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Una equidistancia innecesaria ante el 11-M

La equidistancia, el intentar no decantarse por dos versiones u opiniones contradictorias, no solo no es siempre deseable en el periodismo, sino que en numerosas ocasiones debe ser desterrada. Igual que no se puede ser equidistante entre la víctima y el victimario, tampoco es admisible planteársela entre la verdad y la mentira. En ambos casos, el periodista debe abandonar esa posición y decantarse por las víctimas y la verdad. El documental El desafío: 11M que estrena este viernes Amazon, coincidiendo con el aniversario de los atentados yihadistas que causaron 192 muertos el 11 de marzo en Madrid, juega en algunos momentos, precisamente, a ser equidistante.

Lo hace entre la verdad —contrastada no solo judicialmente con una sentencia ya firme, sino con múltiples investigaciones— que delimita hasta donde se pudo quiénes cometieron aquella masacre y la llamada teoría de la conspiración, que ya entonces una parte de la clase política española y del periodismo intentó sembrar en la sociedad para hacer creer que detrás de aquellos ataques hubo una oculta mano negra. Y, además, cuando se cumplen hoy 18 años de un atentado, el mayor de Europa, un tiempo más que suficiente para que esas ideas hubieran sido desechadas de cualquier mensaje público.

El documental de Amazon, dirigido por Carlos Agulló y producido por Luis Velo, cuenta con muchas virtudes. Desde la fotografía a una buena ambientación musical, pasando por la selección de los escenarios en los que se entrevista a los personajes que van dando su testimonio a la cámara. La narración es ágil y, aunque en total son casi cuatro horas de documental repartidas en cuatro capítulos, se ve con facilidad. No obstante, abusa en ocasiones de la cámara lenta y, sobre todo, del testimonio de los políticos y los periodistas, en detrimento de los que aquellos días fueron, muy a su pesar, los verdaderos protagonistas: en primer lugar, las víctimas y las personas que en un primer momento se volcaron en asistirlas y, posteriormente, los policías y guardias civiles que investigaron aquellos atentados hasta detener a parte de sus autores.

Es precisamente en la proliferación de aquellos testimonio secundarios donde El desafío: 11M peca de equidistante, admisible cuando aborda la batalla política que siguió los días después del estallido de las bombas y hasta la celebración, tres días después, de las elecciones generales que terminó ganando el socialista José Luis Rodríguez Zapatero, pero rechazable cuando se trata de contar al espectador la realidad de los atentados. En el arranque del último episodio, el entonces presidente del Gobierno José María Aznar —que aparece en numerosas ocasiones a lo largo de la serie documental—, la expresidenta madrileña Esperanza Aguirre y los periodistas Federico Jiménez Losantos y Pedro J. Ramírez vuelven a intentar inocular la duda de que fueran realmente los yihadistas condenados los verdaderos autores o instigadores de la masacre. Es cierto que Agulló intercala sus testimonios con los de jueces, fiscales y policías que descartan cualquier atisbo de teoría de la conspiración, pero al final esa igualdad de tratamiento lastra el documental.

Lástima, porque es también en el último capítulo el que, en sus minutos finales, consigue por primera vez emocionar al espectador al reproducir el testimonio que Pilar Manjón, madre de uno de los fallecidos y cabeza visible entonces de una de las asociaciones de víctimas, ofreció en la comisión parlamentaria que investigaba los atentados y que dejó aquel día mudo a los políticos. Buen colofón para un documental lastrado por una innecesaria equidistancia.

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