos que pulir. Como medir las veces en las que no tiene que ir a la presión y guardar fuerzas o controlar ese ímpetu ganador que posee. Algo parecido le pasó ayer ante el Huesca en Zubieta.
El navarro recuperó su sitio en la medular y volvió a estar en todas partes. Apoyado por un descomunal Martín
Zubimendi que sacó con brillantez el balón desde la sala de máquinas, cada jugada de ataque del primer tiempo pasó bien por las piernas de Merino o bien por la magistral zurda de Roberto
López. Mientras el maño partía desde la derecha y pisaba la zona de la media punta, el ‘8’ de la Real era el encargado de conducir el cuero para nutrir a los atacantes. El Huesca propuso una alta presión y obligó a Merino a retrasar su posición para entrar en contacto con el cuero. En ese ansia por ser protagonista, Merino cayó en el error.
Sagnan le filtró un balón que trató de recibir de espaldas con la presión de Mikel
Rico, que hizo falta tras empujar a su tocayo. Merino botó rápidamente la falta -ligeramente molestado por el ex del Athletic- y regaló el cuero a Juan
Carlos
Real, que en el uno contra uno superó a Remiro con un buen disparo para el 0-1. Cabeza gacha en un Merino que nunca se esconde. No es el primer error de ese tipo puesto que en su primer año en Donostia también cometió alguna acción parecida que acabó con el balón en la red.
Con rabia
Las acciones de peligro las pusieron otros en la primera mitad. Sagnan se encontró con el larguero y Roberto
López disparó desde la frontal en varias ocasiones, pero la Real se marchó al descanso en desventaja. 15 minutos para despejar la mente y encontrar las sensaciones. Algo más de 60 segundos del segundo acto necesitó Merino para resarcirse de su error. Gorosabel centró desde la derecha, Willian
José trató de controlar con el pecho, pero el cuero se le fue largo y ahí apareció Merino con potencia. El pamplonés metió la puntera, se zafó de Pulido y batió sin excesivos problemas a Álvaro Fernández para hacer el empate. Salto de rabia con el puño cerrado, como si se tratase de un importante partido de Liga.
Imanol quiso dosificar a sus jugadores dada la atípica pretemporada y Merino duró en el campo los 60 minutos de rigor antes del carrusel de cambios. Una de cal y una de arena para un Mikel
Merino que quiere volver a ser el jugador más determinante de la Real.
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