Una firma y una traición en dos días: así se fraguó el golpe de los tres tránsfugas a la moción de censura en Murcia


A Isabel Franco, vicepresidenta de Murcia, solo le faltó este viernes recurrir a una frase del archivo histórico del parlamentarismo español atribuida a un diputado que aseguró que nunca apoyaría al Gobierno y luego matizó: “Cuando digo nunca me refiero a este momento”. Franco firmó en la madrugada del martes al miércoles, como los otros cinco diputados de Ciudadanos en Murcia, una moción de censura conjunta con el PSOE contra el presidente Fernando López Miras, del PP. En el momento de la firma, la vicepresidenta no expuso ninguna reserva. “Lo pensé con el paso de las horas, que no era buena idea”, dijo este viernes para explicar su cambio de opinión y el de otros dos diputados que pactaron, a espaldas de su partido, la continuidad del PP a cambio de tres puestos en el Gobierno regional. “No es momento para ambiciones políticas personales”, zanjó Franco desde el Palacio de San Esteban, sede de la presidencia.

La historia de este escándalo político protagonizado por tres diputados tránsfugas de Ciudadanos empezó con rumores. Pero la aritmética se imponía al runrún murciano. Para hacer fracasar la moción, el PP debía atraer a tres de los seis diputados de Ciudadanos. “Imposible”, sostenían el jueves en la sede de este partido.

Tan irreal parecía esa posibilidad que, pese al silencio de los tres señalados, Ciudadanos y el PSOE hicieron este viernes por la mañana un acto cargado de sonrisas y anuncios del que sería el nuevo Gobierno. Tan irreal parecía que la propia Isabel Franco aseguró a EL PAÍS el jueves por la noche que ella seguía con “mucho trabajo” porque no había sido destituida por López Miras, como sí lo habían sido los otros dos consejeros de Ciudadanos.

Y justo en ese detalle había nacido toda esta historia. Mantener a Franco en su puesto de vicepresidenta mientras cesaba a los otros dos consejeros fue la primera maniobra del presidente López Miras para sumar tres traidores a la moción de censura.

Isabel Franco, incómoda en Cs

Isabel Franco hacía tiempo que había dejado de sentirse cómoda en el partido. Diversas fuentes cercanas a la formación aseguran que en cuanto triunfase la moción de censura, con Ana Martínez Vidal (Cs) como nueva presidenta de Murcia, la vicepresidenta sería cesada de su cargo. “Por eso no me explico cómo se echaron al monte [registrando la moción] sin haber atado su apoyo”, cuestiona otra persona que conoce bien a los tres diputados.

Los otros dos protagonistas de este serial, Francisco Álvarez y Valle Miguélez, llegaron a Ciudadanos muy pronto. Formaban parte del aparato del partido en Murcia una vez que Ciudadanos se lanzó a la política nacional a partir de 2015 y estaban encargados de fichar talento, una estrategia muy utilizada en la formación para ganar músculo e implantación en los territorios. De la mano de Valle Miguélez llegó al partido Ana Martínez Vidal, exconcejal del Ayuntamiento de Murcia por el PP. Por su parte, Álvarez presentó a una vecina de su pueblo, Alcantarilla, como candidata oficialista para la región. Era Isabel Franco.

Con el apoyo de la dirección nacional, Franco ganó unas primarias en 2019 que acabaron en los tribunales y a las que aún persigue el mismo olor a fraude que se instaló sobre numerosos procesos de primarias tras el escándalo del pucherazo en Castilla y León, que obligó a revocar la victoria de la candidata oficialista.

Franco, sin embargo, fue candidata de Ciudadanos a las elecciones autonómicas de mayo de 2019 —en las que Martínez fue de número tres— y más tarde fue la encargada de pactar con el PP el Gobierno de coalición por orden de la dirección nacional que lideraba Albert Rivera. Una sorpresa para ella y para el resto de diputados, que siempre pensaron que llegarían a un acuerdo con el PSOE, ganador de los comicios.

La llegada de Inés Arrimadas como presidenta de Cs tras la marcha de Rivera fue el principio del fin. Aupó a Ana Martínez Vidal al frente de la coordinación regional de Ciudadanos Murcia y la vicepresidenta se quedó, claramente molesta, sin ningún cargo orgánico dentro del partido.

Su apoyo al PP no podía sorprender a nadie, pero su firma en el documento de la moción de censura alejaba los malos pensamientos de sus compañeros de filas. Cuando el runrún ya era insoportable este viernes por la mañana, dieron por perdida a Franco y pensaron que quizás Paco Álvarez también había caído. De hecho ambos formaban el apodado clan de Alcantarilla. “¡Pero Valle Miguélez es imposible! Si hasta forma parte del equipo que va a negociar con el PSOE el nuevo Gobierno”, aseguró este viernes un miembro del partido. Pero Miguélez hacía horas que ya no le cogía el teléfono a nadie.

Pasadas las dos de la tarde, los consejeros del nuevo Ejecutivo flanquearon a López Miras e Isabel Franco. Allí estaban Miguélez y Álvarez, con media cara tapada por la mascarilla. Ella no movió un músculo y él solo se frotaba las dos manos.

—¿Ha sido usted la que convenció a Valle Miguélez?, —preguntó un periodista a Franco.

—Yo hablo por mí.

—Pues que lo diga ella, está ahí.

El presidente se impuso: “Ya podrán hablar con ellos otro día”.


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