La decisión del Parlamento iraquí de pedir “la retirada de las fuerzas extranjeras”, es decir, de las de Estados Unidos, es apenas una pataleta por la operación norteamericana que mató al general iraní Qasem Soleimani y a su mano derecha en Irak, Abu Mahdi al Mohandes, el pasado viernes. Aunque sin duda envía un poderoso mensaje político, se trata de una votación no vinculante que además se ha producido en un contexto de coacciones y que puede desatar graves consecuencias para la seguridad interna del país.
Para empezar, no está claro que el Parlamento tenga potestad para solicitar la salida de unas tropas en cuyo despliegue no tuvo arte ni parte. Los 5.000 soldados estadounidenses que se encuentran en Irak nada tienen que ver con el Ejército que echó a Sadam Husein en 2003 y se quedó allí hasta 2011. Ese año Washington puso fin a la misión al no conseguir de Bagdad la total inmunidad legal para sus uniformados. Tres años después, con el autodenominado Estado Islámico (ISIS) a las puertas de la capital, el Gobierno del entonces primer ministro Nuri al Maliki solicitó ayuda militar a EE UU para combatirlo. En esa carta no se estipulan ni fecha ni condiciones de retirada.
De acuerdo con la legislación iraquí, las “decisiones parlamentarias” (que es lo que ha aprobado la Cámara este domingo) carecen de fuerza legal y no obligan al Gobierno a tomar ninguna medida. El propio presidente del Parlamento, Mohamed al Halbusi, ha dejado claro que la votación resulta insuficiente.
Es cierto que el primer ministro en funciones, Adel Abdelmahdi, ha recomendado votar a favor de la salida de las tropas de EE UU y asegurado que esto no tendría por qué afectar negativamente a las relaciones bilaterales que, decía, fueron buenas entre 2011 y 2014 a pesar de que no hubo presencia militar norteamericana en Irak. Pero su interinidad desde que dimitiera a causa de las protestas populares deja poco espacio para que adopte una medida de esa envergadura. El propio Abdelmahdi ha dicho ante la Cámara que desea que le encuentren un sucesor con rapidez, dando a entender que le pasará la patata caliente.
¿Por qué patata caliente si se trata de una cuestión que atañe a la soberanía nacional? Por la mera fragilidad de la estructura política iraquí. Baste decir que solo han asistido a la votación 168 diputados de los 329 que tiene el Parlamento; todos chiíes menos tres. Faltaba el grueso de los árabes suníes y los kurdos. En privado, algunos de estos han reconocido haber recibido amenazas de las milicias proiraníes en caso de que osaran votar en contra.
Para ambas comunidades, la presencia de las tropas de EE UU no solo es una garantía de seguridad, sino de mayor compromiso político y económico. A pesar de lo que ha afirmado Abdelmahdi, muchos iraquíes recuerdan que si las relaciones con Washington no fueron malas entre 2011 y 2014, su ausencia sí que afectó a la seguridad interna (el aumento del sectarismo bajo Al Maliki alienó a los suníes y contribuyó al éxito del ISIS).
Aunque pocos se atreven a decirlo en público, existe el temor a que el gesto del Parlamento sirva de excusa a la Administración de Trump para dar el paso antes de que se lo exijan formalmente. Eso podría afectar a los avales estadounidenses, la asistencia al desarrollo o el acceso al sector financiero. Además, es seguro que si EE UU retira sus tropas, el resto de los miembros de la OTAN que participan en la lucha contra el ISIS o la formación del Ejército iraquí, incluida España, también se irían.
Source link