Una manifestación multitudinaria en Bruselas contra las medidas para el coronavirus acaba en disturbios

Decenas de miles de personas han salido a protestar este domingo en Bruselas contra las medidas para evitar la extensión de la pandemia del coronavirus. En el punto de mira de los asistentes, unos 50.000, según las cifras de la policía, el pasaporte covid para entrar en edificios públicos y restaurantes, el temor a la vacunación obligatoria o el rechazo a esta medida en los niños. También se han colado otras dianas habituales de este tipo de convocatorias, el magnate George Soros o Bill Gates, entre otros. Y, como no podía ser de otra manera, el presidente francés, Emmanuel Macron, quien después de declarar que quería “emmerder” (putear) a los no vacunados ha tenido su protagonismo en los carteles de los asistentes, igual que el primer ministro belga, Alexander de Croo. La protesta comenzaba a las 11.00 de la mañana y, en principio, iba a acabar en los jardines del Cincuentario de la capital belga, cerca del corazón del barrio que alberga las instituciones europeas. Pero antes del horario previsto para la finalización han comenzado los disturbios de manifestantes con la policía.

No es la primera manifestación de este tipo. Es casi un clásico de los domingos bruselenses la protesta contra las medidas para frenar la pandemia. Pero este domingo la llamada tenía un cariz europeo. Convocaba la organización Europeans United for freedom, bajo el lema Por la libertad, la democracia y los derechos humanos, nos mantenemos unidos. La dimensión internacional de la convocatoria se notaba en la cantidad de banderas de otros países que llevaban los asistentes (la de Europa, Francia, Alemania, Holanda, Rumania, Polonia o la región francesa de Alsacia), que en esta ocasión eclipsaba el tradicional amarillo de la región de Flandes que suele dominar estas manifestaciones.

La diferencia con otras ocasiones ha estado en la gran cantidad de asistentes. El río de gente que pasaba frente al Parlamento Europeo era incesante y en el revuelto interior de sus aguas parecían darse cita todas las tribus: había personas con aspecto de haber salido a dar un paseo cotidiano en domingo y tipos enormes de corte filomilitar; gente de aire más bien hippy, con ponchos y pañuelos de colores, y otros, con chupas de cuero y pinta de moteros; estos de aquí iban con un toque de rastafari, los de más allá exhibían tatuajes en la cara. A mediodía, la protesta, de momento, era alegre y festiva. Se veían manifestantes disfrazados –había uno muy original, enfundado en un EPI con la cabeza asaeteada de jeringuillas– y también un enorme unicornio inflable pasando de mano en mano sobre la masa. Pero había tal volumen de personas que ya se intuía un final poco amistoso. Sobre todo cuando pasaban los clásicos grupos vestidos de oscuro, jóvenes fibrosos con la capucha puesta y un pañuelo cubriéndoles el rostro, que adelantaban por el lateral en busca de la cabeza de la manifestación. Un helicóptero sobrevolaba la escena y de vez en cuando explotaba algún petardo que retumbaba entre los edificios de las instituciones europeas dejando olor a pólvora y gente envuelta en humo, preludio de lo que estaba por llegar.

Los jardincillos a la altura de la Eurocámara se han convertido casi en baños públicos, y algunos se detenían a hacer un receso. “La gente empieza a estar enfadada”, argumentaban Chris, de 52 años, y Edwin, de 49, dos belgas venidos desde Amberes, uno de los centros económicos del país, en el norte flamenco. “Todos hemos sido buenos chicos hasta ahora y no ha solucionado nada”. Ellos han venido “para acabar con el Corona Pass”, justificaban. No les gusta que se les exija un QR para entrar en locales o eventos. “No prueba nada, porque aún puedes estar enfermo o extender la enfermedad”. También quieren que el Gobierno “deje de mentir”, ahora que el virus parece haberse convertido en una simple “gripe”. Citan que un amigo se puso enfermo tras la vacuna y lleva semanas en coma. Uno de los dos sí se ha vacunado, el otro no.

Los disturbios pronto se han propagado desde el parque hacia alguna de las instituciones europeas -algunos violentos han destrozado la entrada del Servicio de Acción Exterior Europea (EEAS, por sus siglas en inglés), como puede verse en vídeos difundidos en Twitter por varias cuentes, entre ellas la del periodista freelance Clement Lanot- y también hacia las estaciones de metro más próximas, donde han mantenido choques con la policía. Precisamente, unas horas después de los actos vandálicos en el EEAS, el Alto Representante de la Unión Europea para la Política Exterior, Josep Borrell, se ha acercado a las instalaciones para comprobar los daños provocados. “Es un acto de vandalismo injustificable”, ha declarado a EL PAÍS, “nos han destrozado toda la vidriera [de la entrada]. En Europa está reconocido el derecho de manifestación, pero no el de destrozar bienes públicos”.


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