El calendario es caprichoso, pero quien lo va moldeando son los equipos. Muchas veces hablamos de la dificultad del mismo a priori y, sin embargo, las jornadas nos van relatando la realidad del asunto. Somos muy predecibles. En cuanto vemos tres o cuatro partidos vista, enseguida empezamos a sumar puntos, casi nunca restamos.
Tenemos la virtud de creer que solo jugamos nosotros y no nos damos cuenta de que enfrente hay un rival, con sus aficionados y prensa; que también hacen sus cuentas y no precisamente a nuestro favor. Es la ley de la vida aplicada al fútbol. Va en el gen humano y no nos podemos desprender del mismo. Bueno sí podemos, pero no queremos.
El caso es que el Athletic pinta bien. Miras la tabla y sale la sonrisilla de los que están disfrutando. El equipo demuestra jornada a jornada que lo tiene cada vez más claro y además las cuentas salen. Perder solo tres partidos es una muestra inequívoca de la solvencia de este grupo de entrenadores y jugadores. Hablar de futuro no suele gustar, ya que se ha instalado la mítica frase del partido a partido.
Yo, sin embargo, considero que si cuando las cosas van mal acentuamos el desastre, porque no vamos a hablar de lo bueno cuando se está produciendo. Esta temporada las cosas son muy distintas a la anterior a estas alturas. Debemos quedarnos con esto.
El domingo nos visita el Granada, un equipo recién ascendido. Los de
Diego Martínez
son un hueso duro de roer. Trabajan a destajo y forman uno de los equipos más ordenados de la Liga. Dicho esto,el Athletic tiene armas y calidad suficiente en San Mamés para creer que puede y debe ganar. La ambición es buena y nunca está reñida con el trabajo. La presión intrínseca al profesional es buena cuando juegas por algo bonito. Saltar ahora al campo es mejor que en una situación de apuro. Disfrutemos pues.
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